Mientras el presidente Hugo Chávez de Venezuela y el nuevo presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, se reunieron en Santa Marta, Colombia, y acordaron normalizar sus relaciones diplomáticas después de una fiera discusión diplomática, no existen indicaciones de que un detente parecido se manifieste entre Venezuela y los Estados Unidos.
Parece que Washington ni siquiera desea mantener relaciones de embajadores. Esta situación podría representar un giro significativo hacia lo peor para la relación ya inestable entre Estados Unidos y su tercer proveedor más importante de petróleo.
En junio, la administración de Obama anunció el nombramiento de Larry Palmer, presidente y jefe ejecutivo del Inter-American Foundation, para reemplazar al presente embajador en Caracas. Los venezolanos extendieron su aprobación inicial. Pero de ahí ocurrió el proceso de confirmación del Senado estadounidense. Aunque no hubo graves problemas con el testimonio de Palmer ante el Senado el 27 de julio, subsecuentemente se le pidió a Palmer que respondiera a las dudas del senador Richard Lugar, el republicano de rango en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado.
Aunque se presumió que las respuestas de Palmer ante estas preguntas fueran para los senadores y no para el público, una semana después aparecieron en el sitio web del senador Lugar. Desgraciadamente, Palmer escribió algunas cosas que un candidato para embajador no diría públicamente sobre el país anfitrión. Se refirió a la "moral" en las fuerzas armadas venezolanas como "considerablemente baja" y a "lazos claros entre el gobierno Venezolano y los guerrilleros colombianos". Hubo varios otros comentarios sobre Venezuela que una mayoría de gobiernos considerarían bastante inamigables y hasta ofensivos.
Alan K. Henrikson es director de Estudios Diplomáticos del Fletcher School of Law and Diplomacy at Tufts University. "Aunque esperamos respuestas cándidas a las preguntas de un senador que deberían de haber sido confidenciales, la publicación de dichos comentarios -considerados hostiles y degradantes por parte del país anfitrión- es extremadamente inusual", dijo en una entrevista telefónica. "Muchos países no aceptarían como embajador a alguien que hiciera comentarios así en el momento que está siendo considerado para el nombramiento", agregó.
No tomó mucho tiempo para que todo esto apareciera en grande en las noticias, especialmente en Venezuela. El presidente Chávez anunció el 8 de agosto que Palmer no era aceptable, y apeló al presidente Obama para que nombrara a otro embajador. Según fuentes legislativas aquí en Washington, las preguntas de Lugar a Palmer, y la fuga de sus respuestas, son percibidas como una "complot por parte de la derecha". Sin embargo, no hay ninguna indicación, hasta el momento, de que la administración de Obama reemplazará a Palmer por otra persona.
Washington es una ciudad de intriga diplomático, y hay un aspecto interesante sobre "quién lo hizo" en el ambiente diplomático. ¿Fue esta fuga de información sencillamente el trabajo de la oficina de Lugar? O ¿fue hecha en colaboración entre los funcionarios del Departamento de Estado que querían torpedear al nombramiento? Cualquiera sea el juego que está ocurriendo desde adentro, el sabotaje de este nombramiento es aun otra indicación clara de que Washington no está listo, ni dispuesto, para tratar de normalizar sus relaciones con Venezuela. Los insultos públicos gratuitos de la secretaria de estado Hillary Clinton hacia Venezuela -condenados extensamente cuando Chávez se comporta de forma parecida hacia los Estados Unidos- son otra indicación de que los funcionarios de alto nivel en Washington no desean normalizar sus relaciones diplomáticas.
Lo que la administración de Obama no se da cuenta -o tal vez no le importa- es de que esta situación también alejará a la mayoría de los demás gobiernos en la región de América Latina. La estrategia de la administración es casi siempre orientada hacia los medios de comunicación, y quizás logren convencer a la mayoría de los medios de que cualquiera discusión con Venezuela tenga que ser la culpa de Chávez.
La junta editorial del Washington Post no perdió tiempo echándole la culpa histéricamente a Venezuela como fuente del problema. Sin embargo, todos los diplomáticos latinoamericanos verán -dado el carácter ofensivo de los comentarios escritos de Palmer- que Venezuela no puede aceptar este nombramiento. Así como los esfuerzos de la administración de Obama para ayudar a que el gobierno del golpe de Estado en Honduras obtenga legitimidad internacional; la continuación de las sanciones comerciales de la administración Bush contra Bolivia; la presencia militar aun más extensa en siete bases militares en Colombia y ahora en Costa Rica. Esta discusión diplomática fomentará desconfianza y minará más lo poco que queda de la credibilidad de Washington en el hemisferio.
*Esta columna fe publicada originalmente en The Guardian.