Chile es (junto con Perú, Uruguay y México) de los pocos países latinoamericanos que cuenta con una agencia de cooperación propia.
Santiago, EFE. La cooperación internacional, de la que Chile se benefició durante décadas, ha cambiado hoy día hasta el punto de que este país, el más próspero de Latinoamérica, colabora en proyectos con sus antiguos donantes, a quienes incluso entrega asesoría de tipo técnico.
"El año pasado la Unión Europea nos dijo que se acababan los programas de cooperación bilateral con Chile", explicó en entrevista con Efe Jorge Daccarett, director ejecutivo de la Agencia de Cooperación Internacional de Chile (AGCI), un organismo que maneja un presupuesto anual de US$11 millones para financiar un total de 112 proyectos.
Chile es (junto con Perú, Uruguay y México) de los pocos países latinoamericanos que cuenta con una agencia de cooperación propia. Su nacimiento se remonta al año 1989, "cuando Chile recuperó la democracia", recuerda Daccarett.
"Era necesario contar con una agencia para manejar toda la cooperación que Chile empezaba a recibir. Inicialmente se trataba de ayuda financiera y asistencia técnica para implementar políticas públicas", explicó.
Pero en la medida en que fue prosperando, Chile empezó a desempeñar una doble función, como receptor y también como cooperante.
"Cuando entramos a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo) nos graduamos definitivamente y dejamos de recibir más flujos".
Durante la presidencia de Ricardo Lagos (2000-2006), la agencia pasó del Ministerio de Desarrollo Social a la Cancillería, al considerar que la cooperación era una herramienta de apoyo a la política exterior.
"Hoy día estamos haciendo cooperación prácticamente con todos los países de América Latina y el Caribe, especialmente con Centroamérica", contó Daccarett.
La cooperación que ofrece Chile es de tipo "Sur Sur" y por ello no hay transferencia directa de recursos a los destinatarios, sino que la ayuda consiste en asistencia técnica y fortalecimiento del capital humano.
México, el otro socio latinoamericano de la OCDE, desarrolla este mismo modelo de cooperación, mientras que Perú y Colombia también están empezando a desempeñar el doble rol de receptor y donante.
Según Daccarett, no es casualidad que los cuatro países que más han avanzado en este ámbito sean precisamente los miembros de la Alianza del Pacífico, un mecanismo de integración regional que agrupa a las economías latinoamericanas más abiertas y pujantes.
Pero no sólo ha cambiado el mapa de la cooperación regional, sino también la forma de ayudar.
"Los países nos dicen qué es lo que quieren aprender; nosotros no imponemos nada. Nunca se puede ser tan soberbio como para considerar que no tienes nada que aprender", señaló el responsable de la AGCI, que impulsa sobre todo proyectos de desarrollo social, igualdad de genero, apertura comercial, seguridad de personas y seguridad alimentaria.
Chile se ha transformado además en vértice de un triángulo de cooperación que tiene en los otros extremos a los socios de la OCDE y los países de América Latina y el Caribe.
"En este tipo de programas triangulares estamos trabajando con Australia, Corea, Japón, Estados Unidos, la Unión Europea y España y estamos empezando a generar proyectos también con Canadá y Nueva Zelanda".
El prestigio internacional del país y el hecho de que Chile sea parte de la OCDE transmite confianza a los cooperantes tradicionales.
"Saben que con a través de nosotros van a obtener resultados", subrayó Daccarett, quien explicó que Chile aporta el 20 por ciento de la financiación y los otros donantes, el 80 por ciento restante.
"Si estos países entran directamente, la cooperación es muy vertical y los receptores no están abiertos a esta imposición de 'hermano mayor' que viene a enseñar cómo se hacen las cosas", agregó.
Con Chile hay mayor afinidad lingüística y cultural. "Para un hondureño es más fácil hacer cooperación con un chileno que con un noruego", citó Daccarett como ejemplo.
La Agencia de Cooperación Internacional de Chile además trabaja con tres ONG de su país (Techo, América Solidaria y Coaniquem) que tienen presencia internacional.
"Chile es un ejemplo de cómo incorporar a la sociedad civil en materia de cooperación. El reto que tenemos ahora es incorporar también al sector privado, que es el gran desconocido", reconoció el director de la AGCI.
Daccarett aseguró que la crisis económica que azota a los países desarrollados no ha afectado aún a los programas conjuntos de cooperación.
"Nosotros teníamos depositado un millón de euros en Chile para proyectos de cooperación triangular con la AECI (la Agencia Española de Cooperación Internacional) y nos han dicho que no teníamos que devolverlos".
"Pero España además está pensando en recibir cooperación a través de Chile para políticas públicas en temas como manejo fiscal o empleo. Esto rompe el esquema clásico y forma parte de esa relación renovada de la que ahora se habla", explicó.