Emprendedor produce pez tropical del alto precio usando el agua de una central termoeléctrica en el desierto chileno. Otros podrían seguir su camino.
¿Convertir una planta termoeléctrica en una granja acuícola? ¿Quién dice que no? En especial si es muy rentable. Es lo que ocurre la localidad chilena de Mejillones. Allí la empresa del Grupo International Power GDF Suez tiene su planta E-CL, donde el agua de mar usada para enfriar la caldera está siendo reutilizada para criar cobias.
También conocido como “salmón negro”, black kingfish o lemonfish en el hemisferio norte, se trata de un pez tropical escaso y de elevado valor comercial. La idea vino a luz en la cabeza de Daniel Nieto Díaz-Muñoz quien, con 25 años de experiencia en la industria del salmón de su país, se lanzó –en 2012– a la búsqueda de una especie que contara con una alta tasa de crecimiento y un mercado emergente. “Así llegué a la cobia que se cultiva principalmente en jaulas marinas en Panamá, China y Vietnam”, dice. Con todo, la producción anual es escasa: “Sólo 40.000 toneladas”, agrega el emprendedor. Su precio ronda los US$50/kg, minorista, en Nueva York.
Tales valores se sustentan en su carne blanca, consistente (en este punto algunos la comparan con la del esturión) y de sabor distintivo, lo que la convierte en un producto ideal para ceviches gourmet o parrillas, sashimis y sushis que quieran ampliar su oferta.
Desde los precios la perspectiva era buena, pero el país sudamericano no sólo no está en el trópico, sino que lo bañan las aguas frías de la corriente de Humboldt. Nieto no se desanimó y viajó al norte chileno. No necesitaba calentar el mar entero para criar cobias. Allí entró en contacto con E-CL Mejillones. “Al conocer mi proyecto y sus proyecciones la empresa mostró gran interés en participar”, recuerda, “dado que calzaba con su iniciativa de ecosistema industrial para valorar los subproductos y residuos de su proceso productivo”.
Como se ha dicho, la planta toma el agua de mar para enfriar la caldera y luego la devuelve. Nieto entró en esa fase del proceso: toma el agua inmediatamente después que ha pasado por la caldera y, por ello, sale con una temperatura cercana a los 28° C, justamente la ideal para el cultivo de los peces.
Así, arrancó la sociedad entre la térmica y Nieto. Con el permiso en mano de la primera importación que les entregó la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, construyeron la piscicultura de recirculación experimental. Lo anterior tuvo lugar en junio de 2012. En octubre de ese mismo año llegaron las primeras ovas de cobias desde la Universidad de Miami. Pero no se trataba de un negocio instantáneo: la sociedad recibió tres grupos más de ovas (diciembre del 2012, en junio 2013 y en marzo del 2014), con lo cual concluyó la primera etapa del piloto técnico, que supuso aprender el manejo del ciclo vital de la especie.
Así, tras invertir cerca de US$ 4 millones en el proyecto, en diciembre pasado consiguieron reproducir la especie por primera vez en Chile, dándose inicio de esa forma al piloto comercial. Nieto sonríe. Su próximo objetivo es posicionar pequeñas cantidades de filete en restaurantes de alta cocina en ciudades como Antofagasta, Viña del Mar y Santiago, para luego incursionar en Perú, Brasil y Estados Unidos.
Pronto podría tener competencia. El proyecto en la planta de E-CL Mejillones perfectamente puede ser replicado por otras termoeléctricas que utilizan agua de mar en sus procesos, asevera Daniel D. Benetti, Ph.D, profesor y director del departamento de Acuicultura y Ecosistemas de la universidad of Miami. “La inversión más importante para desarrollar una iniciativa de acuicultura comercial es la logística, la infraestructura y la energía”, afirma. Las termoelétricas tienen todo esto, enfatiza, por lo que –en sus manos- la viabilidad económica se hace mucho más factible.
Y no sólo se trata del “salmón negro”. El experto señala que el lenguado y el rodaballo son peces que tienen un buen potencial para ser cultivados en aguas a más de 15ºC. Las centrales térmicas los están esperando.