El 3 de octubre de 1990 culminó el proceso de reunificación de las dos Alemanias y con ello se hizo efectiva la desaparición de la llamada República Democrática Alemana (RDA) que había estado por 40 años bajo el yugo comunista impuesto por la Unión Soviética.
Como es sabido, al final de la Segunda Guerra Mundial y, luego de la derrota de la Alemania Nazi, las potencias vencedoras (USA, el Reino Unido y la Unión Soviética) acordaron en las conferencias de Yalta, celebrada en febrero de 1945, la división de Alemania en zonas de ocupación.
En marzo de 1948 las potencias occidentales fundaron, en las zonas por estas ocupadas, la República de Alemania Occidental. Simultáneamente, en la Alemania Oriental ocupada por los rusos, surgió la República Democrática Alemana.
Establecida oficialmente con ese nombre el 7 de octubre de 1949, la nueva nación surgió bajo el control del partido comunista soviético, a través del partido único que se conformó en la RDA, como Partido Socialista Unificado.
Bajo el gobierno hegemónico de ese partido y el tutelaje soviético, se impuso una economía estatizada y centralmente planificada, con un férreo control de los ciudadanos que, ante el deterioro político y económico generado por ese sistema dictatorial, comenzaron a huir hacia la Alemania Occidental.
Esto provocó que el régimen edificara, a mediados de 1961 el oprobioso Muro de Berlín, de 155 kms de largo y 3,6 mts de alto, con 300 torres de vigilancia y sensores eléctricos, cuando ya cerca de 36 mil alemanes orientales habían huido al Oeste.
La construcción de esa barrera incrementó el deseo de escapar y durante la permanencia del Muro mas de 75.000 personas fueron arrestadas tratando de huir hacia el Oeste, 200 fueron heridos y más de 1000 asesinados. Al final, más de 40.000 personas pudieron evadir los controles y huir hacia la libertad.
La profunda crisis económica en la que cayó la Unión Soviética en 1985 provocó la necesidad de cambios políticos y la reestructuración de la economía de la URSS.
Dichas reformas, conocidas como la Perestroika, impactaron igualmente al régimen socialista de la RDA y produjeron el colapso del Muro el 9 de noviembre de 1989.
El desmembramiento de las estructuras y militancia del partido socialista (que perdió el poder en las elecciones celebradas el 18 de marzo de 1990), resultó en el triunfo de los democristianos. Estos lograron formar una coalición no socialista, con el fin de impulsar la integración de las dos Alemanias, lo que se inició el 1° de julio de 1990 y culminó en octubre de ese año con la disolución de la Alemania Socialista y la unificación, bajo el antiguo nombre de República Federal Alemana.
La caída del Muro de Berlín fue igualmente el preludio para que, dos años después, colapsara la Unión Soviética y con ello el sistema comunista, y lograran su soberanía y libertad los países de Europa del Este, que habían estado bajo la llamada "cortina de hierro" impuesta desde Moscú.
Además de las violaciones de derechos humanos provocada como estilo de gobierno por la dictadura de la Alemania Socialista, las consecuencias de ese régimen que por más de 40 años imperó en la Alemania Oriental, fueron igualmente nefastas en términos económicos y políticos.
La evolución de la postguerra marcó un significativo contraste entre las Alemanias divididas: la Oriental, bajo el sistema comunista de planificación centralizada, sólo mostraba al final de ese régimen un PIB equivalente al 31% del que ostentaba Alemania Occidental, cuyo desarrollo se impulsó bajo la
Economía Social de Mercado. Todo ello a pesar de que, antes de la guerra, la región oriental era mucho más desarrollada, con un ingreso per capita 27% superior al que tenía entonces la zona Occidental.
Igualmente la productividad laboral y el PIB per capita de la RDA habían caído a la mitad de las cifras de la Alemania Occidental. La corrupción no estuvo ausente en el proceso de desaparición de la Alemania socialista, ya que con el colapso de las estructuras del partido gobernante, los jerarcas del agónico régimen se apropiaron ilícitamente de buena parte del tesoro de ese país, incluyendo el oro de las reservas y otros bienes por un monto que se estima superó la cifra de 12 mil millones de euros, muchos de ellos colocados en cuentas secretas en otros países, y que actualmente se encuentran en procesos de reclamación por el gobierno de Angela Merkel.
Como diría la reconocida historiadora Inés Quintero, lo anterior no es cuento, es historia. Es una dramática historia que nos revela que no hay muro ni físico ni ideológico capaz de vencer las ansias de democracia y libertad de los pueblos y que, si el socialismo real que se intentó implantar por la fuerza en décadas pasadas resultó en un estruendoso colapso político y económico, es absurdo insistir en que esas obsoletas recetas fracasadas puedan ser formulas para impulsar el desarrollo en la sociedad postmoderna que se está configurando y en la que es cada vez mayor el reclamo por la profundización de la democracia, el rechazo al caudilismo mesiánico de viejo y nuevo cuño y por sistemas de desarrollo inclusivos y que aseguren el respeto a los derechos humanos.
*Esta columna fue publicada originalmente en El Mundo.com.ve.