Durante décadas, Alemania blindó legalmente a su industria azucarera. A partir de octubre, todos los productores de la Unión Europea –no sólo los germanos– competirán en el mercado mundial sin la protección estatal.
A finales de septiembre se vencen las ordenanzas de la Unión Europea para el mercado del azúcar. Éstas fijaron durante casi cincuenta años las cuotas de producción y los precios mínimos de la remolacha azucarera. A partir de octubre, todos los productores del bloque comunitario competirán en la arena mundial sin la protección estatal. Este cambio de vientos ha tenido lugar, en parte, gracias a la presión ejercida por los productores de caña de azúcar, que, en países como Brasil, es sembrada y procesada a un menor costo que la remolacha azucarera. Esto derivará en una reducción del precio de la azúcar procesada en los supermercados europeos.
En Alemania, donde la industria azucarera fue blindada legalmente por varias décadas, no todos celebran la noticia. "Nosotros nunca apoyamos la decisión política de anular las ordenanzas de la UE para el mercado del azúcar ni la idea de renunciar al equilibrio del mercado en Europa”, sostiene Dominik Risser, portavoz de la empresa germana Südzucker AG. A su juicio, un sistema funcional y bien balanceado –que defendía los intereses de los cultivadores, las fábricas y los consumidores– ha sido arrojado por la borda. "De por sí, los europeos tenemos el mercado azucarero menos regulado del mundo”, acota el vocero de Südzucker AG.
Una fuerte competencia. Risser denuncia que todos los demás países productores de azúcar siguen concediéndose subvenciones e implementándose reglamentos proteccionistas: "En Europa ya no contamos con esos mecanismos. Este es un paso dramático para nosotros”, subraya. La primera ordenanza europea para el mercado del azúcar entró en vigor en 1968 para fijar cuotas, aranceles aduaneros y subsidios para proteger a los productores locales de remolacha azucarera. Eso contribuyó a que la Unión Europea dejara de ser una mera importadora de azúcar y comenzara a jugar en la liga de los exportadores. En 2005, sus competidores le pusieron freno a su ímpetu.
En 2005, Australia, Brasil y Tailandia introdujeron una demanda ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) para que la Unión Europea limitara sus exportaciones de azúcar. Al mismo tiempo se eliminaron los aranceles aduaneros que perjudicaban a los Estados productores de azúcar más pobres con miras a contribuir con su industrialización. Un año más tarde, la UE flexibilizó las cuotas de producción para permitir que la industria azucarera local pudiera prepararse para la inminente y completa eliminación de las mismas. En un lapso de seis años –entre 2005 y 2011– cerraron 80 fábricas de azúcar en territorio comunitario.
Un mercado creciente. El número de trabajadores de ese sector se redujo de 50.000 a poco más de 20.000 en ese período. No obstante, con la derogación de las ordenanzas europeas para este mercado quedan anuladas también las restricciones a la exportación. Eso abre nuevas oportunidades para empresas como la citada Südzucker AG, que ya tiene pautado elevar sus exportaciones a 800.000 toneladas anuales. "Con una producción de entre cuatro y cinco millones de toneladas al año, nosotros ya somos el productor de azúcar más grande del mundo, aunque pocos lo crean”, comenta su portavoz. Cabe aclarar, sin embargo, que abundan los productores y que todos se quedan con un pedazo muy pequeño del pastel.
El volumen total del mercado mundial es de 180 millones de toneladas de azúcar y la demanda global aumenta cada año en entre 1,5 y 2 por ciento; según la revista "Wirtschaftswoche”, el consumo de azúcar se ha triplicado alrededor del globo en el último medio siglo. Por otro lado, este sector de la economía es muy volátil. Los analistas no creen que el aumento de las exportaciones europeas de azúcar influya de manera sostenida sobre los precios del mercado; malas cosechas de caña de azúcar en Brasil o Australia, por ejemplo, surten un efecto mucho más fuerte. Hasta el precio del petróleo es un factor con más peso: mientras más se encarezca el crudo, más tenderá Brasil –el productor más grande– a usar etanol combustible derivado de la caña de azúcar para fabricar gasolina, en lugar de azúcar para el consumo humano.