Kempinski Hotels SA, con sede en Suiza, inauguraba el miércoles su Gran Hotel Manzana en el corazón de la capital cubana, que clasifica como el "primer hotel de lujo" de Cuba.
La Habana. Elevadas grúas atraviesan La Habana mientras la carrera encaminada a construir hoteles de lujo en Cuba contrasta con la indignación de algunos residentes y la preocupación de que el presidente estadounidense, Donald Trump, pueda revertir la distensión que alimentó el auge del turismo.
Kempinski Hotels SA, con sede en Suiza, inauguraba el miércoles su Gran Hotel Manzana en el corazón de la capital cubana, que clasifica como el "primer hotel de lujo" de Cuba.
La instalación cinco estrellas, administrada por Kempinski pero que es propiedad del Gobierno cubano, ocupa los pisos superiores de un renovado centro comercial Belle Epoque que incluye tiendas Gucci y Montblanc.
A unas pocas cuadras de distancia, por el emblemático Paseo del Prado, camino al Mar Caribe, trabajadores construyen otros dos hoteles de lujo para ser operados, respectivamente, por la española Iberostar y la francesa Accor SA, el mayor grupo hotelero de Europa.
El turismo es uno de los puntos destacados de la deteriorada economía de Cuba, que batalla contra la caída de las exportaciones y la crisis de su socio comercial, Venezuela.
El ministro de Turismo, Manuel Marrero, informó en mayo que 4,2 millones de viajeros se esperan este año frente a los 4 millones que aterrizaron en 2016. Además, dijo que se construyen 2.000 habitaciones para añadir a las 65.000 habitaciones en hoteles y a las 21.000 viviendas que rentan a turistas.
Las visitas de estadounidenses se han incrementado desde que en 2016, y después de medio siglo, comenzaron a llegar cruceros operados por Estados Unidos y vuelos regulares a la isla, como parte del acercamiento entre Washington y La Habana emprendido por Barack Obama.
Sin embargo, su sucesor Trump está considerando endurecer las medidas cuando anuncie la revisión de la política hacia Cuba tan pronto como este mes, según funcionarios de Estados Unidos y fuentes cercanas al tema. Esta medida podría probablemente dañar al turismo.
"Esperamos que las restricciones al comercio y los viajes facilitadas por el gobierno de Obama no sean reforzadas por el actual gobierno de Estados Unidos", dijo Alessandro Benedetti, director de marketing de Kempinski.
"Eso no sería favorable para ningún tipo de negocios relacionados con el turismo, como operadores de cruceros, líneas aéreas o cadenas hoteleras", dijo.
El Gobierno cubano ha instado a operadores de hoteles extranjeros a desarrollar mercados sin explotar, particularmente en el turismo de elevado nivel.
Con su reluciente fachada de piedra blanca y ventanales franceses, el Gran Hotel Manzana cuenta con una piscina en la azotea con vista al Parque Central de La Habana, así como un Spa con sauna y vapor. También exhibe un salón para fumadores.
Expertos de la industria sostienen que Cuba, que ofrece gran cantidad de alojamientos de medio y bajo nivel, tiene derecho a apostar por construcciones de lujo aunque será un reto para operadores mantener sus estándares en una economía de corte soviético controlada por el Estado.
"Tenemos agencias de viajes en contacto con nosotros que dicen que nunca habían trabajado con Cuba porque no ofrecían nada a su nivel", dijo Benedetti. "Pero ahora eso ha cambiado".
Cubanos con sentimientos mezclados. Aún no está claro hasta qué punto Trump revertirá los cambios de Obama. Cualquier restablecimiento de las restricciones de Estados Unidos a Cuba serían criticados por compañías de viajes estadounidenses, así como por un creciente número de legisladores del país vecino.
La cifra de visitantes estadounidenses aumentó un 74 por ciento el año pasado, pero todavía no se les permite visitar oficialmente a los turistas debido a que deben ajustarse a ciertas categorías como los viajes educativos, en lugar de permanecer en balnearios costeros.
Si bien Cuba ha estado construyendo centros turísticos en toda la isla, ha redoblado su enfoque en la capital, donde los hoteles están completamente reservados durante todo el año y la demanda ha crecido.
"Con este aumento sería conveniente contar con productos de alto nivel", dijo Francisco Camps, subdirector general de la española Meliá Hotels Internacional S.A., quien aspira a introducir sus dos principales marcas de lujo.
A pesar de las garantías de que las edificaciones beneficiarán a los cubanos, el movimiento de la construcción ha despertado sentimientos encontrados en un país que se enorgullece de la igualdad social.
"Los hoteles son muy bonitos pero demasiados caros para los cubanos", dijo Antonio Casamayor, un residente en La Habana, quien recibe una pensión mensual equivalente a unos 10 dólares.
El precio de las habitaciones del Hotel Manzana oscila entre US$360 en temporada baja hasta US$5.000 por la suite presidencial de 150 metros cuadrados.
A nuchos edificios del barrio, fabricados en 1930, le faltan paredes o balcones. Los derrumbes son frecuentes en la zona.
Desde que el país se abrió al turismo en la década de 1990, tras la caída de la Unión Soviética, La Habana ha reinvertido gran parte de sus ingresos en la recuperación de edificios históricos, desde hoteles Art Deco hasta palacios coloniales.
"Han devuelto el brillo a parte de La Habana Vieja", dijo Abraham Rodríguez, de 45 años.
Pero gran parte de la ciudad sigue visiblemente en ruinas.
"Los pobres tienen que esperar a que el Estado ayude", dijo Josefa Céspedes, de 73 años, quien vive en un local que antes fue un sitio del Partido Comunista. Su casa se derrumbó.