Un terremoto ha sacudido de nuevo a Chile, en esta ocasión con una magnitud de 8,2 grados escala de Richter. Las tierras chilenas registran actividad sísmica todo el año. Aquí, una explicación científica de las causas.
Chile, Alaska y Japón son las zonas donde más a menudo se viven terremotos. El mayor terremoto de la historia se produjo en Chile en 1960, con un 9,5 en la llamada escala sismológica de magnitud locqal, o escala de Richter. Más de 5.000 personas perdieron la vida en aquella ocasión.
El último terremoto de magnitud similar en la región alcanzó los 8,8, grados y sucedió hace casi cuatro años: el 27 de febrero de 2010 murieron en el sur de Chile más de 500 personas, y se derrumbaron casi 200.000 edificios.
En los Andes, los terremotos de naturaleza tectónica son algo frecuente: constituyen el 90% de todos los sismos que allí se suceden. Se trata del tipo de terremoto más peligroso y de mayor alcance. Su causa son choques de las placas terrestres entre sí.
Otros tipos de terremotos son, por ejemplo, los de derrumbe, causados por la destrucción de cuevas, o los terremotos volcánicos, que son consecuencia de la erupción de un volcán. En estos casos, según la sismología, su alcance es marcadamente menor. En el caso de los sismos más recientes en Chile, la fuerza que los provocó nació en las capas interiores de la Tierra.
En continuo movimiento. El manto, la capa de la Tierra que se encuentra entre la corteza y el núcleo, está constituido por varios elementos: un par de placas oceánicas gigantescas, y varias placas continentales más pequeñas. Estas se mueven cada año unos centímetros: a veces se alejan las unas de las otras, o se aproximan, o incluso se empujan. Así se va moviendo el continente en la superficie. A esta dinámica se le conoce como tectónica de placas.
El movimiento está impulsado por el flujo de roca en las profundidades de la Tierra. En este punto del planeta se alcanzan temperaturas de cerca de 5.000 grados centígrados. En comparación a la temperatura media de 0 grados que hay en la superficie, se trata de un cambio de temperatura enorme, y esto provoca diferencias de densidad en la roca, según explica Rainer Kind, del Centro de Investigación Geológica de Postdam en entrevista con DW.
“La roca caliente va hacia arriba, mientras que la roca fría va hacia abajo. Esta dinámica en el interior de la Tierra es responsable también del continuo movimiento de las placas de la superficie, las placas continentales”, dice el sismólogo.
Una central de calor que nunca se apaga. La Tierra podría considerarse, según el experto, como una central de calor constantemente activa. A través del flujo de movimiento en sus profundidades se forman en su superficie nuevas montañas, se provocan erupciones volcánicas, y también se causan terremotos cuando las placas chocan entre sí.
Los Andes, de hecho, no están ahí desde hace mucho tiempo -visto desde el punto de vista de la edad de la Tierra, claro-. Hace unos 150 millones de años, la placa oceánica Nazca chocó contra la placa continental sudamericana, y así comenzó a elevarse la roca caliente.
Tras ello, pasaron varios millones de años hasta que las montañas alcanzaron su actual altitud, pero en realidad todavía no han llegado a su límite: la placa oceánica todavía se encuentra por debajo del continente, lo que significa que las montañas seguirán creciendo -y también seguirá habiendo terremotos a menudo.