Al contrario que en Reino Unido, las encuestas francesas acertaron en los resultados. El nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron, va camino de conquistar una importante mayoría en el Parlamento, tal vez incluso abrumadora. Un éxito que supera todas las expectativas. Nunca antes se había visto un ascenso tan rápido en una democracia occidental con un partido hecho a medida para el candidato.
Los franceses han tenido cuatro semanas para ver a su joven presidente en el cargo. Tiene un instinto seguro y cabeza rápida, como si llevase décadas de experiencia a sus espaldas. Resulta notable que este "novato” de la política haya salido triunfante de sus encuentros con Trump o con el jefe del Kremlin, Vladimir Putin.
En Twitter, Macron supo encontrar la respuesta perfecta para la comunidad de internet cuando Trump anunció su retirada del Tratado del Clima de París. En alusión al lema de campaña de Trump, Macron le contestó "Make your planet great again” y el mensaje fue el más leído de la noche. Algo que merece una felicitación tanto para el presidente francés como para su equipo de redes sociales.
La guerra comienza ahora
Después de haber observado a Macron las últimas semanas, a los franceses les gusta lo que ven. Sus éxitos en encuentros internacionales han generado una auténtica Macron-Manía. También los mercados financieros apuestan por él, al igual que la canciller alemana.
Su pueblo le ha otorgado el voto de confianza. Pero después del baño de éxito tratando de recuperar la importancia y el glamur de Francia tras años de lamentos de Françoise Hollande, ahora habrá que trabajar sobre el terreno. Necesitará algunos éxitos rápidos. Sobre todo, provocar movimiento en el mercado laboral. Un cometido para el que también necesitará la ayuda del gobierno alemán de cara a soltar las ataduras financieras de la eurozona.
Emmanuel Macron aspira a reestructurar todas las oxidadas estructuras francesas: impuestos, educación, administración, justicia, la periferia de las ciudades… Tiene una docena de proyectos políticos pendientes y tendrá que demostrar que no solo es encantador y rápido en reaccionar ante sus colegas internacionales, sino que también sabe aguantar la respiración e imponer sus planes sin dejarse intimidar por los sindicatos de la izquierda. Más que glorioso, el día a día en París de los próximos años será duro y sucio. El próximo domingo, Macron puede lograr un éxito enorme en la segunda vuelta, pero a partir de entonces será cuando empiece realmente la batalla.
Revolución política en Francia
Mientras, los partidos tradicionalistas caen a izquierda y derecha. Los socialistas pasarán de tener mayoría en el Parlamento a tener solo un par de docenas de asientos. Todo un golpe maestro. Marine Le Pen y el Frente Nacional se han visto arrollados por la realidad. Tras levantar el vuelo con la candidatura presidencial, ahora quizás no lleguen ni a constituir grupo propio en la Asamblea Nacional. Solo tendrán sitio para gritar desde los bancos de atrás.
La extrema izquierda volverá al mismo número de asientos que tuvo siempre y los conservadores serán los grandes perdedores. Aunque hace cuatro semanas soñaban todavía con mayoría parlamentaria para obligar a Macron a cohabitar, ahora solo aspiran a convertirse el mayor partido de la oposición y caerán en una profunda crisis de identidad.
Esta revolución en la escena política francesa es sorprendente, pero también refrescante, con muchas caras nuevas, mujeres, gente de la economía y de la sociedad civil. Cada cien años, Francia tiende a permitirse una revolución. En parte, este ejercicio será una liberación, pero no está exento de riesgos. Emmanuel Macron tendrá que saber mantener los pies en el suelo, escuchar y trabajar duro para no dejarse intoxicar por su propio éxito. Recibió un enorme anticipo de confianza y tendrá que demostrar lo que puede hacer. Aunque la oposición esté debilitada y no pueda rebatirle mucho, aún está por ver cuán maduro e inteligente es realmente el joven presidente.