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Latinoamérica: el maná terminó
Jue, 02/07/2015 - 09:52

Pedro Videla

Latinoamérica: el maná terminó
Pedro Videla

Pedro Videla es Profesor de Economía en IESE Business School. Sus áreas de especialización incluyen la macroeconomía, la economía internacional y las economías emergentes. Como consultor, ha participado en proyectos de instituciones como el Banco Mundial, el FMI, la UE, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

Las economías de Latinoamérica están viviendo momentos difíciles. Después de casi una década de crecimiento positivo, las condiciones externas favorables están desapareciendo y sus expectativas de crecimiento son sombrías. La proyección del FMI para el 2015 es de tan sólo 0,9%, la menor tasa de crecimiento desde el año 2002, con la excepción del 2009, año de la gran recesión.

Dentro de un marco global negativo, se observan diferencias: los países del norte con mayor vinculación con EE.UU. se benefician de su recuperación económica, mientras que las economías de Sudamérica están siendo golpeadas por la desaceleración de la economía china. Durante más de una década, China ha sido el motor detrás del aumento de la demanda de materias primas y, con ello, de la inversión y las exportaciones en los países exportadores de éstas, un maná que benefició directamente a Latinoamérica.

Pero éste no era el único factor externo positivo. La región tenía un acceso barato y abundante a créditos en dólares, gracias a las políticas monetarias expansivas de la Fed de EE.UU. Asimismo, los bancos centrales de la región no permitieron que la abundancia de dólares apreciara sus monedas, y respondieron con una acumulación de reservas internacionales oficiales y una mayor oferta de moneda local. Esta mayor liquidez permitió un acceso barato al crédito para las empresas nacionales y las familias, lo que se tradujo en un aumento del consumo y la inversión.

En la actualidad, Latinoamérica afronta el riesgo de un posible "dollar shock", esto es, un incremento de los tipos de interés por parte de la Fed, lo que acabaría con el largo período de liquidez abundante que tanto ha beneficiado a la región.  Esto provocaría una peligrosa reversión de los flujos de capital, que depreciaría la moneda local y pondría en un aprieto la capacidad de pago de la deuda externa.

Las perspectivas de los países de la región dependen en gran medida de los shocks externos. México y la mayor parte de las economías de Centroamérica y el Caribe, vinculados a la economía estadounidense, se beneficiarán del mayor dinamismo de la actividad en este país. Al mismo tiempo, las economías de Centroamérica y el Caribe se benefician de la caída de los precios de las materias primas, especialmente del abaratamiento del petróleo. Para Sudamérica, en cambio, el nuevo contexto internacional es desfavorable debido a sus vínculos modestos con EE.UU. y a una desaceleración de la economía china y el consiguiente impacto negativo de ésta sobre las materias primas. Las naciones más dependientes de la demanda directa de China son Chile, Brasil, Perú y Uruguay, que envían entre el 15 y 25% de sus exportaciones al gigante asiático.

Por otra parte, desde mediados del 2014 hemos observado un colapso en el precio del petróleo debido a factores de oferta. Las economías más afectadas han sido Venezuela, Bolivia, Ecuador y Colombia, cuyos términos de intercambio (el precio de las exportaciones en relación con el precio de las importaciones) se han deteriorado considerablemente.

Brasil, la primera economía de la región y séptima mundial, también muestra un deterioro alarmante. Se estima que su PIB caerá 1% este año, debido a las perturbaciones externas y a la inestabilidad política interna exacerbada por el escándalo de corrupción de la empresa pública Petrobras. Si a este panorama se le suma el caos político, económico y social de Argentina, tenemos que las expectativas son que las tres economías más grandes de Sudamérica (Argentina, Brasil y Venezuela) sufran recesiones en el 2015. Del lado positivo, Colombia, Chile y Perú tienen mayores márgenes de maniobra de política económica para hacer frente a las condiciones externas desfavorables.

Es importante que las autoridades de toda Latinoamérica vigilen de cerca los riesgos del sector financiero. Tras varios años de fuerte crecimiento del crédito, entradas de capitales y creciente emisión de bonos corporativos en los mercados internacionales, una normalización más rápida de lo previsto de la política monetaria estadounidense, junto con una apreciación del dólar, podrían perjudicar a los deudores con pasivos en dólares sin cobertura. Por tanto, los bancos centrales deberán seguir con la mirada puesta en mantener la inflación dentro de los objetivos y estar preparados para intervenir, de manera puntual, y para contener la volatilidad excesiva de los tipos de cambio.

En este contexto, no parece aconsejable intentar contrarrestar el empeoramiento de las condiciones externas con estímulos excesivos de política macroeconómica, más aún cuando gran parte de las buenas condiciones externas que se vivieron en los últimos años eran de naturaleza transitoria.

Al final, y como es costumbre cuando se analizan acontecimientos económicos de Latinoamérica, llegamos a las consabidas moralejas: para establecer las bases de un crecimiento sólido, la atención debe centrarse en subsanar las debilidades estructurales de la región, es decir, en la mejora de las instituciones, de la educación, de la igualdad de oportunidades y del clima de negocios.

Muchos países de Latinoamérica han mejorado su manejo macroeconómico y han estabilizado sus economías, pero muy pocos han avanzado decididamente con las reformas estructurales. Por ese motivo la región crece solo cuando cae maná del cielo: es la región que presenta la mayor variabilidad en sus tasas de crecimiento del PIB a nivel mundial. Así que a prepararse, porque el maná se ha terminado.

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