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“Viaje a los pueblos fumigados“: los estragos de los transgénicos en Argentina
Lunes, Febrero 26, 2018 - 13:56

El veterano cineasta Pino Solanas denuncia en su último documental las secuelas para la población y el medioambiente que ha tenido la apuesta por la soja.

El cineasta y senador argentino Fernando "Pino" Solanas (Olivos, 1936) y su último documental, "Viaje a los pueblos fumigados", fueron ovacionados tras su proyección fuera de concurso en la sección Berlinale Special. El ganador del Oso de Oro por "Memoria del saqueo" en 2004, llegó a la sala acompañado por el director del festival, Dieter Kosslick, y de su hija, Victoria Solanas, que produjo la cinta que narra con dramáticos testimonios de pobladores, médicos e investigadores, los estragos provocados por el uso de agrotóxicos.

Es una película vibrante y de investigación del autor, que lleva al espectador a un viaje a través de siete departamentos en Argentina. Con la voz de Solanas en el relato, comienza en el norte del país, en donde se ve el llamado desierto verde, los monocultivos de soya transgénica que se extienden a lo largo de héctáreas en donde no hay ningún otro ser vivo, ni pájaros, ni mariposas, ni hierbas de otro tipo. A la par se ve el avance de la deforestación para extender la tierra cultivable, se queman bosques y árboles que tardan cientos de años en crecer. "Una destrucción que no se puede cuantificar en dinero", señala uno de sus protagonistas.

Solanas, quien preside la Comisión en el Senado de Ambiente y Desarrollo Sustentable, recuerda en conversación con DW, que el documental es el último de una serie de 8 películas que filmó tras la crisis política y económica que sufrió su país en 2001, cuando cayó el gobierno de Fernando de la Rúa, a raíz del llamado "corralito".

"Los bancos incautaron los depósitos de los ahorristas. Tuvieron que blindar las ventanas porque los ahorristas desesperados, querían sacar su dinero. En mi  película, „Memoria del saqueo", se ven mujeres armadas con martillos queriendo romper los vidrios de los bancos para intentar que les devuelvan la plata. Fue una crisis terrible. Los niños desnutridos, hubo una ola de desocupados", afirma el cineasta.

Le siguió "La dignidad de los nadies", un segundo documental sobre cómo se defendieron las víctimas, las ollas populares, los comedores infantiles. "Los chicos en los barrios, como no iban a la escuela ni sábado ni domingo, esos días no comían, porque sólo comían en la escuela. La Argentina vivió una crisis de pobreza intensa. Esa fue la famosa crisis del 2001/2002, ahí nacieron estas películas. Yo decidí documentar con imágenes lo que estaba pasando en el país".

El viaje lleva al espectador al Puerto de San Martin, a orillas del Paraná, en donde se han asentado todas las trasnacionales que  exportan aceite de soya, unas 120 millones de toneladas al año, cuyo principal destino es el sureste asiático. ¿Quien controla cuánto declaran? ¿Cuánto de la renta del Comercio Exterior que quedó en manos de multinacionales irá a parar a cuentas offshore? Pregunta Solanas en la narración.

El centro de la película es el drama de la intoxicación de la población que come alimentos vegetales frescos y envasados que contienen una importante proporción de agrotóxicos que enferman y matan. Una activista de la organización BIOS, asegura que la población tiene por lo menos 3 agrotóxicos en la sangre que se utilizan en la producción de alimentos, entre ellos, el glifosato. Se encuentran en las uvas, en el arroz, en las lechugas, en el tabaco. Entre los casos más dramáticos figura el envenenamiento de dos niños con endulfosán 2-4-D, mientras jugaban en el barro, dicha sustancia está prohibida y se sigue usando.

Argentina, llamada el granero del mundo, ha apostado por los agrotóxicos y los transgénicos para aumentar su volumen exportador, con devastadoras consecuencias para la población. Entre los testimonios de científicos, figura el del médico pediatra y neonatólogo del Hospital Universitario de Maternidad de Córdova, Medardo Ávila Vázquez, confrontado con crecientes casos de malformaciones, de niños con problemas respiratorios, de comunidades en dónde el cáncer se multiplica, casos que antes no se veían y que se derivan del creciente uso de agrotóxicos.

"La apuesta por la soja comienzó con Menem. En 1996 Argentina se convirtió en el primer país de América Latina que autorizó el cultivo de la soja transgénica. Desde la Argentina, pasó a Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia. Los transgénicos, aunados a los buenos precios internacionales de la soja convirtieron a la soja transgénica, una plantita muy resistente a todo, que si no llueve igual resiste, en un cultivo económicamente muy rentable. Y como el campo venía de una crisis profunda que había empobrecido a tantos pequeños y medianos productores, la aparición de la soja transgénica fue una fiesta, fue un salvavidas para todos. Nadie quiso ver las consecuencias que iba a tener. Lo importante en ese momento era salir de la crisis", dice Solanas.

El cineasta subraya que el problema es que en Argentina el Tesoro nacional recibe importantes contribuciones del campo por los impuestos a la exportación de los cereales, y por ello, no se piensa en buscar un consenso para concertar una transición para abandonar esos cultivos.  "Todos estamos comprometidos con la soja y nadie quiere hablar de ésto porque sería empobrecer al país.  Por eso, cuando se enteraron de que una película mía llamada "Viaje a los pueblos fumigados", se iba a mostrar en Berlín, se volvieron locos. Ayer no vino nadie del Instituto de Cinematografía argentino que tiene un stand aquí".

Sin embargo el cineasta y senador afirma que el problema es universal. "Todos los países agrícolas utilizan agroquímicos que son agrotóxicos", y recuerda la lamentable decisión de Alemania y de la Unión Europea que autorizaron el uso del glifosato en noviembre pasado durante cinco años más. Una decisión que fue seguida con atención en Argentina, que sienta un mal precedente internacional.    

El documental concluye mostrando las consecuencias de este modelo en el cambio climático. "La pampa húmeda está inundada. Cada año cada vez más. A pesar de que en la COP 21 de 2015 en París hubo un compromiso internacional de reducir los gases de efecto invernadero, éstos no se redujeron, se incrementaron más en 2016 y 2017 fue el año más caliente de la historia. Vamos hacia una catástrofe monumental, pero la humanidad no tiene consciencia de eso. Es muy difícil de parar porque habría que desactivar los grandes centros industriales y tecnológicos mundiales. El cambio climático va mucho más rápido que la velocidad del cambio industrial y tecnológico, del modelo de vida y del consumo en la vida cotidiana, pero la gente cree que eso no le va a tocar. Cree que las catástrofes están lejos y que no le van a afectar".

Autores

Eva Usi/ Deutsche Welle