Venezuela siempre ha sido un lugar lleno de paisajes fabulosos y únicos. Relatos de viajeros alemanes del siglo XVIII y XIX da cuenta de la majestuosidad del país. Uno de los relatos más inspiradores que he leído corresponde al alemán Carl Geldner, que en su diario de viaje deja constancia plena de sus impresiones sobre Venezuela. Su diario fue publicado en dos idiomas, bajo el nombre de "Reiseaufzeichnungen aus Venezuela 1866-1868" ("Anotaciones de un viaje por Venezuela").
De acuerdo al diario de Geldner, el 9 de diciembre de 1865 se embarcó en el barco "Cosmopolit" con rumbo a Venezuela. Era un joven alemán en búsqueda de oportunidades en el nuevo continente. El día 23 de enero de 1866 arribó al puerto de La Guaira. Fue así como Geldner llegó a la tierra que en alemán se decía Klein Venedig, "Pequeña Venezia". Lo primero que pensó fue que el nombre no se adaptaba a una tierra majestuosa que de pequeña nada tenía, con una superficie doblemente mayor a la de Alemania, con altas montañas y una extensión territorial inmensa.
Antes de Geldner, le antecedió el barón alemán Alexander von Humboldt, quien visitó a Venezuela hace 213 años, cuando aún el país se encontraba bajo el dominio español. En su obra "Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente" habla de las maravillas en fauna y flora de la tierra venezolana, pródiga en bellezas naturales. Un paso obligado en el camino de investigación del famoso naturalista alemán.
Un dato curioso que leí en el libro "No es cuento, es historia", de la historiadora venezolana Inés Quintero, es un hecho muy peculiar sobre el viaje de Humboldt a Venezuela. Cuando Humboldt llegó a Cumaná, en 1799, se instaló en una casa cerca de la plaza mayor. Desde allí podía ver el mercado de esclavos, que estaba cerca de la plaza. Los esclavos que se ofrecían eran jóvenes entre quince y veinte años. Todos los días, muy temprano en la mañana, se les frotaba en la piel aceite de coco, para que se viesen más lustrosos. A cada rato, llegaban los compradores y les abrían la boca con fuerza para examinarles la dentadura y la salud, como si tratara de caballos. El hecho es que este mercado de esclavos impresionó mucho al alemán, que desconocía de cerca el terrible problema social de la esclavitud.
Por otra parte, el viajero Geldner se impresiona desde el principio con la naturaleza, exótica y majestuosa. Las montañas, el cielo azul, el mar ondulante que resplandece con tonos azules, sobre el cual precisamente pasan bandadas de alcatraces y otras aves marinas, "al ver todo esto podría creerse que se está en el paraíso", dice. Geldner también quedó muy impresionado por el nivel de mestizaje y la belleza física de sus gentes en este crisol de razas que es Venezuela.
Otro de los viajeros del siglo XIX que menciona Inés Quintero en su libro, es la alemana Elizabeth Gross, que siendo muy joven se traslada a Maracaibo con su esposo, también alemán. Una de las cosas que más la maltrata en la geografía es el calor, además el comportamiento indisciplinado de la servidumbre, que en su ausencia alquilaban sus vestidos o los cuartos de la casa. Sin embargo, Elizabeth cuando decide regresar a Alemania y cierra las puertas de la casa en Maracaibo, narra que "sentía que la sacaban en una urna". Así de apego y amor llegó a sentir esta alemana por Venezuela.
Y es que Venezuela es eso, un lugar de encuentros y desencuentros, un bello lugar donde ocurren cosas elocuentes, tanto buenas como malas. Por eso Geldner dice expresamente de la idiosincrasia: "En Venezuela vale como una actitud brillante la forma de robar con inteligencia. Un hombre en un puesto oficial que consigue reunir una fortuna, sin que nadie pueda demostrar cómo lo hizo, es considerado 'un hombre brillante' y es una persona que pasa por honrada. Si alguna vez se revela una pequeña falta de habilidad, entonces se dice con indulgencia que se ha cometido un 'abuso de confianza'. Pero si alguien llena sus bolsillos de manera demasiado torpe, entonces es considerado un 'tonto' y no puede sustraerse de la condena. Aquí se aplica aquello de "se cuelga a los pequeños ladrones y los grandes se salen con la suya".
También hace referencia a la pérdida de tiempo tan propia de Venezuela, el tiempo no es importante. No obstante afirma Geldner que en un país tan joven como Venezuela, todo puede cambiar rápidamente y volver a florecer o renacer como el ave fénix.
El viajero Geldner también conoce la fauna venezolana, los manatíes, las toninas, loros, guacamayas, jaguares, todo de una enorme belleza y majestuosidad. No obstante, el viajero sufrió tantas incomodidades en su estadía en Venezuela, que al final se va enfermo y cansado, diciendo: "así son los vaivenes de la vida, feliz aquél que posee una naturaleza liviana para adaptarse a todas las vicisitudes, sin perder el ánimo. Así me pasó a mí. He soportado todo hasta la fecha, me he impuesto las más variadas posiciones en Estados Unidos y he mantenido la cabeza en alto, pero me temo que las experiencias en Venezuela, me hayan dado un duro golpe en la lucha por la vida".
Lamentablemente muchos venezolanos que deciden emigrar, al tomar su decisión de marcharse de manera definitiva a otros destinos, se despiden con frases similares a las de Carl Geldner o Elizabeth Gross. Se van nostálgicos de la tierra, y cansados en el alma de las experiencias ingratas vividas aquí… Enamorados del país, pero decepcionados de sus terribles realidades.
Es difícil entender que un país que posee tanto potencial turístico, sea cada vez menos visitado por viajeros internacionales, debido a la inseguridad y la crisis económica y social. También es difícil entender que una economía que recibió un caudal de ingresos extraordinarios por la exportación de petróleo, se encuentre ahora en ruinas. Y es que resulta muy difícil entender cómo un país que lo tiene todo para exhibir el mayor bienestar de sus ciudadanos, tenga ahora una de las economías más ineficientes, corruptas y pobres del mundo. Resulta inagotable e ineludible el tema económico cuando hablamos de la historia de Venezuela.