A fines de febrero, el presidente F. Hollande visitará Argentina. Será un momento clave para promover la negociación UE-Mercosur y para difundir los favorables impactos que ella podría tener sobre la integración regional.
Destaca aquí la nueva y favorable disposición de Brasil para avanzar en el acuerdo, en línea con un notable giro en su política exterior, el que buscaría mejorar su inserción internacional, "gestando una amplia red de acuerdos comerciales multilaterales, regionales y bilaterales con países de todas las regiones, sin prejuicios y sin discriminar socios", como expresa el Plan Nacional de Exportaciones 2015-2018. Se trata de un cambio sustantivo en la política exterior brasileña, que siempre apostó a las negociaciones multilaterales de comercio y a Mercosur en lo regional, impulsando Unasur y los planes de infraestructura en IIRSA. Sus énfasis globales apuntaron al Consejo de Seguridad de la ONU, a encabezar la FAO y la OMC, marcar presencia en el G20, en los Brics y construir una relación bilateral privilegiada con China.
Los resultados de esta estrategia no han sido satisfactorios. El fracaso de la Ronda Doha, la conclusión del TPP y el avance en las negociaciones del TTIP entre EE.UU. y la UE dieron el campanazo de alerta. De concretarse estas negociaciones, Brasil enfrentará desventajas arancelarias, de normas regulatorias u otras en EE.UU., la UE, Japón y las demás economías partícipes del TPP. Si agregamos la creciente incursión china en las importaciones de manufacturas de América del Sur, las perspectivas de mediano plazo para la industria y las exportaciones brasileñas aparecen desafiantes.
Desde inicios de 2015, Brasil ha sido pro-activo en las negociaciones de Mercosur con la UE, explicitando tanto su disponibilidad para presentar ofertas sustantivas a la brevedad, como su disposición a considerar un acuerdo con distintas velocidades, dada la posición más bien refractaria que la Argentina de ese momento mantenía en las negociaciones.
La concreción de un acuerdo Mercosur-UE sería la mejor noticia para la integración regional.
Primero, en la actualidad la UE tiene acuerdos de libre comercio en la región con el Caribe, México, Panamá, R. Dominicana, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua; y en América del Sur, Colombia, Chile, Ecuador y Perú. Si se concretase el acuerdo con Mercosur, sólo se restarían de estos acuerdos Bolivia, Cuba y Venezuela.
De concretarse el acuerdo UE-Mercosur, 30 países de la región tendrían acuerdos comerciales con la UE que incluirían capítulos muy similares de servicios, inversiones, compras públicas, entre otros, temas que no están considerados en la mayoría de los acuerdos intra-regionales.
Segundo, el paso siguiente sería aplicarnos entre nosotros las disciplinas que hemos comprometido con la UE. Ello constituiría un paso decisivo para una efectiva integración regional, apoyada en el libre movimiento de bienes, servicios, inversiones y personas. Esto no tiene por qué ser un movimiento drástico. Puede ser gradual, incluyendo excepciones y plazos específicos de adecuación en determinadas normas. Aquí lo menos relevante son las desgravaciones arancelarias, dado que ellas o están vigentes o pueden seguir pendientes. Lo relevante es la convergencia de normas, disciplinas y manejo de las controversias, ya que allí radican las bases de un mercado regional ampliado, con normas convergentes en comercio de bienes, servicios e inversiones.
Tercero, un paso adicional sería conseguir la acumulación de origen entre todos los acuerdos de la región que se vinculan con la UE. La UE permite esta acumulación en sus acuerdos con varias subregiones. Con tal acumulación, las exportaciones de cualquier país de ALC podrían utilizar insumos provenientes de cualquier país de la región con acuerdo con la UE, lo que abriría un espacio inédito a la formación de cadenas de valor regionales. El mercado regional es clave para la exportación de manufacturas. Con un mercado regional unificado, como el que resultaría de la consolidación de los acuerdos comerciales con la UE, incluido el de Mercosur, el comercio intra-regional se vería beneficiado. Como este comercio es el más amigable con las Pymes, ello no sólo estimularía el crecimiento sino también favorecería la equidad, diversificando empresas exportadoras y proveedores.
De concretarse el acuerdo con Mercosur, la UE se habría anticipado a China y a Estados Unidos en concluir el primer acuerdo con prácticamente todo un continente.1 Esto constituiría un éxito de la política internacional de la UE, anticipándose al ALCA que promovía Estados Unidos y haciendo frente a la competencia china. Más allá de las tribulaciones económicas de corto plazo en Argentina y Brasil, ningún inversionista serio podría subestimar el potencial de los mercados de bienes y de servicios en estas economías, así como las perspectivas de crecimiento de sus respectivas clases medias. En el mediano plazo, tales perspectivas, sumadas al efecto favorable sobre la integración regional, son más atractivas que las de Europa.
Es cierto que la coyuntura ayuda poco a avanzar en este acuerdo. Pero estas decisiones no se toman con una lupa de corto plazo. Al contrario, son decisiones estratégicas donde debe predominar la inteligencia y la prospectiva. Una vez recuperado Brasil, y dado su nuevo enfoque de orientación exportadora, más valdrá estar cerca del despliegue del comercio y las inversiones brasileñas, artífices además de la expansión de las translatinas.
Los desafíos estratégicos nunca han sido fáciles. La nueva coyuntura argentina mejora considerablemente el escenario. Este acuerdo mejoraría el ambiente económico en Brasil, Argentina y el resto de A del Sur. También generaría buenas oportunidades de negocios en bienes, servicios e inversiones para Europa, eximida de cancelar el arancel externo común que sí seguiría afectando a las exportaciones provenientes de Estados Unidos o China y contando con normativas que favorecerían sus inversiones.
La negociación con Mercosur no está en la agenda de la UE. Se requiere más apoyo regional. La tarea no asoma fácil. La UE no consigue doblegar sus presiones agrícolas proteccionistas. Sin embargo, la oportunidad existe y hay que presionar para que la ventana no se cierre. No es sensato apostar a un acuerdo de última generación. Lo importante es promover un acuerdo flexible, aunque parcial, de modo de enrielar las relaciones UE-Mercosur en un nuevo carril, más compatible con el peso de ambas agrupaciones en la economía mundial.
Si la UE percibe masa crítica regional detrás de este acuerdo; si los países que ya tienen acuerdos con la UE respaldan el acuerdo con Mercosur; si la Alianza del Pacífico hace un planteo formal a la Comisión Europea en este sentido, entregando una nota en Bruselas; si nuestros embajadores en Bruselas presionan en conjunto y también lo hacen las agrupaciones empresariales, entonces el escenario podría mejorar.
Un Mercosur más amigable con el comercio y con las inversiones extranjeras sería una inmejorable noticia para el resto de la región, para las perspectivas de la integración regional y para la propia salud de la economía mundial. La UE puede jugar un rol importante en este desafío y la visita del Presidente de Francia puede colaborar en ello.
1.- Dado el estrecho vínculo de cooperación que la UE mantiene con Cuba, así como las transformaciones en curso en la isla, no es descartable que en pocos años Cuba se pudiese sumar esta red de acuerdos. De hecho, Cuba podría usar esta posibilidad como carta de navegación para apresurar la normalización de las relaciones comerciales con Estados Unidos. En ese momento, lo más probable es que Bolivia y Venezuela también se sumen.