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Un Silicon Valley crece en el barrio porteño más cool
Martes, Enero 29, 2013 - 16:58

En Palermo Hollywood, Buenos Aires, un grupo de emprendedores tecnológicos trata de crear un pequeño Silicon Valley. Hace dos años el proyecto Wayra plantó su cuartel general con el objetivo de hacer convivir, interactuar y compartir experiencias a innovadores de Argentina y Uruguay.

Si hay un barrio que respira creatividad en Buenos Aires es el Palermo Hollywood. Rebautizado así por la proliferación de canales de TV, emisoras de radio, agencias de publicidad, productoras de video, estudios de diseño y otras empresas vinculadas a la comunicación, este barrio, que hasta los años de 1990 tenía más talleres mecánicos que bares, es hoy el epicentro de la movida gastronómica y un foco de la cultura porteña.

El valor del metro cuadrado ha crecido de manera vertiginosa, y la posibilidad de cruzarse con algún famoso es inversamente proporcional a la de encontrar una mesa libre en los restaurantes o un lugar para estacionar. Por sus calles casi no se ve gente de saco y corbata ni se escuchan conversaciones sobre el “dólar blue”, y en cambio transitan oficinistas “cool” de estilo descontracturado, siempre con smartphone o iPad en mano, esquivando a turistas de procedencias diversas.

En el corazón de esa movida, un grupo de emprendedores tecnológicos trata de crear un pequeño Silicon Valley. Hace dos años, apadrinado por el grupo Telefónica, el proyecto Wayra plantó su cuartel general, con el objetivo de hacer convivir, interactuar y compartir experiencias a innovadores de Argentina y Uruguay.

Tras un duro proceso de selección, solo un puñado de los cientos de aspirantes logra entrar a este círculo exclusivo. Reciben un aporte de dinero (unos US$ 50 mil) para empujar su proyecto, pero sobre todo reciben un verdadero shock cultural. Del garaje aislado del mundo, pasan a formar parte de una comunidad de emprendedores que se fijan la inmodesta meta de cambiar el mundo.

El ambiente relajado, las mesas de ping pong y la propensión a vestir de bermudas y remeras no debe llamar a engaño. Los jóvenes que forman parte del proyecto Wayra no se comportan como un grupo de estudiantes en viaje de egresados. Por el contrario, cuando se habla con ellos inmediatamente se siente el pulso de quien se siente movido por una necesidad urgente.

“Todos los que estamos aquí sentimos que corremos una carrera contra el tiempo. La consigna es ‘fail fast and cheap’. Es decir, hay que tomar riesgos, y si uno tiene que errar, es mejor que sea cuanto antes y de manera poco costosa, para enmendar errores y continuar. Si te tomás mucho tiempo de planificación y decidís ir de a poquito, alguien va a concretar tu idea antes que vos”, afirma Lucas Emma, un cordobés de 27 años que se instaló en el cuartel de Palermo Hollywood para potenciar su empresa Social Tools.

Dedicado a proveer aplicaciones para que las empresas puedan sacar rédito comercial de las redes sociales y “monetizar” sus fan pages, este proyecto permite entender por qué los directivos de Wayra prefieren hablar de “aceleradora de negocios” antes que de “incubadora”: en apenas seis meses, Social Tools pasó de tener dos clientes a tener presencia y facturar en 15 países.

Es apenas un ejemplo del cambio ocurrido que sufren los proyectos en el “antes y después” de pasar por esta experiencia.

Puede dar testimonio de ello Daniel Abadi, un psicólogo de 31 años y socio del proyecto Educabilia, que pretende crear un “market place” para la educación. Adaptando el concepto de sitios como e-bay o mercadolibre.com, posibilita que los profesores, expertos e institutos publiquen su oferta de cursos sobre especialidades diversas, y los estudiantes puedan reservar cupos online.

“Cuando llegamos a Wayra habíamos publicado 1.500 cursos, mientras que ahora tenemos más de 7.000 y nos estamos expandiendo a ocho países. Pasar por aquí nos dio contactos, visibilidad y la posibilidad de dar un salto de escala”, señala el entrepreneur.

El tamaño importa

Esas ansias por “jugar en las grandes ligas” es el ingrediente que los reclutadores de Wayra buscan. Por si quedara alguna duda, en las paredes de las oficinas pueden verse una serie de frases motivadoras, del estilo “go big or go home (apostá grande o andate a casa)”, además de otras que elogian el valor de la persistencia.

El director del proyecto Wayra Argentina, Andrés Saborido, explicó que las buenas ideas son importantes, pero sin un equipo capaz de ejecutarlas, quedan en la nada. “Es una de las lecciones que el mercado ha aprendido tras la fiebre de las punto com en los años de 1990, cuando proliferaban las incubadoras de negocios”, comentó el ex ejecutivo de Telefónica.

Cuando se le pregunta sobre las diferencias con los inversores que caracterizaron a la primera llegada de “venture capital” en Internet, Saborido destaca un punto fundamental: quien pone dinero ya no pretende quedarse con una porción mayoritaria del capital accionario, sino apenas con una  minoritaria.

“Si bien buscamos gente abierta a escuchar críticas y sugerencias, siempre que hay una divergencia sobre cómo hacer algo le dejamos la decisión final al emprendedor. El tiene la mayoría y el comando del proyecto. Si el entrepreneur no manda, pasa a ser como un empleado del inversor, y el proyecto naufraga inexorablemente”, dice Saborido.

En ese nuevo concepto el secreto consiste en el coaching que aportan mentores y expertos, entre los cuales se encuentran empresarios con trayectoria y expertos en el área tecnológica.

Innovación + eficiencia

Una de las preocupaciones fundamentales que se intenta transmitir es que los productos a desarrollar no deben ser apenas novedosos, sino fáciles de usar y, por sobre todo, aportar una mejora para la vida del usuario.

“Nadie cambia la forma en que hizo las cosas toda su vida sólo porque apareció un sitio que propone una mejora marginal; tiene que persuadirse de que realmente le va a resolver un problema”, enfatiza el director de Wayra.

El concepto parece haber prendido. Es el caso de Eventdoo, que se propone algo tan simple de decir como difícil de hacer: lograr que los organizadores de eventos dejen de perder plata por errores de cálculo. Uno de los socios, Nico Cavaliere, cuenta cómo surgió el emprendimiento.

“Un amigo organizó la venida de Deepak Chopra a Buenos Aires, pensando que iba a ser un buen negocio y resultó un desastre. Cuando le preguntamos si sabía cuántas entradas podía llegar a vender, nos respondió ‘y no, ¿cómo querés que sepa?’. Eso, que es muy común, demuestra cómo se puede eliminar el riesgo si uno invierte el orden del proceso y solamente hace el evento cuando ya vendió las entradas”, comentó.

Su socio, Sebastián Uchitel, está especializado en el crowd funding, asociado sobre todo a la financiación de proyectos artísticos.

“Desarrollamos una plataforma que permitiera pre-vender un evento. Se vende la entrada por anticipado, con la promesa de algún beneficio. Se fija una fecha límite para esa preventa y el evento sólo se hace si se llega a un mínimo de entradas vendidas. Y si no es así, se devuelve el dinero, y nadie pierde”, explica Uchitel.

Ya ayudaron a organizar 30 eventos bajo esta modalidad y notan interés creciente. Fanáticos de la música y seguidores de bandas uruguayas, creen que hay una veta importante en ese campo.

“Los músicos también son entrepreneurs, de alguna forma. Están en una industria donde se produjo un gran cambio, con una tendencia a saltearse intermediarios y autogesionar los proyectos. Y nuestra plataforma es útil para eso”, agrega el entrepreneur, que se entusiasma con la posibilidad de traer bandas del “semillero uruguayo” a Buenos Aires.

La obsesión por las redes sociales es una constante cuando se camina los pasillos de Wayra. Es lo que llevó a Tomás Franceschin y Agustín Tonna, junto con tres compañeros, a fundar Virallica, en plena “aceleración”, donde las edades oscilan entre 23 y 28 años.

Ofrece una plataforma para viralizar marcas mediante recomendaciones de los usuarios. “Alguien está navegando en Internet y ve un cartelito que le da 20% de descuento si tuitea mensajes recomendando el producto. Nosotros elaboramos ese mensaje, hacemos un seguimiento y reportes para asegurar que el mensaje realmente llegue”, explica Franceschin.

Del recelo a la colaboración

Saborido habla con orgullo de todos los proyectos bajo su padrinazgo, pero se le nota una satisfacción especial cuando se producen asociaciones entre varias empresas para proveer servicios. La palabra sinergia es una de sus preferidas. “Es importante que nuestros seleccionados se muden a nuestras oficinas durante el período de coaching. La interacción es parte fundamental del valor de Wayra, se genera un verdadero ecosistema emprendedor”, subrayó.

No es fácil consolidar esa incipiente cultura comunitaria. Para un emprendedor latino, tan apegado a la idea del secreto y al temor a compartir información clave, no siempre resulta fácil esa adaptación.

Para Franceschin de Virallica los primeros días fueron “raros” en ese sentido. “Estábamos compartiendo el espacio de trabajo con otros dos proyectos. Cuando tenía que hablar con mi socio sobre nuestros números y nuestros clientes nos íbamos a un costado y era todo en voz baja. Eso cambió radicalmente. Ahora hablamos libremente, los demás nos dan ideas, nos ayudan a solucionar problemas y cada tanto surgen posibilidades de colaboración”, dijo.

Los perfiles son diversos, dado que si bien los proyectos tienen en común una “pata” tecnológica, participa gente de formaciones y experiencias diversas. Esa se considera otra de las ventajas.

A veces se requieren negociaciones propias de la convivencia, como el del volumen al que se escucha la música. En todo caso, las diferencias se hacen irrelevantes cuando se las compara con lo que estos jóvenes tienen en común; el espíritu entrepreneur.

“Es algo muy palpable, aquí podés venir un fin de semana y ves gente trabajando. No hay espíritu de oficina, porque todos sienten que trabajan para ellos mismos y se fijan metas muy ambiciosas. Quieren cambiar el mundo”, se entusiasma Saborido.

Crédito foto: Flickr Wayra Argentina

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observa.com.uy