La política es implacable. A veces funciona como reloj suizo. Por ejemplo, cuando se empieza a percibir que un político se está debilitando, aparecen los que quieren vengarse por un agravio. Esperan el momento ideal para atacar. Son como tiburones que huelen el olor de la sangre y se van en contra del que está desangrándose. Eso es lo que le está pasando al gobierno de Peña. Se percibe débil frente a las crisis de Tlatlaya e Iguala y una economía que no acaba de despegar. Y esto lo están aprovechando muchos intereses perjudicados a lo largo de estos dos años de profundas reformas estructurales e impactantes acciones de gobierno, incluyendo el encarcelamiento de figuras importantes. Pero, ¿acaso no era esto de esperarse? ¿Por qué no, entonces, cerrar posibles flancos de ataque? Peor aún: ¿para qué abrir nuevos?
Es el caso, me parece, de la residencia en Sierra Gorda 150 en las Lomas de Chapultepec. La primera dama, Angélica Rivera, en mayo de 2013 presumió en la revista Hola que ahí irían a vivir cuando el Presidente terminara su periodo al frente del gobierno federal. Esta mansión, según la investigación que hizo Aristegui Noticias, tiene un valor de siete millones de dólares y “es legalmente propiedad de una de las empresas a las que el gobierno federal otorgó el contrato para construir un tren de alta velocidad a Querétaro”.
La propiedad, conocida como “casa de La Palma”, fue construida por el reconocido arquitecto Miguel Ángel Aragonés. Es, por la descripción que se hace, una mansión de una familia muy adinerada. Tiene “un estacionamiento subterráneo, planta baja, nivel superior con tapancos. Un elevador conecta todos los niveles. El jardín cuenta con sala y comedor techados. La planta baja está cubierta con pisos de mármol. Mientras, en el primer piso se encuentran las recámaras para los seis hijos de la pareja y la habitación principal con vestidor, baños separados y área de spa. La casa cuenta con un sistema de luces para crear ambientes diversos: puede tornarse rosa, naranja o violeta. La propiedad está asentada en mil 440 metros cuadrados”. Se encuentra a espaldas de la casa en Paseo de las Palmas que pertenece a Angélica Rivera. Ambas propiedades están interconectadas y son patrulladas por el Estado Mayor Presidencial.
Aquí surge una primera pregunta: ¿de dónde sacó la familia Peña Rivera el dinero para comprar tan lujosa propiedad? De acuerdo con el vocero de la Presidencia, Eduardo Sánchez, fue Rivera la que la adquirió “con sus propios recursos” para “ampliar su casa la del vecino”. Recordemos que la primera dama, hasta antes de casarse con el presidente, tenía una exitosa carrera televisiva.
Pero hay más dudas. La residencia está registrada a nombre de Ingeniería Inmobiliaria del Centro, una empresa propiedad del Grupo Higa. Esta corporación también posee Constructora Teya, una de las contratistas favoritas del gobierno del Estado de México cuando Peña era gobernador. Y ahora, como Presidente, Teya fue “parte del consorcio de empresas que el lunes 3 de noviembre obtuvo del gobierno federal el contrato para construir el tren de alta velocidad de la Ciudad de México a Querétaro, una obra valuada en 50 mil 820 millones de pesos -alrededor de US$3.755 millones”.
Curiosa coincidencia. El vocero presidencial ha reconocido que la casa de Sierra Gorda sí está a nombre de la empresa mencionada porque la esposa del Presidente “aún continúa pagándola”. “Se escriturará una vez que haya pagado sus abonos”, indicó.
A todo esto, el gobierno de Peña canceló la licitación del tren rápido México-Querétaro donde participaba Teya, no obstante, que el secretario de Comunicaciones y Transportes había defendido a capa y espada, en muchos medios, que la adjudicación había sido ejemplo de transparencia, pulcritud y legalidad. La cancelación es otra curiosa coincidencia a unos días de que se hiciera pública la información de la residencia de Sierra Gorda.
Vamos a ver en qué termina toda esta historia. Lo que resulta increíble es que el gobierno de Peña haya dejado tantos flancos abiertos —incluso que haya abierto algunos nuevos como la licitación del tren a una empresa propietaria de la casa donde piensan vivir cuando termine el sexenio— para que lo atacaran sabiendo, como lo sabíamos todos, que en algún momento lo iban a embestir los intereses que ha perjudicado a lo largo de su sexenio.
¿Dónde quedó la sensatez política del presidente y de su equipo? Al parecer en el cesto de la basura junto a la revista Hola donde Angélica Rivera no se aguantó las ganas de presumir su poder y riqueza.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.