El resultado es una catástrofe para todas las partes. La decisión solo deja perdedores. Puede que ahora los defensores del brexit se sientan más independientes. Sin embargo, pronto se darán cuenta que tan solo es una independencia ficticia. El país será más pobre. Además, algo que constantemente pasa por alto: el Reino Unido podría derrumbarse, ya que la mayoría de escoceses desean permanecer en la Unión Europea (UE), lo que amenazaría con una eventual ruptura con el Reino Unido. También los llamados a una Irlanda unida podrían ser cada vez mayores, ya que las fronteras de la UE, después del brexit, pasarían a través de Irlanda.
Igualmente, es de esperar ver consecuencias similares en el resto de la UE. No solo se perderá a un importante contribuidor, sino a un peso pesado militar, de la política externa y de la diplomacia. Se perderá a un Estado que hacía a la UE más internacional, más competitiva en el mercado.
Alemania extrañará especialmente a los británicos. Hay suficientes países que quieren alejar a la UE de la globalización, para quienes las palabras “disciplina administrativa” son extranjeras. Londres y Berlín tiraban aquí de la misma soga. Ahora, este aliado quedará faltando.
Posiblemente, la consecuencia más grave sea política, y difícil de palpar: ahora, el brexit puede servir de ejemplo, desencadenando así futuras salidas. Seguramente muchos países amenazarán con referendos similares y, así como hizo el Reino Unido, exigirán toda clase de excepciones y reglas especiales. Al final quedará una UE, en donde cada quién busque lo que mejor le convenga y no tenga que asumir compromisos. Como un serio actor global, esta sería la imagen que estaría dando la UE.
¿Dónde queda el valor agregado de Europa? Muchos en Europa quieren que los británicos experimenten la decisión del brexit: afuera es afuera. No puede haber concesiones. Por el contrario, que sirva de ejemplo para países con tendencias similares; para “desertores” (así como lo dijo el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker) no existe el perdón. Entendible desde el punto de vista humano. No obstante, perjudicaría los propios intereses internos.
Quien tenga sed de revancha, juzgaría erróneamente al no darse cuenta lo escéptico y hostil que se han vuelto muchos países con respecto a la Unión. Amenazas de este tipo tan solo caldearían aún más los ánimos. Por el contrario, lo que hay que hacer es mantener la calma y tratar de encontrar nuevos caminos con los británicos. Obviamente, esto nunca reemplazará la membrecía a la UE, pero una política del “todo o nada” no conllevaría a un buen camino.
Ahora, la UE debe reflexionar sobre lo que ha sucedido. Para los ciudadanos ya no basta el mantra de Bruselas de “más Europa”. Esta no puede ser la respuesta a todos los problemas. Un buen ejemplo es la crisis de refugiados: para muchos el mayor desafío del continente. En este caso se dio el “más Europa” en la demanda alemana más que todo, de repartir un ilimitado número de inmigrantes por toda Europa. Asimismo, la crisis de la deuda soberana se agudizó con la “respuesta europea”: los Estados ricos se sienten aprovechados, y los pobres, tratados con condescendencia.
Una mayor cooperación europea deberá ser ahora mejor justificada. Ya no es suficiente tener a la UE como referencia de proyecto de paz y poner las demás preguntas de lado.
La decisión de los británicos es una pesadilla. Pero es, a su vez, el mayor llamado de atención. Ahora solo queda ejercer la autocrítica y reflexionar lo que se puede hacer para el futuro. Ese es el mandamiento a cumplir.