En 1968, Garrett Hardin publicó un artículo llamado “La tragedia de los comunes”, donde explica cómo puede llegar a la ruina una sociedad donde los individuos anteponen sus intereses egoístas al bienestar colectivo, en situaciones donde los recursos son no excluibles pero sí rivales (como los recursos naturales que pueden extinguirse o deteriorarse por explotación desmesurada).
Para Hardin, los individuos intensifican su comportamiento egoísta ante la escasez de los recursos comunes, desplegando acciones no cooperativas de juegos suma cero, que colocan en riesgo de sostenibilidad al recurso común y provocan una tragedia colectiva de pérdida de bienestar.
No obstante, la Premio Nobel en Economía, Elinor Ostrom, demuestra que las condiciones que se consideran inmutables en un juego al estilo del dilema del prisionero, donde la estrategia dominante es la egoísta, pueden tener otra salida cuando los ciudadanos cuentan con las capacidades para organizarse y mitigar los juegos coercitivos, pudiendo alcanzar resultados cooperativos para evitar tragedias comunes, con soluciones más eficientes que las tradicionales.
Ostrom propone llegar a soluciones alternativas a la política pública tradicional (de estatizaciones o privatizaciones) para evitar el agotamiento o destrucción de los recursos de uso común. La propuesta es la realización de contratos vinculantes (formales o no) entre los agentes o comunidades con estrategias de cooperación eficientes, que los impulsen o motiven a cumplir con los acuerdos.
Para que la estrategia dominante en los juegos entre individuos sea cooperativa, debe existir una institucionalidad mínima que permita repartir equitativamente los niveles de rendimiento y costos de explotación de los recursos comunes.
Para Ostrom, el hecho que pueda imponerse la estrategia cooperativa en el uso de los recursos comunes depende de la consideración de los costos y beneficios de las acciones individuales, de la reducción de la incertidumbre sobre la situación real de los recursos explotables (reducción de asimetrías de información), de la propiedad comunitaria de los recursos de uso común a través del tiempo, como condiciones que hagan que los beneficios obtenidos por las comunidades sean mayores a los beneficios obtenidos por los individuos.
El principal problema que enfrentan los ciudadanos o agentes económicos que usan o explotan un recurso común es de organización cooperativa, para establecer estrategias coordinadas con el fin de obtener beneficios colectivos o reducir los daños de la explotación, mitigando así las tragedias como las que ocurren cuando se extinguen especies marinas o recursos naturales vitales.
La tesis principal de Ostrom es que la mejor gestión de los recursos de uso común puede estar en los propios implicados, aunque el éxito de esa “auto- gobernanza económica” de las comunidades depende de que existan las condiciones institucionales que permitan reducir los costos de transacción, la información asimétrica, las discrecionalidades políticas y los intereses de las élites.
Ostrom muestra cómo diferentes sociedades han desarrollado mecanismos institucionales, formales o informales que gestionan eficientemente los recursos de uso común y evitan su colapso, como los casos de tenencia comunal en Suiza, la irrigación de huertas españolas o irrigación en Filipinas, siendo las claves de éxito: límites claramente definidos, coherencia en las reglas de apropiación y provisión, convenios de elección colectiva, supervisión, mecanismos para la resolución de conflictos y reconocimiento de derechos de organización.
Un caso histórico que ejemplifica la tragedia de los comunes, es el de sobre- explotación de perlas en Cubagua, muy cerca de la isla de Margarita en Venezuela. Esta pequeña isla de 24 km² poseía ricos yacimientos de perlas en la época colonial, que empezaron a ser administrados de manera irracional por la Corona Española, a tal punto que en muy poco tiempo se extinguieron las perlas. De acuerdo al historiador Marco Aurelio Vila, una de las principales causas de la sobre-explotación estuvo en la flexibilización de las condiciones de uso por parte del Estado español, siendo otra de las causas de la decadencia, la aniquilación de las poblaciones indígenas locales, a quienes se les obligaba a bucear a grandes profundidades, terminando con los pulmones destruidos por las condiciones inhumanas de trabajo. Por lo tanto, no resulta extraño que estas prácticas de explotación perlífera descontrolada resultaran en una tragedia de los comunes.
En el caso de la isla de Cubagua, la falta de barreras de entrada a la explotación del recurso de uso común, impuso la búsqueda de beneficio individual sobre el bienestar colectivo, provocando el agotamiento del recurso y el abandono de la isla. Es un claro ejemplo que la conducta individual maximizadora de la ganancia derivó en el agotamiento de las perlas, impactando negativamente los intereses colectivos. Actualmente se siguen extrayendo perlas en la isla de Margarita, que a diferencia de Cubagua no se han extinguido porque la actividad es gestionada directamente por las propias comunidades de pescadores.
Una situación en la que se intuye que también se puede imponer la tragedia de los comunes en Venezuela, está en la explotación de yacimientos de oro en el sur del país. Tradicionalmente, esa zona fue aprovechada por pequeños mineros y comunidades sin que significase la merma de los recursos, sin embargo, el gobierno actualmente ha convertido la zona en un espacio estratégico de explotación de oro, denominado Arco Minero del Orinoco, otorgando concesiones a 150 empresas de 30 países diferentes, lo que representa una explotación irracional de los recursos mineros de todos los venezolanos, que podría eventualmente agotar el mineral, además de devastar un espacio natural de valor incalculable por su biodiversidad, una situación similar a la provocada en Cubagua por el Estado español.
Con estos ejemplos queda demostrada la tesis de Ostrom que las comunidades pueden administrar más eficientemente los recursos de uso común que el Estado o las privatizaciones, al menos en el caso venezolano, donde hasta la libertad ciudadana se ha agotado por sobre explotación ilegítima del gobierno. Mayor participación ciudadana en la administración de los recursos de todos, minimizan los riesgos de Estados totalitarios e ineficientes.