Hace una década, cualquier evento económico en la lejana China era irrelevante para América Latina, una región volcada hacia América del Norte y Europa. La década de los 2000 trajo un cambio fundamental: cualquier cambio económico en China tiene ahora un impacto sísmico en todos los rincones del continente. Así, la reciente reevaluación del yuan traerá consigo la apreciación cambiaria para la región, en especial en los países que más comercian con China.
Para bien o para mal, China es hoy una pieza central para explicar las dinámicas económicas latinoamericanas. Los exportadores de materias primas se beneficiaron. Otros, como México, tuvieron que presenciar el auge de un competidor feroz en su principal mercado de exportación: Estados Unidos. A principios de la década, México vio cómo los productos chinos invadían los supermercados de su país vecino y sus maquilas sufrieron con la intensa competencia de las manufactureras chinas. En esa misma década, China superó por primera vez a México como exportador hacia Estados Unidos.
El auge de China fue una gran noticia para muchos países de la región. El gigante de Asia se ha convertido en el mayor socio comercial de Brasil y de Chile, y pronto ocurrirá lo mismo con Perú, con el que China acaba de firmar un tratado de libre comercio. El caso de Chile es emblemático. En 2009, las exportaciones hacia China (23,1% del total) superaron las exportaciones hacia toda la Unión Europea (22,1%) y hacia EE.UU. (11,3%). Dicho de otra manera: países como Chile o Brasil han conseguido, con el impulso de China y de Asia, diversificar sus exportaciones regionales de manera notable, con equilibrios de tercios en zonas como las Américas, Europa y ahora Asia.
El caso de México ha sido diferente. El país sigue volcado exclusivamente hacia EE.UU., un país que absorbió 81% del total exportado por México en 2009, muy por delante de Europa (5%) y China (1%). México no ha podido beneficiarse del impulso asiático como sí lo hicieron los peruanos, chilenos o brasileños. La estructura exportadora de estos países explica las suertes diferenciadas. En general, los envíos latinoamericanos se concentran en los commodities. México es una de las excepciones a este padrón. Las materias primas apenas representan 21% del total exportado en 2009, muy por detrás de países como Venezuela (99% del total), Ecuador (81% del total), Perú (78%) o Chile (75%).
Pero México tiene bazas importantes para apostar al auge chino. Una es el petróleo. Las reformas en este sector podrían abrir más posibilidades para aumentar de nuevo la producción y quizás diversificarse hacia China, cuyo apetito por el crudo no da signos de amainar. México posee también un sector agroindustrial importante, algo muy cotizado en China, que carece de muchos productos. Por si fuera poco, México es una pieza clave para las multinacionales en fase de integrar sus cadenas de producción. Si bien buscan abrir bases en China, las empresas japonesas también incorporan a México, ya que ese país tiene grandes ventajas: está muy próximo al mercado final que es EE.UU. y tiene maquilas muy fiables. El empuje del gobierno mexicano por dotarse de una infraestructura mucho más eficiente en puertos, aeropuertos y carreteras apunta a jugar con la gran baza que tiene México y que ni siquiera lo chinos pueden arrebatarle: su cercanía con la mayor economía y el mayor mercado de consumo del mundo.
México está igualmente ganando atractivo ante los inversionistas asiáticos. En 2009, el fondo soberano Temasek, de Singapur, abrió oficinas en la capital mexicana. El fondo soberano chino CIC también quiere entrar a América Latina. Por ahora su principal foco es Brasil, pero también consideran México. CIC es, por ejemplo, un inversionista importante en la minera Vale. Y nada impide que CIC se interese también por México, dónde existen grupos con modelos de negocios exitosos como Cemex, Alfa o América Móvil.
Tratando de recuperar el terreno perdido, ahora México busca potenciar su relación con China, como lo demuestra la visita del presidente Calderón a ese país en julio, la primera en la historia de un mandatario mexicano. Y muchas empresas mexicanas ya han avanzado y tienen bases en China, como es el caso de Nemak, Gruma o Bimbo.
Tal vez fue una década asiática perdida para México. Pero es posible que la nueva década de 2010 se convierta en un decenio de éxito.