Ya sabemos cómo le gustan las cosas al presidente: rapidito y sin mal modo. Así es como pretende “socializar” sus reformas a nuestra Constitución para que en pocos días los ciudadanos le aceptemos los cambios políticos más importantes de nuestra vida ciudadana. Pues en ese mismo estilo debe darse la respuesta: ¡no! Pareciera como que el candidato a la presidencia no es el mismo que gobierna. Primero dijo que habría un “pacto fiscal” y, en el poder, nos metió el aumento de impuestos más alto de nuestra historia, “de urgencia nacional”.
En la campaña rechazó la tesis de legalizar las drogas y luego se lanza una “discusión” sobre su posible despenalización. Nunca dijo que tenía la intención de cambiar la Constitución y ahora propone modificar más de 50 artículos. La pregunta sin respuesta es ¿por qué? ¿Qué“problemas” se pretenden resolver con semejante modificación? No se sabe.
La semana pasada comenzó la “socialización” de los cambios propuestos. Un “ilustrado” petit comité designado por el presidente rápidamente decidió cómo es que los guatemaltecos viviremos de ahora en adelante. El documento presenta, en la primera columna, el artículo constitucional vigente; en la segunda, el cambio propuesto, y en la tercera, los “comentarios”. Increíblemente no existen comentarios. Ni los siete “iluminados” ni el propio presidente nos quieren explicar la razón de todas y cada una de las 50 modificaciones a la Constitución. Solamente se habla de generalidades demagógicas.
No, señor presidente. No es por ahí. Nuestra Constitución podrá adolecer de muchas deficiencias y cada ciudadano encontrará una distinta. Sin embargo, el país no está como está por culpa de nuestra Constitución. Hay otros defectos mucho más graves en nuestra legislación que merecen más de su escaso tiempo antes de pretender “tocar” nuestra Carta Magna. Por ejemplo: ya hay suficiente experiencia con la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Por ahí podría comenzar. Reformándola para tratar de prevenir que el Congreso sea el refugio de delincuentes en el que se ha convertido. Luego debería seguir con la Ley de Servicio Civil, para que los ciudadanos podamos aspirar a tener funcionarios públicos con los incentivos correctos. Finalmente, le podría “entrar” a la forma como el Estado compra y contrata servicios. Allí es donde está el negocio de la corrupción generalizada en la ejecución del presupuesto público. Esa sí sería una reforma del Estado…
Pero, obviamente, por ahí no va la cosa. El negocio de la política va demasiado bien como para que se le pongan cortapisas. Los lobos de la política quieren seguir teniendo los mismos privilegios para poder “cuidar” a las ovejas ciudadanas. De cara a ese escenario, los ciudadanos debemos rechazar de tajo los diversos intentos de los políticos -incluido a Baldizón- por cambiar nuestra Constitución. Ellos deben, primero, demostrar fehacientemente que son capaces de depurar un sistema hecho a su conveniencia antes de pedirles a los ciudadanos que les demos otro cheque en blanco, ahora con nuestra Constitución.
*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.