China es el nuevo gran socio de América Latina, pero los países al sur del Río Bravo siguen encasillados en el rol que jugaron para Europa, primero, y para Estados Unidos, después: el de proveedores de materias primas.
Aunque China no ha hecho pública su agenda de cara a América Latina, es fácil imaginar lo que su ministro de Exteriores, Wang Yi, busca al otro lado del Pacífico: del 18 al 27 de abril, el diplomático chino de más alto rango volará a Cuba, Venezuela, Argentina y Brasil para hablar con sus respectivos gobiernos sobre abastecimiento de materias primas, acceso a los mercados locales y, quizás, sobre la posibilidad de hacer inversiones en sus territorios. De que las negociaciones fluirán sin obstáculos caben pocas dudas.
Y es que China se estableció hace mucho tiempo como una potencia económica en los países al sur del Río Bravo. Entre los años 2000 y 2012, el comercio bilateral creció a un ritmo sostenido; éste produjo US$261.000 millones en 2013. En muchos países latinoamericanos, China sólo es opacado como socio comercial por Estados Unidos y uno que otro vecino. Pero en la economía más grande del subcontinente, Brasil, China desplazó a Estados Unidos del primer lugar hace varios años.
El insaciable apetito de China por las materias primas brasileñas contribuyó considerablemente a financiar el robustecimiento económico del gigante sudamericano en la primera década de este siglo. De hecho, China ayudó a otros países de la región a superar sin rasguños la crisis financiera que sacude a Estados Unidos y a Europa desde 2007. Las divisas chinas le han hecho mucho bien a las arcas de varios Estados latinoamericanos. No obstante, muchos observadores ven con recelo la relación que China y América Latina sostienen.
América Latina volvió a caer en la trampa. Los críticos lamentan que Latinoamérica haya vuelto a caer en la trampa de la que, a decir verdad, nunca logró salir; sus países siguen encasillados en el rol que jugaron para Europa, primero, y para Estados Unidos, después: el de proveedores de materias primas. ¿Cómo se va a crear valor agregado entre Tijuana y la Tierra del Fuego cuando sólo México y Brasil tienen industrias dignas de ser tomadas en serio y hasta los negocios más productivos de Sao Paulo son, en su mayoría, menos competitivos en suelo brasileño que las compañías chinas?
Las exportaciones brasileñas verdaderamente exitosas se limitan al área de la aeronáutica, con Embraer, y de las tecnologías de la información. Esa falta de competitividad puede ser atribuida a las deficiencias infraestructurales y a la mala formación profesional de muchos brasileños. Es verdad que las divisas que entran al país ya no benefician únicamente a una élite reducida, pero también es cierto que esos recursos rara vez se orientan hacia inversiones sostenibles.
Brasil se ufana de tener una democracia consolidada; pero, al igual que los gobiernos populistas de Argentina, Ecuador y Venezuela, también el brasileño “compra” el respaldo de la población más pobre mediante la subvención de alimentos, proyectos de vivienda estatales u otros programas poco sustentables. A Brasil le costó 8.000 millones de euros convertirse en sede de un campeonato mundial de fútbol; ese dinero habría podido financiar la conexión de sus puertos marítimos con las redes de tránsito nacionales.
Interés a largo plazo. Este estado de cosas no les molesta para nada a los chinos. Después de todo, los costos de producción también han aumentado progresivamente en el Lejano Oriente. Todo apunta a que Pekín no está interesada en hacer negocios a corto plazo, sino en involucrarse a largo plazo en el desarrollo de Latinoamérica. Según el centro de investigaciones Inter-American Dialogue y la Universidad de Boston, China le ha otorgado créditos a gobiernos y empresas latinoamericanas valorados en más de US$100.000 millones estadounidenses desde 2005.
Los préstamos chinos ascendieron a US$37.000 millones solamente en 2010; más que la adición de todos los créditos otorgados a América Latina por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Eximbank de Estados Unidos. Contradiciendo otros análisis, los investigadores del Inter-American Dialogue y la Universidad de Boston señalan que los créditos chinos no constituyen dinero barato a cambio de futuros envíos de barriles de petróleo. Al contrario, China está invirtiendo en la construcción de infraestructura en Latinoamérica.
Bajo esa premisa se invirtieron en Venezuela más de US$50.000 millones en Venezuela; buena parte de esa suma fue a dar a la recuperación de la infraestructura petrolera. También las prácticas diplomáticas de Pekín delatan que sus estrategas están pensando más allá del futuro inmediato. Desde 2001, China cultiva sociedades estratégicas con cinco países latinoamericanos: México, Venezuela, Perú, Brasil y Argentina. A juicio de Marc Szepan, del Instituto Mercator de Estudios Chinos (MERICS) de Berlín, China responde de esta manera a la creciente influencia de Estados Unidos en Asia.
Szepan: “El lema de Pekín frente a Washington parece ser: ‘si tú buscas amigos en mi vecindario, yo buscaré amigos en el tuyo’ ”.
Buscando amigos. “El lema de Pekín frente a Washington parece ser: ‘si tú buscas amigos en mi vecindario, yo buscaré amigos en el tuyo’”, explica Szepan. Y en ese proceso, los chinos actúan más cuidadosamente de cara a Latinoamérica que los estadounidenses en el siglo XX. “En lugar de inmiscuirse en los asuntos internos de los países latinoamericanos, China busca establecer plataformas de diálogo multilaterales”, sostiene Ana Soliz Landivar, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA) de Hamburgo.
Para Soliz Landivar, la meta de China es imponer sus intereses comunes con América Latina en gremios internacionales como el Grupo de los Veinte y la Organización Mundial del Comercio. Esta actitud reservada de China podría terminar resultándole provechosa. Los escépticos ya anticipan que América Latina se deslastrará de su dependencia económica frente a Estados Unidos para entrar en una nueva relación de dependencia con China. Eso es algo a lo que ningún latinoamericano debería aspirar.