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"Tiburón", cuarenta años de una gran película de miedo
Martes, Junio 9, 2015 - 15:03

Muy pocos pensaron que la historia de un escualo gigante iba a transformarse en un hito cinematográfico. Hasta ese momento, no todos conocían el talento de un tal Steven Spielberg.

Para entender el éxito de esta película, basta analizar una cifra: las ganancias obtenidas por el filme superaron más de cincuenta veces el presupuesto utilizado. A cuatro décadas del estreno de "Tiburón", el punto más claro para entender su trascendencia es la forma en que cambia el cine comercial a partir de la recepción del público.

En este caso el mérito mayor es el juego con las sensaciones del espectador. Escenas de una tremenda carga de miedo en torno al escualo gigante, sin que el tiburón siquiera aparezca en la pantalla.

En general, se le ha sumado una serie de virtudes, como la buena presentación de los personajes principales, la perfecta relación de la música incidental con las escenas clave y una edición ágilmente dramática.

A eso se sumó una actgiva dinámica de merchandising, práctica que -hasta ese momento- era realmente muy poco explotada. A partir de "Tiburón" se entendió que una buena película también podría ser un buen producto.

Estrenada en más de 450 salas de cine de Estados Unidos, fue recibida de buena forma por la crítica especializada, galardonada con numerosos premios (banda sonora, montaje, guión) y vista por millones de espectadores. Hasta el año 1977 fue la producción más taquillera en la historia del cine. La película que le quitó el cetro fue "Star wars".

Ambas mostraron una fórmula exitosa que -hasta ese momento- Hollywood no encontraba: películas de acción o aventura basadas en premisas sencillas, que se estrenan en verano rodeadas de grandes campañas publicitarias y en muchas salas para asegurar una buena presencia de público.

Richard D. Zanuck y David Brown, productores de Universal Pictures, habían oído hablar por separado del proyecto de una novela llamada "Tiburón", escrita por Peter Benchley.

El autor era editor literario en la revista Cosmopolitan, en la que la esposa de Brown era editora general. En una oportunidad el productor le pide al editor literario un resumen de su proyecto y, al final, Benchley no duda en comentar: "Puede ser una buena película".

Brown y Zanuck se entusiasman y le piden a Benchley leer el proyecto que aún no tenía una versión definitiva. Ambos productores quedaron entusiasmados con la historia y adquieron los derechos de la novela antes de su publicación.

Al comenzar el trabajo de buscar un director, primero pensaron en llamar al reconocido John Sturges (responable de la intimista "El viejo y el mar"), pero se reúnen varias veces con Dick Richards (quien el año anterior había estrenado su ópera prima "Coraje, sudor y pólvora"), con quien definitivamente no logra establecerse un buen fiato creativo.

En tercera instancia se reúnen con otra promesa: Steven Spielberg, de 26 años, quien recién había terminado la película "Loca evasión", basada en hechos reales y producida por los mismos Brown y Zanuck.

Las filmaciones comenzaron antes del estreno de "Loca evasión" y, aunque Spielberg quedó encantado con el proyecto literario de Benchley, comenzó a tener dudas en torno a su propia carrera. Pensó que entre "Loca evasión" y "Tiburón" iba a quedar encasillado.

Quiso salirse del proyecto, pero lo productores ejercieron el peso del contrato firmado. "Después podrás hacer todas las películas que quieras", le dijo con evidente premonición el productor David Brown.

La película comienza sus filmaciones en mayo de 1974 en la isla Martha's Vineyard, Massachusetts. Si bien se centra en el tercer capítulo de la novela de Benchley, lo cierto es que la versión final del guión se fue realizando a medida que se iba filmando. Hubo aportes creativos del guionista Carl Gottlieb, y de los propios actores, quienes participaban de la historia en los ensayos.

El escualo de ocho metros que asusta a los habitantes del ficticio pueblo de Amity Island en realidad estaba conformado por tres réplicas de tiburones a tamaño real con accionamiento neumático, llamados de manera jocosa "Bruce" por el equipo de producción, en honor al abogado de Spielberg, Bruce Raimer.

Bajo un sistema tipo trineo acuático, los muñecos eran arrastrados por un cable de cien metros. Una réplica de tiburón se movía de izquierda a derecha de la cámara y otro exactamente igual lo hacía a la inversa. Un tercero hacía las veces de "reserva".

El diseño estuvo a cargo de Joe Alves e implicó un equipo de casi cuarenta técnicos, supervisados por el renombrado especialista en efectos mecánicos Bob Mattey, conocido por ser el creador del calamar gigante que aparece en la película de 1954 "Veinte mil leguas de viaje submarino".

Con todo ese trabajo en equipo, la mejor lección de "Tiburón" a Hollywood fue que nada es un detalle en una filmación y que los requerimientos de los equipos responsables pueden ser una inversión altamente lucrativa en el mediano plazo.

 

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