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Perú: ¿por qué no fomentamos el "optimismo"?
Lun, 03/03/2014 - 14:37

Carlos Escaffi

Perú: cuando los emprendedores se hacen notar
Carlos Escaffi

Director del think tank Relaxiona Internacional y profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

En más de alguna ocasión hemos leído o escuchado acerca de las Leyes de Murphy, que tienen como característica permanente enfatizar lo negativo. Un ejemplo: “si algo puede salir mal, saldrá mal”, o “la tostada siempre caerá en tu lujosa alfombra por el lado de la mantequilla”, pero la verdad es que tendemos a recordar con más intensidad las veces en que cayó con el lado de la mantequilla hacia el suelo, puesto que si cayera con la mantequilla hacia arriba las consecuencias serían menores.

También está aquélla que se refiere a las decisiones en nuestra vida: “el esfuerzo dedicado a una decisión es inversamente proporcional a su importancia”, ley que pretendería explicar que las decisiones más importantes reciben menos atención que las decisiones triviales, ello como consecuencia de que las decisiones triviales se prestan para un análisis minucioso y acabado, versus las estratégicas, que a pesar de revestir mucha más complejidad, tal es el grado de certeza y seguridad respecto de su imperiosa ejecución, que el análisis de las mismas siempre será menor que el dedicado a las triviales.

Aplicando esta última Ley de Murphy, recién citada en el párrafo anterior, realizo la siguiente reflexión: ¿de qué sirve preocuparnos por las situaciones imponderables?, ¿de qué sirve proyectar sobre lo proyectado?, ¿de qué sirve querer  saber el mañana, cuando aún no tenemos claro el presente?; ¿de qué sirve adelantar opinión?, ¿de qué sirve llorar a alguien, cuando don “Alguien” está aún con vida?, ¿de qué sirve quejarte cuando no haces nada por revertir esa situación que te mortifica?...

Probablemente muchos afirmarán que esas preguntas surgen de forma espontánea a raíz de los patrones de comportamiento de los humanos; otros podrían afirmar que son necesarias, puesto que es un aporte prevenir y anticiparse a eventuales situaciones. Pero el tema de fondo al que apunta mi reflexión es a generar un estado de conciencia vital que nos permita ser felices y disfrutar el estado en el que nos encontramos, y ¡ojo!: no estoy hablando de corrientes conformistas, tampoco pretendo criticar la sociedad de consumo, donde adquirir siempre será una necesidad que debe cubrirse para “sentirse mejor”.

A fines de 2013 salió publicada una encuesta de Gallup International, donde Perú es el quinto país más feliz en Sudamérica, y el tercero a nivel latinoamericano que considera tener una economía próspera y que el actual periodo será mejor que el anterior. Todo esto pareciera resumirse en un factor que está presente cada vez con más fuerza en el Perú, desde la época de los 80 hasta la actualidad, factor al que se le ha denominado "optimismo". ¡Sí!, el mismo optimismo que evitó que el Perú quebrara en dicho periodo, particularmente entre 1987 y 1992, años en los que este país llegó a tener una inflación generalizada, que en la cúspide de la misma alcanzó el 7.649,6%. El referido optimismo acompañó a esa generación de peruanos aguerridos, que en los momentos más críticos, donde producto de la necesidad y la coyuntura se vieron obligados a “lotizar” las calles del centro de Lima para dar paso a una revolución informal (economía marginal), que mala o buena, contribuyó a que el país no colapsara en su totalidad.

Al rememorar los años en cuestión, más de algunos de los lectores recordará que el optimismo citado también se hizo presente en aquellas noches tétricas donde la oscuridad (literalmente) invadía de pánico las calles del Perú, unos de los capítulos más infaustos de su historia.     

Así las cosas, no es casual que esta subjetiva (para algunos) doctrina filosófica llamada optimismo haya contribuido en gran parte al crecimiento del país, al posicionamiento del mismo en la comunidad internacional como destino de inversión extranjera; al reconocimiento de sectores como la gastronomía y el turismo y probablemente otros servicios, así como también al crecimiento sostenido de la economía peruana, 5% en promedio, y el dinamismo presentado por la actividad comercial, la que al cierre de 2013 logró 5,9%, impulsado principalmente por el incremento de las ventas de vehículos automotores, comercio al por mayor y menor.

Finalmente, y continuando con la reflexión que motivó este artículo: constantemente estamos y seguiremos estando expuestos a innumerables situaciones críticas y poco convencionales, momentos aciagos (en lo más amplio de la acepción de este término), en los que aparentemente no veamos la “luz”; pero imagínese si ante estas situaciones donde nos secuestra el peor escenario, donde pensemos que la mejor alternativa es “abandonar el barco”, nos fuéramos en búsqueda de nuevos horizontes... distinta sería la historia. Hoy la actitud cambió en el Perú. Al fin y al cabo, nadie sabe qué sucederá mañana.

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