La guerra del Estado Islámico llegó ahora a México en la figura de los turistas asesinados en Egipto. Sirva esto para recordarnos que, por más que pensemos que el mundo empieza y termina en nuestras fronteras, las crisis humanitarias y de seguridad, como tantas otras, no nos pueden ser ajenas.
Sirva también para ver un eco más de la Primavera Árabe. Aquella fiesta que comenzó en Irán en 2009 y siguió en Túnez en 2010 para contagiar a varios países islámicos de Oriente Medio cuyas poblaciones se rebelaron en contra de los líderes autoritarios/dictatoriales que llevaban décadas encabezándolos.
Occidente celebraba: llega la democracia a Oriente Medio; el mundo árabe se une a “nuestro” estilo de gobernar.
Fue el caso en Túnez con Ben Ali; en Egipto con Hosni Mubarak; y le siguieron Libia de Gadhafi; Yemen; Bahréin y notablemente Siria, con el aún líder Bashar al-Assad.
El entusiasmo entre los jóvenes árabes que veían que podían tomar las calles y exigir derechos se contagió en analistas, medios de comunicación, políticos y observadores de occidente.
Hoy, esa gran fiesta conocida como la Primavera Árabe ha quedado atrás. Y en su lugar tenemos ecos de inestabilidad que han generado las olas de migrantes que vemos intentando llegar a Europa.
Provenientes de países que funcionaban bajo el yugo de liderazgos unipersonales, hoy las poblaciones de muchos de estos países se encuentran en el desamparo y desorden.
En marzo y junio supimos de los ataques a turistas, primero en un museo y después en una playa en Túnez. Ambos ataques atribuidos al Estado Islámico.
Ahora ha sido el ataque a los turistas mexicanos en la región oeste de Egipto. En esta ocasión se habla de que el ataque se debió a un error de las fuerzas policiacas y militares de Egipto que están intentando mantener segura una zona en pugna por el control de rutas de contrabando.
Estas rutas estaban “tranquilas” cuando Mubarak y Gadhafi encabezaban el gobierno en Egipto y Libia, respectivamente. Pero ahora, los contrabandistas beduinos se encuentran en pugna y el actual presidente egipcio, Abdel-Fattah al-Sisi, simplemente no ha podido establecer un control que evite ataques a civiles y a turistas. Como sucedió el domingo.
El caos en Egipto es tal que no se ha podido confirmar con precisión el número de muertos ni bien a bien por qué fueron atacados por las fuerzas egipcias los turistas mexicanos como si fuesen terroristas.
Egipto quiere revivir su economía dañada por las múltiples manifestaciones en la Plaza Tahrir a través del turismo.
Se antoja complicada la situación en ese y otros países del mundo árabe que simplemente dejan de funcionar cuando se les quiere implantar el sello de la democracia occidental.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.