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Inconsistencias entre percepción y realidad
Miércoles, Mayo 19, 2010 - 10:25

La educación y el sistema educativo público son fundamentales y decisivos. Si el gobierno no lo entiende así, Martinelli gozará de alta popularidad, pero la historia se encargará de vetar su gestión de estadista, justamente lo que demanda hoy día un país con la expansión económica de Panamá.

El presidente panameño, Ricardo Martinelli, continúa siendo uno de los presidentes con mayor índice de aprobación en Latinoamérica, según los últimos resultados de gestión que arrojó la encuesta de Dichter & Neira, realizada entre el viernes 7 y el domingo 9 de mayo, y que se aplicó a 1.200 personas.

El mandatario panameño recibe actualmente un respaldo de 71% a su gestión. Desde su subida al poder hace diez meses, Martinelli se ha caracterizado por mantener altos  índices gracias a una serie de medidas de alta aceptación. Dos de ellas destacan por encima de las demás: el programa 100 para los 70, y un programa de incentivos a estudiantes de las escuelas públicas.

El programa 100 para los 70 consiste en otorgar mensualmente US$100 a todo panameño o panameña mayor de 70 años de edad, carente de jubilación del Seguro Social. El concepto fue una promesa de campaña del actual vicepresidente y canciller Juan Carlos Varela, adoptada luego por Martinelli, al darse la alianza entre ambos, en diciembre de 2008. En paralelo, el programa de incentivos a estudiantes consiste en la entrega de mochilas con útiles escolares, las que se distribuyen al inicio del año escolar junto a un bono de US$20 por alumno, y becas para aquellos con calificaciones sobresalientes. Ambos programas han sido del beneplácito popular.

Pero a pesar de la implementación de ambos programas, los resultados de mayo reflejaron una disminución de 10 puntos respecto a la de abril, mes donde el índice de gestión de Martinelli había subido 10 puntos, los mismos que cedió ahora para regresar a los niveles de marzo.

La escalada de abril estuvo motivada por dos factores puntuales que parecen haberse desvanecido este mes. Por un lado, el gobierno ganó puntos evitando el cierre escolar propuesto por los gremios magisteriales. El antídoto al cierre fue la ejecución del programa de incentivos escolares. El otro elemento que contribuyó de manera notoria al repunte de abril, fue la organización de los Juegos Centro Americanos. El 89% de los panameños señaló que el gobierno hizo una excelente o buena labor organizándolos.

Panamá, país de contrastes. En el plano positivo, el país se proyecta entre los de mayor expansión económica de la región. Durante 2010, se estima que Panamá crecerá entre 3,8% y 4,2%.

La industria de la construcción, uno de los principales motores económicos de los últimos años, muestra una sensible disminución en el número de permisos otorgados, sin embargo, esta merma se verá cómodamente compensada con los trabajos de expansión del Canal de Panamá, cuyo presupuesto es de US$5.250 millones, y el inicio de las labores del Metro de la Ciudad de Panamá, obra insignia de la administración Martinelli, que garantizan una inyección adicional superior a los US$1.000 millones, durante los próximos cuatro años.

Pero todo no es color de rosa. Existen factores de vieja data que requieren de medidas cada vez más apremiantes para transformar la creciente economía en desarrollo social.  La inseguridad ciudadana se ha convertido en el principal problema del país, según la mayoría, tal como lo ha revelado la encuesta Dichter & Neira en repetidas ocasiones.

En adición, el 56%, señala que la seguridad ciudadana ha empeorado con este gobierno, frente al 9% que cree que ha mejorado y 33% que piensa que sigue igual. Varios asesinatos, uno de alto perfil y otro realizado con un alto nivel de violencia en contra de la la víctima, han conmocionado a la opinión pública panameña, por encima de la creación de un nuevo Ministerio de Seguridad, anunciado desde el mes pasado.

Más pruebas del contraste entre la notable posición económica que tiene Panamá, con el  desarrollo social del país, se observan en los resultados de la encuesta. El 57% de los consultados afirma que el precio de la canasta básica del país se ha desmejorado con este gobierno, frente al 4% que cree que se ha mejorado y el 37% que cree que sus precios continúan estables. En realidad, la canasta básica se ha mantenido estable desde que Martinelli subió al poder. Sin embargo, el problema más que radicar en la canasta básica, se pesenta en la pobre calidad del sistema educativo, que impide al panameño agregar suficiente valor a su actividad laboral y percibir mayores ingresos que le permitan con más holgura cubrir sus necesidades básicas.

La encuesta Dichter & Neira también aquí es muy clara: la percepción de gobierno, como promotor de empleos, tampoco obtuvo resultados favorables. El 40% de la población señala que las fuentes de empleomanía son ahora más desfavorables, frente al 12 % que afirma son más favorables y 45% que no ha visto variación alguna. En realidad, el desempleo ronda alrededor del 10%, uno de los más bajo de la región. Por eso es que estas inconsistencias entre percepción y realidad tiene una única explicación: la calidad de vida del panameño promedio no está correlacionado al crecimiento económico. En resumidas cuentas, hay una pobre distribución de la riqueza y las asimetrías entre los que todo lo tienen y aquellos que todo les falta, pareciera pronunciarse con los avances de la globalización. Esta disparidad, cáncer en una mayoría de países de nuestra región, es el talón de Aquiles del país, luego de décadas de retraso académico e indiferencia colectiva.

Entre promesas de campaña y esperanza. Justamente hace un año, Ricardo Martinelli ganó las elecciones de Panamá con 60% de los votos y una participación electoral de 74%. La encuesta de Dichter & Neira indagó sobre el cumplimiento o no de las promesas de la campaña, la que arrojó que la mayoría de los panameños ha encontrado refugio en la esperanza.

El 56% del electorado acredita que el gobierno está en el camino correcto de cumplir sus promesas, contra 37% que lo desacredita y 6% que está indeciso. Es decir, la mayoría de los panameños todavía le da el beneficio a que el cambio a un mejor Panamá se producirá, eje estratégico y razón fundamental por la cual Martinelli fue electo.

Recientemente, en un discurso pronunciado ante el Consejo Nacional de Periodismo, organización que aglutina gremios, medios y facultades de Comunicación Social, Martinelli afirmó que el principal problema que tiene la democracia son las promesas incumplidas que hacen los gobernantes. Martinelli prometió una mayor calidad de vida a los panameños y el respaldo histórico que recibió su propuesta lo comprometió con ese cambio, ya que su gobierno se enfrenta hoy a una sociedad que requiere de ciudadanos capaces de insertarse en un sistema económico abierto y globalizado.

Pero su principal reto va más allá de la alimentación de la esperanza, el subsidio dependiente o la solidaridad humanitaria con los que menos tienen. El gobierno de Martinelli necesita sentar bases más profundas y sólidas que propicien una sintonía entre crecimiento económico y desarrollo social sostenido. Las asimetrías sociales se resuelven elevando las oportunidades de bienestar de los que menos tienen. En ese sentido, la educación y los sistemas educativos públicos juega un rol fundamental y decisivo. Si el gobierno aún no lo ha entendido así, lo demás serán cantos de sirena. Martinelli gozará de alta popularidad, pero la historia se encargará de vetar su gestión de estadista, que es justamente lo que demanda hoy día, un país con la expansión económica que experimenta Panamá.