Mucho se ha hablado sobre los desafíos que enfrenta el sistema educacional en el ámbito de la salud, los que afectan de manera transversal a los estudiantes. Estos inconvenientes no sólo dicen relación con situaciones asociadas a temas de infraestructura, sino también a importantes brechas formativas que impactan directamente en el futuro desempeño de los profesionales.
Esta realidad no es ajena a la educación superior, ya que se ha detectado que las mallas curriculares de una misma carrera difieren significativamente dependiendo de cada casa de estudios. Tomando esto como ejemplo, las diferencias curriculares en la formación académica de los tecnólogos médicos especialistas en imagenología y física médica no son menores, sobre todo en lo que dice relación con la incorporación de nuevas tecnologías que abren un abanico de posibilidades diagnósticas y terapéuticas para los pacientes.
En ese sentido, una de nuestras responsabilidades como líderes en formación académica profesional, es garantizar el acceso a educación de calidad y acorde con los avances tecnológicos del momento. Es de esa manera que algunas universidades nos hemos abocado a crear programas de educación continua, entregando de esta forma nuevas y mejores herramientas a los profesionales para que puedan ir actualizando sus conocimientos y competencias.
Y es justamente en ese punto en el que la colaboración entre la academia y el mundo de las empresas públicas y privadas juegan un rol importantísimo, ya que permite acceder a innovaciones tecnológicas, a la vez que posibilita una actualización significativa en la formación de los alumnos de postgrado.
Un ejemplo de ello es el primer diplomado universitario de Latinoamérica en hemodinamia, angiografía y terapia guiada por imágenes, organizado de forma conjunta entre la Universidad Mayor y Philips, el cual está orientado a profesionales como tecnólogos médicos, médicos radiólogos y médicos intervencionistas, así como a especialistas de carreras afines en la región, buscando aportar conocimientos sólidos en un área en constante desarrollo tecnológico, junto con acreditar competencias, habilidades y funciones que garanticen altos estándares e impacten directamente en la salud de las personas.
Asimismo, otro de los beneficios que representa una alianza de estas características, es que como casa de estudios superiores nos da la posibilidad de potenciar nuestras áreas de I+D, pudiendo diversificarlas con el objetivo de colaborar en el crecimiento socio sanitario del país.
Además, la sinergia entre el mundo académico y las empresas de los sectores productivos o de servicios es muy importante y debe fomentarse, ya que es una manera de conocer las reales necesidades profesionales del mercado y generar programas educativos que sean capaces de satisfacer de manera eficaz esos requerimientos.
En esa línea, estos programas deben ser diseñados comprendiendo que la medicina moderna difiere bastante de la practicada hacer 30 años, ya que actualmente nos enfrentamos a pacientes con una activa participación en el tratamiento médico, los que además cuentan con medios tecnológicos para informarse sobre sus patologías y posibles diagnósticos clínicos.
Por tal motivo y considerando la rapidez con la que deben adoptarse las innovaciones en el contexto actual, la formación profesional tiene que ser revisada y actualizada periódicamente, así como contemplar el uso intensivo de la tecnología que sea capaz de aportar el área privada. Todo ello, con el fin de fomentar un proceso educativo en el que cada alumno sea capaz de comprender y transmitir a los demás –colegas y pacientes- la forma en que las nuevas herramientas pueden generar mayor calidad en la salud y repercutir positivamente en las personas.