A diario, a pesar de conocer el riesgo potencial, nos exponemos a actividades que pueden presentar cierto grado de peligro. Sin embargo, hemos encontrado formas de continuar haciéndolas de una manera menos riesgosa, simplemente porque dejar de hacerlas no resulta factible en muchos casos.
El ejemplo más común es el de los automotores. Cuando las personas empezaron a conducir esta actividad era muy peligrosa. Con el tiempo, la industria automotriz encabezó los desarrollos en tecnología de seguridad, mientras que los reguladores introdujeron legislaciones de seguridad vial, de forma que se logró reducir de manera sustancial los riesgos tanto para conductores como para peatones y acompañantes. Lo mismo sucede con el uso de protector solar o utilizar casco cuando andamos en bicicleta. La implementación de esas medidas es nada más ni nada menos que un enfoque de reducción de daños.
¿Pero en qué consiste la teoría de reducción del riesgo y daños? El concepto de reducción de daños puede ser un reto porque no existe una definición universal del término. Sin embargo, se puede entender como “las intervenciones destinadas a reducir los efectos negativos en la salud de diferentes comportamientos sin necesariamente extinguirlos”.
Este concepto puede resultar difícil de asimilar. Para entender este enfoque es necesario reconocer que existe la necesidad de buscar formas alternativas para continuar realizando las actividades cotidianas, disminuyendo el riesgo que puedan implicar para el individuo y su salud. Como médicos en general, no somos formados en el concepto de la reducción de daños como tal en la universidad mientras estudiamos, sin embargo, es algo que estamos implementando constantemente en nuestras vidas, no sólo en la práctica médica sino también en nuestra vida personal.
En lo que respecta al tabaquismo, hoy más que nunca resulta primordial aplicar este enfoque: a pesar de todos los esfuerzos que se están realizando en materia de control del tabaco desde hace décadas, aún hay más de mil millones de fumadores en todo el mundo que continúan fumando y necesitan tener acceso a alternativas menos riesgosas que el consumo de cigarrillos. La industria del tabaco comparte y apoya la idea de que la mejor opción para un fumador es –y siempre será– dejar de fumar. Pero ante la existencia de consumidores adultos que no dejan de hacerlo, hemos invertidos recursos significativos en la investigación y desarrollo de alternativas que representan un riesgo menor para esta población.
Esas alternativas eliminan la combustión en el consumo de tabaco. A diferencia de lo que el saber popular indica, es la combustión, y no la nicotina, la causa principal de las enfermedades relacionadas con el tabaquismo. Al eliminarla, se reducen significativamente los químicos nocivos o potencialmente nocivos a los cuales se expone el fumador, lo que permite contar con alternativas menos riesgosas que continuar fumando cigarrillos.
Gracias a la tecnología, a la innovación y a la ciencia, estamos encontrando alternativas mejores para los fumadores que de otra manera continuarían fumando. Varias organizaciones independientes han analizado las alternativas libres de humo, llegando a conclusiones como que estas "probablemente muestren una reducción de los riesgos para los fumadores en un futuro". Por ejemplo, el Comité de Toxicidad del Reino Unido realizó una revisión de la evidencia disponible sobre dos productos de tabaco calentado y concluyó que "la evidencia disponible sugiere que los productos de tabaco calentado pueden ser considerablemente menos dañinos que los cigarrillos tradicionales"[1].
El Instituto Federal Alemán para la Evaluación de Riesgos (BfR), una sucursal del Ministerio Federal de Alimentos y Agricultura llevó a cabo un estudio de laboratorio y sus resultados demuestran niveles significativamente reducidos de componentes nocivos y potencialmente nocivos (HPHCs) en los productos de tabaco calentado en comparación con el humo del cigarrillo[2].
La mejor manera de promover la salud de la población es a través de la ciencia. Y lo que respecta al tabaquismo no escapa a esto. Las decisiones en materia de salud pública deben tomarse basadas en la ciencia, en datos sólidos y transparentes. Y deben ser decisiones informadas.
Para lograr un impacto real en términos de reducción del riesgo es primordial mantener la mente abierta, libre de preconceptos y escuchar las diferentes opiniones. Es por esto por lo que la invitación es a que a través del diálogo abierto podamos analizar la evidencia que avala que la reducción de daños es una alternativa mejor que tener un enfoque blanco o negro en materia de control de tabaco.
[1] Evidence review of e-cigarettes and heated tobacco products 2018. A report commissioned by Public Health England (https://assets.publishing.service.gov.uk/government/uploads/system/uploa...
[2] Levels of selected analytes in the emissions of “heat not burn” tobacco products that are relevant to assess human health risks (https://link.springer.com/article/10.1007/s00204-018-2215-y)
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