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A 50 años de la muerte de Le Corbusier: un visionario... más polémico que nunca
Viernes, Agosto 28, 2015 - 10:09

Como arquitecto fue sin duda un faro de la modernidad. Pero políticamente se entendió con los fascistas. La conmemoración de los cincuenta años de su muerte, por tanto, despierta sentimientos encontrados.

En las fotos aparece peinado hacia atrás, vistiendo traje y con gafas oscuras de montura redonda. El aspecto de intelectual era una de sus señas de identidad. De origen suizo, Charles-Édouard Jeanneret-Gris, como en realidad se llamaba, quiso ponerse un nombre más elegante antes de convertirse en uno de los arquitectos más influyentes del siglo veinte. Como teórico de su ramo, urbanista, pintor, fotógrafo y diseñador de muebles, Le Corbusier se adelantó a su tiempo. En su honor, su semblanza adorna aún hoy día el billete de diez francos suizos.

El Centro Pompidou de París le dedica un homenaje, inaugurado en la primavera de este año. Bajo el título "Les mesures de l'Homme" ('las medidas del Hombre') una exposición celebra al arquitecto, francés de adopción. Como un titán asentado en una modernidad sin concesiones, pero sin perder de vista las medidas humanas. El diario alemán Die Welt rechazó entonces la muestra, sin embargo, tildándola como "la gran Corbu-mentira, que de su historia solo cuenta la mitad, y esconde bajo la alfombra la otra".

Polémico arquitecto mundial. Sobre Le Corbusier, está claro, hay opiniones encontradas. Unos alaban el genio que ideó la ciudad ideal, con sus bloques residenciales en medio de zonas verdes para albergar decenas de miles de personas como las construidas en Marsella, en Nantes o en Berlín. Otros aprecian al artista de la arquitectura, que diseñó la Casa de la Ciudad Universitaria de París, el Ministerio de Educación en Río de Janeiro o el centro administrativo y cultural en la ciudad india de Chandigarh. Pero, ¿y sus críticos? Para ellos, el lado humano de la estrella de la arquitectura dejaba mucho que desear. Le Corbusier, opinan, fue un dechado de arrogancia que explotó sin piedad a sus trabajadores.

El arquitecto, que no era una persona fácil, también construyó edificios religiosos. Su ahora famosa iglesia de Ronchamp disgustó tanto a los representantes eclesiásticos como a los críticos de la arquitectura. Con la sinuosa construcción al pie de los Vosgos no quiso seguir en absoluto las reglas clásicas de la arquitectura sagrada. Un caparazón de cangrego que vio en la playa de Long Island le inspiró la forma del tejado, explicó cierta vez Le Corbusier. ¿Intentaba así, en respuesta a las críticas contra su "deshumanizada máquina de construir", presentarse como inventor de una nueva arquitectura, inspirada en la naturaleza?

¿Era el amante de la técnica, que concebía las viviendas como "máquinas para vivir" ('machine à habiter'), en realidad un esotérico naturalista, alejado de una civilización a la que, con construcciones extrañas como su Iglesia de Ronchamp, trataba de romper los esquemas?

La simpatía por los nazis. Incluso medio siglo después de su muerte, que le sorprendió a la edad de 78 años en la playa de Mónaco, Le Corbusier todavía levanta pasiones. Los críticos se quejan de sus posiciones políticas. Su abierta simpatía hacia las ideas fascistas, sus contactos con exponentes de la extrema derecha, sus comentarios antisemitas, su complacencia con el gobierno de Vichy, que colaboró ​​con los nazis… Estas revelaciones biográficas enturbian estos días la imagen del arquitecto. ¿Le Cobusier demonizado a título póstumo? Ha sido una amarga discusión en Francia, a la que se ha buscado una salida.

Tras la presión del público, la Fundación Le Corbusier y el Centro Pompidou organizarán el año que viene un simposio. Su título: "Le Corbusier y la política".

Autores

Deutsche Welle