Cuatro de las 20 ciudades del mundo con más de 10 millones de habitantes están en América Latina. Además, el 80% de los latinoamericanos habita en centros urbanos, cifra que nos convierte en la región en desarrollo más urbanizada del planeta.
A nivel cuantitativo, estos datos deberían dar pie a la esperanza, ya que las ciudades suelen ser los motores de crecimiento de los países y los lugares comunes para la generación de empleos y oportunidades. Pero si analizamos la situación desde una perspectiva cualitativa, rápidamente observaremos diversos factores -como el déficit en la provisión de infraestructuras y servicios públicos de calidad- que limitan el desempeño de las ciudades y nos mantienen rezagados en relación a las regiones más avanzadas.
El histórico proceso de urbanización latinoamericano no ha ido de la mano, salvo contadas excepciones, de mejoras en los sistemas de transporte, movilidad, seguridad o conectividad, hecho que ha desembocado en ciudades poco competitivas e inclusivas, que requieren de una mejor gobernanza para implementar modelos de planificación innovadores y flexibles, que incluyan el talento y las capacidades creativas de las nuevas generaciones.
La velocidad de los cambios a nivel mundial nos exigen comprender que los planes de desarrollo urbano son frágiles para anticipar el futuro, pero poderosos cuando entendemos su utilidad como herramientas para afrontar la incertidumbre. Por eso, pensar nuestra región a largo plazo implica sustituir el enfoque tradicional que se apoya en las tendencias históricas, en la mirada sectorial y en la separación entre el quehacer público y el privado.
La tasa de motorización, por ejemplo, continúa aumentando al mismo tiempo que lo hacen los problemas de movilidad. Según el Observatorio de Movilidad Urbana (OMU) de CAF entre 2007 y 2017 la flota de automóviles creció un 40% (de 25 millones a 35 millones) y las motocicletas se triplicaron (de 2,8 millones a 7,2 millones), explicando los motociclistas, junto con peatones y ciclistas, el 65% de las cerca de 115.000 personas que mueren anualmente en accidentes de tránsito.
Este crecimiento contrasta con la experiencia diaria de realizar un viaje casa-trabajo o casa-estudio usando el transporte público, modo más utilizado para transportarse en la región con el 41,8% de los viajes diarios. Además de cuestiones pendientes de accesibilidad y asequibilidad, en algunas ciudades, el viaje en transporte público puede describirse como una larga cadena de contratiempos y demoras. Desde el punto de vista de la logística de distribución urbana, concepto que debe integrarse a la planificación como complemento al de la movilidad de las personas, el panorama no es más alentador: el 50% de los costos logísticos de distribución de mercancías urbanas se explican en trayectos que, en promedio, alcanzan el 25% del total de los vehículos-km-recorridos. Esto se traduce en congestión, ocupación desordenada del espacio público, sobre-costos y creciente preocupación medioambiental.
Paralelamente a esta realidad, en la mayoría de ciudades de América Latina todavía persiste una brecha de acceso a la conectividad a internet de banda ancha y de una mayor oferta de bienes y servicios digitales. Esta afecta principalmente a la población de bajos ingresos, instituciones de la administración municipal y educativa, y una gran parte del sector productivo que desarrolla actividades de producción en las áreas urbanas y que aún no ha incorporado servicios avanzados de comunicaciones y tecnologías en sus procesos productivos. En la región, el 50% de los hogares usa internet y el 60% aún no cuenta con acceso a banda ancha. Para romper este cuello de botella, se calcula que un aumento del 10% en el índice de digitalización se traduciría en un incremento del 0,75% en el PIB per cápita.
En materia de gestión pública, el principio de integralidad de las infraestructuras y su operación puede marcar un rol esencial ante los cuellos de botella que se presentan en el desarrollo territorial de nuestros países. Así, junto a los elementos básicos del sistema de transporte (redes viales, ferroviarias, puertos, aeropuertos) y logística urbana, la ciudad debe resolver la interacción de estos con los ecosistemas digitales y con los servicios públicos fundamentales para el desarrollo de los territorios en sus distintas escalas (infraestructuras interregionales, interurbanas y urbanas). Este enfoque pone de manifiesto que un desarrollo territorial equilibrado se sustenta en un sistema productivo competitivo y abierto a las innovaciones.
En cuanto a la competitividad, el reto es superar el enfoque unidimensional concentrado en el desarrollo del sistema productivo. La ausencia de políticas modernas que respondan a la realidad de la revolución digital, limita los factores habilitadores que deben promover una competencia sostenible, el desarrollo de la infraestructura, la promoción de mayor conectividad, el desarrollo de las industrias digitales y la digitalización de las cadenas de producción de los países, entre otros.
La urbanización de las ciudades latinoamericanas es una realidad que debe ser vista como una oportunidad para avanzar en la inclusión de las poblaciones más vulnerables y, a la vez, en el entendimiento de las urbes como foco de la productividad del sector privado. Promover el desarrollo de políticas y herramientas integradas y sincronizadas que favorezcan la inserción de ciudadanos y empresas en la nueva economía digital, así como acelerar inversiones en infraestructura que mejoren la movilidad y la logística, redundará en beneficio de las economías urbanas e impactará positivamente en la calidad de vida de sus pobladores, los ciudadanos.