México experimenta una seria polarización política y social, resultado de la confrontación de dos visiones encontradas sobre el rol del Estado y el modelo de desarrollo. Después de 40 años de reformas estructurales bajo el modelo neoliberal, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) intentó sin éxito una “contrareforma," del sector eléctrico. Un debate sobre el cambio del modelo neoliberal que se encuentran en muchos otros países de la región de América Latina.
El cambio del modelo neoliberal y la construcción de consensos
El presidente hizo campaña los últimos 20 años con una retórica antineoliberal, que acusaba de contubernio a la elite política y económica con el fin de expoliar al país. Su mensaje caló hondo en la sociedad mexicana, lo que lo llevó a la presidencia en 2018 con una vasta mayoría. Un discurso que lo mantiene con una amplia legitimidad política en su cuarto año de gobierno, pero que no le ha permitido cambiar el modelo económico por falta de consensos políticos.
Los votos de su partido (Morena) no le alcanzaron para una “contrareforma” del sector eléctrico, con una propuesta ubicada en las antípodas del modelo neoliberal, a la cual se opusieron los partidos tradicionales que impulsaron las reformas pro-mercado cuando gobernaron. El PAN por su tradicional defensa del libre mercado. Mientras que el PRI, por no concederle una victoria política a López Obrador. A pesar de que la ideología de este partido defiende la rectoría económica del Estado en el sector energético, destacando que ha sido el principal impulsor de las políticas de liberalización económica. Hoy, AMLO los acusa de traidores a la patria y a sus principios rectores.
La propuesta de reforma eléctrica también contó con el rechazo de los principales socios comerciales, como Estados Unidos o España. Comprensiblemente inconformes por el cambio de las reglas del juego para la inversión extranjera privada, y la incertidumbre jurídica que provoca. Ambos países enviaron delegaciones diplomáticas y comerciales que manifestaban su oposición, aunque tampoco han reconocido los claros abusos al sistema de autoabastecimiento y otras prácticas evidentemente irregulares. Sin embargo, para encontrar soluciones era imperativo el diálogo y el consenso.
A López Obrador se le acusa de tener una visión anacrónica sobre la estratagema de desarrollo económico. Sin embargo, el modelo neoliberal también está siendo fuertemente cuestionado desde la más alta cumbre político-empresarial, el Foro de Davos Suiza. Particularmente en las ediciones de 2019 y 2020. A diferencia de la contrapropuesta del Mandatario mexicano, el Foro Mundial aún no encuentra un nuevo paradigma sustituto. Solo sugiere una versión más “light” de globalización con un crecimiento incluyente, sostenible y bajo la construcción de consensos con los entes interesados (stakeholders).
¿Por qué no pasó la propuesta de reforma eléctrica mexicana?
La reforma eléctrica mexicana fracasó por su corte estatista, al establecer un rol preponderante de la empresa eléctrica paraestatal, la Comisión Federal de Electricidad (CFE). En las economías abiertas todavía se desconfía de la eficiencia, transparencia y rendición de cuentas de las empresas del Estado, aunque tampoco son estos atributos seguros con los que cuenten las empresas privadas del sector.
En un mundo globalizado de apertura económica no se puede segmentar el mercado en favor de una empresa, aunque sea paraestatal. Ni limitar la inversión privada a un porcentaje. Sobre todo, si es el país con mayor número de acuerdos comerciales internacionales del mundo y por muchos años uno de los principales recipientes de inversión extranjera directa entre los países emergentes.
En un sistema comercial y financiero donde se defiende el Estado de Derecho y la certidumbre jurídica a la inversión, no se pueden cancelar los contratos pactados por decreto o norma. A pesar de que estos sean claramente ventajosos. Solo las autoridades competentes y después de un debido proceso, podrían anularlos. Siempre y cuando exista evidencia probada de corrupción, contubernio o de ser claramente leoninos. Para una reforma se debe regular y acordar las estrategias conjuntas con los inversionistas, y no cancelar unilateralmente los contratos.
Tampoco se puede ignorar la tendencia global hacia una transición energética sostenible, y la preocupación por el impacto ambiental de la generación de energía. Es comprensible que se quiere aprovechar el residuo del combustóleo por motivos económico financieros en México, pero no a costa del medio ambiente y la salud del pueblo mexicano. Por otro lado, sí se debería priorizar la capacidad instalada y no aprovechada en las hidroeléctricas, y replantear la fórmula de despacho y compra.
La encrucijada de América Latina
La globalización ha sido particularmente dura en cuanto al coste social para América Latina. Las prometidas altas tasas de crecimiento de las reformas del “Consenso de Washington” nunca llegaron. Hoy varios de sus gobiernos salen de la izquierda, queriendo revertir las reformas estructurales neoliberales. El dilema estriba entre ajustar el modelo neoliberal o retomar las políticas de mayor intervención del Estado en la economía. Revertir lo hecho no es una tarea fácil, no parece tener el éxito asegurado.
La propuesta de reforma eléctrica mexicana refleja varios de los dilemas geopolíticos que afectan la retórica política en la región. La agenda está dominada por la disyuntiva entre la reactivación económica del Estado frente al modelo de comercio e inversión abierta globalizado. El que promueven abiertamente las empresas trasnacionales y los organismos multinacionales. Dos visiones de Gobierno, país y desarrollo que muchas veces chocan entre sí. No se pueden ignorar los avances, pero tampoco los costes sociales y los abusos del mercado.
La autosuficiencia energética es un atributo que deben buscar siempre los Estados, pues se traduce en su potencial de crecimiento y en bienestar para su población. Pero también se deben seguir y procurar las políticas internacionales de protección al medio ambiente, que aseguran un futuro sostenible para todos en la aldea global. Los principales causantes del daño ambiental aún no asumen sus responsabilidades y muchas de las propuestas solo se han quedado en el tintero o en el discurso. La acción decidida de todos es impostergable, nos advierte al ONU.
América Latina debe mantener su compromiso con su sociedad, apabullada por la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades. Debe afianzar su posición en el nuevo marco geopolítico internacional y buscar sus ventajas competitivas en el mundo pos-globalizado. Una etapa que aún no acaba de definirse, pero que ha dejado de ser lo que era. La fallida reforma eléctrica de México, más allá de sus méritos o no, lo que muestra es la polarización de las visiones y la complejidad de implementar “contrareformas” que cambien el statu quo de los intereses globales.