La industria sufre un apretón triple: recesión interna, derrumbe de la demanda brasileña y dumping chino. Sus empresas reaccionan para sobrevivir.
Aunque este podría ser el año más caliente del cual se tenga registro en el planeta, el invierno en Buenos Aires es el más frío en mucho tiempo. Gracias a ello, los comercializadores de lanas en la avenida Scalabrini Ortiz sonríen un poco. Dentro de “la malaria” económica, sus ventas de ovillos repuntan. No es el caso de los edificios en construcción. A través de la ciudad y sus alrededores, las estructuras crecen más lentamente o no lo hacen en absoluto: en abril la actividad de la construcción se redujo un 24,1%, la cifra más pobre en 14 años. Según los datos del Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC), la actividad del sector cayó en el primer cuatrimestre del año un 10,3%, si se compara con enero-abril de 2015. El 11% de la fuerza laboral que escala montañas de concreto y ladrillo mientras silba a las porteñas guapas que pasan quedó cesante. Pero, mientras escasean los piropos, lo que sobran son las varillas de acero o aceros largos.
Y seguirán sobrando. Un informe S&P/Platts indica que “se espera que las inversiones en infraestructura se relancen solo en 2017”. Según un distribuidor de las varillas, “la apuesta reposa en los inversionistas privados y pequeños proyectos de construcción. Pero es difícil de pronosticar la demanda (de aceros largos) en el corto plazo”, concluye.
Pero, “ya que el mercado espera inversiones en el sector de la construcción”, como indica el informe citado, los precios y los stocks de las varillas de acero continuaron constantes a través de junio.
Para el resto de la producción siderúrgica no existe tal beneficio de la duda. La producción de acero crudo de Argentina cayó un 7,7% interanual en mayo pasado, al totalizar 379.100 toneladas. Sin embargo, en comparación con abril, la producción creció un 18,8%, según la Cámara Argentina del Acero (CAA). ¿Lo más oscuro de la tormenta comienza a quedar atrás?
Enrique Dentice, economista de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y coordinador del Centro de Investigación y Medición Económica (CIME), lo duda. Los aceros largos podrán levantar cabeza, la siderurgia como sector, no, arguye. “Hoy la industria no depende de la macro interna, depende de la macro externa”, dice. Y el efecto de las restricciones externas es más duro, porque la industria local “no es un monopolio perfecto, es casi un monopolio”, y lo que se produce en Argentina casi todo se vende a Brasil, afirma.
Carlos Facundo Velasco, gerente de Relaciones Institucionales de Acindar, empresa siderúrgica parte del Grupo ArcelorMittal, concuerda: “Desde una visión regional, Brasil se ve afectado sobremanera (por la situación global e interna), siendo nuestro principal socio comercial y también principal mercado de exportación”.
Según fuentes de la Cámara Argentina del Acero, existe otro peligro: Brasil está operando sus usinas siderúrgicas en un nivel muy bajo, a un 60% de su capacidad instalada, “con 74 unidades productivas paradas, y 30.000 empleados desafectados en los dos últimos años”. Debido a ello, en ese país las esperanzas “están puestas en la exportación como única salida viable en el corto plazo, incentivando las alícuotas de reintegro, al llevarlas al 3% o 5% (hoy están al 0,1%). Esto representa una amenaza real para la producción local, dado que Argentina es destino privilegiado de las manufacturas industriales brasileñas”.
De todas formas, la madre del cordero, la causa directa de la crisis, es la sobreproducción global. Y dentro de ella, como lo indica Velasco, China, que “de los 720 millones de toneladas excedentes, aporta aproximadamente 450 millones”. Excedentes que, “en consecuencia, provocan la caída del precio internacional del acero”.
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De paso, a China se la acusa de llevar a cabo acciones de dumping masivo. “Acindar ha iniciado un proceso de medidas antidumping (junio de 2016), justamente para frenar el avance de productos chinos que no se condicen con las prácticas del mercado y ponen en riesgo la sustentabilidad del negocio”, cuenta Velasco. “Estas medidas se enmarcan y están en línea con lo llevado a cabo por distintos países y bloques económicos, que han iniciado dichos procesos de antidumping persiguiendo igual objetivo”, continúa.
Y agrega que “cabe destacar que es de especial preocupación la posibilidad de que China sea reconocida, a fines de 2016, como ‘economía de mercado’, por el impacto que dicho estatus tendría frente a este tipo de medidas económicas”. Mientras, los datos del último reporte de la OMC sobre comercio internacional (Global Trade Report 2016) muestran que el uso de medidas antidumping (AD) va en alza durante los últimos años. Y que, dentro de ellos, “China fue el país más investigado en 2015, con 74 casos iniciados. A su vez, el sector Metales y Artículos de metal (incluye acero) fue el sector más comprometido, y representó el 46% de los casos presentados en 2015”, según explican en la entidad argentina de los productores de acero.
La sumatoria de la doble pinza de problemas internos y externos tiene un correlato inapelable: la producción acumulada de acero en Argentina, en los primeros cinco meses de este año, fue de 1.684.200 toneladas, un 15,2% inferior a la del mismo periodo del año anterior.
Los efectos a nivel de empleo son claros: suspensiones de turnos y despidos a los largo de toda la industria, desde el gigante global Techint (que incluye a Tenaris, Ternium y su subsidiaria Siderca) a Acindar (que decidió reducir un turno en su planta de Rosario a partir del 31 de julio) y Aceros Zapla, entre otras.
No todos los jugadores de la industria siderúrgica argentina viven el momento con la misma intensidad. Tocado por todos estos problemas, Ternium, el productor líder de aceros terminados en la región, posee unas espaldas muy anchas, que le permiten resistir los vaivenes. Con una capacidad de producción global cercana a los 11 millones de toneladas anuales, dispone de plantas no solamente en Argentina, sino también en Colombia, Guatemala, México y el sur de Estados Unidos. Esto último, según dijo su CEO, Daniel Novegil, a la prensa local, ha sido importante para capear los malos tiempos regionales: “A nivel global, Estados Unidos está muy activo y demandante. México sigue ese movimiento. Además, en Estados Unidos. hubo una mejora en los precios domésticos del acero, por las denuncias de dumping contra China, lo que es una buena noticia, porque exportamos desde México hacia Estados Unidos”.
En el mercado local, la Cámara del Acero también cree que diversas medidas pueden ayudar a que el mal trago actual pase más rápido o sea menos doloroso: “Junto al gobierno se viene trabajando para lograr que la chatarra ferrosa, único recurso disponible en el país para la producción de acero, sea destinada y canalizada por completo al proceso productivo nacional”, dicen. “De esa manera, cada tonelada de acero reciclada ahorrará en promedio 1,4 toneladas de mineral de hierro (insumo importado)”.
Velasco, de Acindar, también confía en las condiciones pro inversión privada del nuevo gobierno argentino. “Estamos de acuerdo en que toda inversión en infraestructura traccionará la demanda de acero”, dice. Ahora, “seguramente lleve su tiempo entre el anuncio y la materialización de los proyectos. Acindar se ha preparado en los últimos 10 años con distintas inversiones (US$ 550 millones de dólares desde 2006) en sus líneas de operación, en función de la potencialidad del mercado”.
Una ayuda para reactivar la demanda podría provenir del posible salto de las inversiones en el sector de energías renovables (parques eólicos, plantas solares). El ejecutivo de Acindar lo considera posible, pero de efectos no inmediatos. Recuerda que “el gobierno viene impulsando fuertemente este segmento de mercado, el cual comenzará a tener impacto a partir de 2018, cuando las empresas deberán consumir un 8% de energías renovables”.
Para 2017-2018, el gobierno de Mauricio Macri promete proyectos a ejecutarse o bajo estudio por US$ 45.000 millones. Y anuncia que pedirá permiso al Congreso para sumar US$ 90.000 millones en endeudamiento para destinarlo, en gran parte, a obras públicas.
Dentice, de la Unsam, pone paños fríos a estas expectativas. Según él, “el impacto de las inversiones en infraestructura puede ser marginal” para la siderurgia. Y explica que, por ejemplo, los grandes acuerdos ferroviarios y de construcción de represas vigentes con China, vienen con proveedores atados, igualmente chinos, los que usarán acero de ese origen.
Por otro lado, aunque existe una ley de “Compre Nacional”, las autoridades federales y estaduales no la están aplicando. La sangre llegó al río justamente en un proyecto que supone gran consumo de acero: tres gasoductos en la provincia de Córdoba, los que sumarán 1.700 km y el uso de 51.000 toneladas del metal. Pero las empresas ganadoras, de un consorcio chino-argentino, no planean usar acero local. En respuesta, hubo dardos de Tenaris hacia los precios chinos. E incluso el CEO de Techint, Paolo Rocca, amenazó con el cierre de la fábrica local de tubos sin costura del grupo si las autoridades permiten las importaciones destinadas a ese gasoducto.
Que la disputa se dé en este segmento no deja de ser irónico: es uno de los pocos que mantiene cierta vitalidad: “La demanda mundial de tuberías de acero prevé un avance del 3,5% por año hasta 2019, llegando a 79,7 millones de toneladas métricas, con un crecimiento acelerado por los continuos y fuertes aumentos (en la demanda) en los mercados en desarrollo”, dice un informe de BuyerReport.
No obstante, a Dentice le preocupa más otra cosa: lo que ve como las inconsistencias en el plan económico del gobierno. “El futuro (de la economía) –dice– se ve en medidas, pero no en programa”. ¿Qué significa esto? “Ves la medida, pero no el programa hacia donde se va: estamos en un sistema económico sin brújula ni norte. En cinco meses ya hemos cumplido la meta de inflación del año”. No suena auspicioso.
Así, por ahora la industria del acero en Argentina seguirá navegando entre mareas de puntos suspensivos, dependiendo de decisiones por momentos muy lejanas y, por otros, a pocos metros de sus hornos siempre al rojo vivo.