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Juego de pocos
Martes, Agosto 2, 2011 - 15:35

La estructura y especialización productiva de América Latina estimulan poco (o nada) la I+D. Una inercia peligrosa en el largo plazo.

Un avión bimotor, de cabina estrecha y rango medio fabricado en Brasil, despega del aeropuerto de Orly con el logo de Air France Regional. Un cemento traslúcido desarrollado en México. Maquinaria de perforación petrolera diseñada en Argentina. Esto y no mucho más es lo que América Latina tiene para exhibir como productos industriales propios.

“Igual que un gran feudo, controlado por cinco familias con las que es mejor llevarse bien”. Así describe el escenario de I+D en América Latina el profesor Guillermo Bilancio de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile.

Según datos de Cepal, del PIB total de la región, apenas un 0,68% se destina a actividades de investigación y desarrollo. La mayor parte de ésta se concentra en un puñado de países, Argentina, Chile, México y Brasil. Y en unas pocas empresas: Embraer, Arcop, Tenaris, Petrobras, Banco Itaú y Cemex. América Latina representaba apenas el 4% del gasto mundial en I+D en 2002. En 2007 apenas había subido a 5%.

“Falta iniciativa empresarial, somos más productores que negociadores y tenemos que mejorar la productividad para igualarnos a los grandes”, dice el alemán Bernard Kilian, investigador en la fundación de CIMS, con sede en el costarricense Incae.

Muchos expertos atribuyen el bajo impulso a la innovación en la manera como ha evolucionado la matriz productiva de la región. A mediados de los años 70, con la desregulación y la apertura de la economía, la situación de América Latina decantó hacia la especialización, quedando México y del Caribe como maquiladores de manufacturas diseñadas afuera, y el sur como procesadores de recursos naturales. “El Cono Sur como exportadores de celulosa y papel, acuicultura, minería, vinos, soja transgénica y la industria avícola; mientras que el norte, México y el Caribe, se quedaron como procesadores”, dice el argentino Jorge Katz, profesor de economía de la Universidad de Chile.

Este modelo produjo un crecimiento económico muy rápido, pero en la actualidad estaría llegando a un límite. Dadas sus características, no permite alcanzar a países como Corea del Sur, que destina el 3,21% del PIB a I+D, o EE.UU., que destina un 2,82%.

Para algunos este estancamiento de la innovación se relaciona con el regreso del estatismo, el proteccionismo y del nacionalismo económico. “Correa, Morales y Chávez consideran que el resto del mundo está deseoso de invertir en sus países”, dice Jerry Haar, profesor de la FIU de Miami. “Esta arrogancia, especialmente la de Venezuela, genera una repulsión del capitalismo, cerrando las puertas a cualquier inversión que pueda producir investigaciones que a su vez conlleven una mejora del crecimiento”, dice.

En cualquier caso, la principal fuente de financiamiento de I+D sigue siendo el Estado, que provee el 50% o más en la mayoría de los países. Este porcentaje se ha mantenido constante a lo largo de la última década. Por otra parte, las instituciones de educación superior se caracterizan por su baja participación en el financiamiento de estas actividades. Salvo Bolivia, Guatemala, Colombia y El Salvador, con porcentajes en torno al 30%, en todos los demás países aportan menos del 10% del financiamiento, según datos de la Cepal. Y no tendrían cómo aumentarlo, dependiendo su financiamiento del propio fisco o de un mercado estudiantil desregulado como en Chile.

Pero las que están definitivamente al debe son las empresas. En países desarrollados como EE.UU., Japón y Corea del Sur representan entre el 60% o 70% del gasto nacional en I+D, según los indicadores de la Ocde. Dentro de la heterogeneidad latinoamericana, sólo en unos pocos países, como Brasil, México, Chile y Argentina, su participación bordea el 40%.

Hay empresas latinas globales y, por tanto, con mayor capital para destinar a I+D. Pero hay muestras interesantes de actores de menor tamaño. Según el profesor Bilancio son “los que arriesgan” . Los Laboratorios Sidus, por ejemplo, en Argentina, son pioneros en este sector, al clonar una vaca para estudios en la hormona del crecimiento. No será Dolly, pero implica un gran avance en la industria biofarmacéutica. “El problema radica en que la expansión hacia afuera aun no es suficiente”, dice.

Despegar o planear. Los países de América Latina están cómodos con la explotación de los recursos. A diferencia de España, durante los años previos a su ingreso a la Unión Europea, no son objeto de otra presión que seguir haciendo más de lo mismo. “Las empresas latinoamericanas no quieren que nada cambie, no se atreven a arriesgar”, dice el profesor Bilancio.

El escenario internacional es el que establece las reglas del juego y, en tal sentido, América Latina cuenta con un sector de la sociedad que puede competir en ese campo. “Un tercio de la población tiene productividades e ingresos per cápita muy parecidos a la media europea”, dice Katz. “Mientras que la media de Chile tiene alrededor de US$ 15.000 de renta per cápita y Europa US$ 30.000, el top de la sociedad chilena tiene aproximadamente US$ 40.000, igual o por encima de la media europea”, dice.

La apertura económica ha tenido enormes beneficios, pero también consecuencias. “Crece la heterogeneidad social, no existe sólo una competitividad internacional, sino también una de equidad de acceso a los bienes y servicios. La gobernabilidad depende de reducir esta equidad y de ser capaces de competir internacionalmente”, dice Katz. El gran desafío es reinventar la competitividad internacional a través de la innovación, tarea nada fácil, pues implica acortar la brecha que separa al gasto en I+D de Argentina, Chile o Brasil (1% del PIB) de los europeos (2,5%) o Israel (4%).

¿Cuándo va a converger América Latina al mundo? ¿Cuál es el rol ideal del Estado? La respuesta chilena fueron los Clústers, un sistema fallido que dio paso a un mercado de desgravaciones impositivas, con un rol neutro del Estado. En Brasil, por ejemplo, todo lo contrario, el BNDES gasta tres veces más que el Banco Mundial en recursos para I+D. Argentina, por su lado, cuenta con un Ministerio de Ciencia y Técnica que comienza a moverse haciendo esfuerzos selectivos sectoriales. Los tres tienen un modelo macroeconómico que los condiciona. “Hay que empezar a arriesgar, y la I+D es uno de los motores necesarios para que la región latinoamericana pueda jugar entre los grandes”, dice Katz.

Autores

María Enrile