Fue el rostro de la campaña a favor del brexit. Y hay quienes creen que el ex alcalde de Londres, Boris Johnson, podría convertirse en el próximo primer ministro británico.
Cuando Boris Johnson anunció en febrero que apoyaría la campaña a favor del brexit, le confirió más peso, gracias a su gran popularidad, tanto entre la opinión pública como en las filas del partido conservador.
Se dice que el premier británico, David Cameron, trató durante semanas de persuadir a Johnson de luchar junto al gobierno por la permanencia de Gran Bretaña en la UE. Pero no lo consiguió. Muchos creen que su decisión de liderar el bando a favor de abandonar el club europeo fue una jugada oportunista. No lo habría motivado la convicción, sino el cálculo de que podría mejorar así sus posibilidades de convertirse en jefe del partido conservador. Porque la renuncia de Cameron ante una derrota en el referéndum se daba por descontada.
El “más popular”. Sea como fuere, la popularidad de Johnson va más allá de la consulta sobre la UE. “A diferencia de la mayoría de los políticos, habla claro y tiene buena llegada a las personas de diversas tendencias”, dice Adam Bienkov, subjefe de redacción del portal politics.co.uk. Y agrega: “No es un político convencional. Dice cosas que otros no quieren decir. A veces el tiro le sale por la culata, pero de todas formas permanece en la memoria. La gente lo conoce y es el político más popular de Gran Bretaña”.
Antes de entrar en la política, Johnson desarrolló una exitosa carrera periodística. Escribió en The Times y en el Daily Telegraph y fue editor del rotativo conservador The Spectator. En 2001 dejó esa tarea y se convirtió en parlamentario, pero siguió trabajando como columnista en la prensa. Durante su época de alcalde, ganó más como periodista que como político. Tras ocho años en la alcaldía londinense, regresó en 2015 a la Cámara de los Comunes. Con sus osados comentarios y su cáustico sentido del humor ha ganado fama y, para muchos, marca un bienvenido contraste con el gris cotidiano del quehacer político.
“Simplemente es muy carismático”, dice el comentarista político James Bloodworth. Y subraya: “En el partido conservador están muy conscientes de eso. Boris es un tipo ganador, pero también toca muy bien en el teclado ideológico del partido, lo cual es una combinación poco frecuente”.
Discurso problemático. Pese a su apariencia poco convencional, a su peinado enmarañado y a sus comentarios poco diplomáticos, desde hace tiempo se especula que Johnson quiere desalojar a Cameron del Nr. 10 de Downing Street. Pero también hay muchos que ponen en tela de juicio su gestión. Durante su época de alcalde, subió por ejemplo el precio del transporte colectivo y hubo varios conflictos salariales con los sindicatos.
Cuando renunció a ese cargo, la mayoría de los periódicos publicó recopilaciones de sus mejores dichos. Pero esos exabruptos, aunque causan gracia, no encajarían bien en el discurso de un primer ministro. Por ejemplo, en la ciudad de Portsmouth, dijo que había “demasiadas drogas, demasiada obesidad, demasiada falta de éxito y demasiados parlamentarios laboristas”. El comentarista James Bloodworth cree que Johnson no sería un buen primer ministro, por sus muchos faux pas: “Cuando se llega a la jefatura de gobierno, ya no se avanza tan fácilmente con comentarios graciosos”.