Uno de los factores más importantes de la economía chilena es su capacidad exportadora y para ello, la infraestructura portuaria es fundamental, algo que en los últimos años lamentablemente ha ido palideciendo por la falta de una visión de desarrollo y de entender que Chile necesita una cadena logística robusta, con los puertos como su columna vertebral y motor de esta área de la economía local.
De acuerdo con la edición 2023 del informe Indicador de Desempeño Logístico (LPI), desarrollado por el Banco Mundial y que evalúa seis componentes claves de la cadena de suministro, como la eficiencia de los procedimientos aduaneros y la trazabilidad de la carga, Chile se ubica en el tercer lugar entre los países de Latinoamérica, antecedido por Panamá y Brasil.
En dicho análisis obtuvo el peor puntaje y la posición más baja en relación a todas las ediciones anteriores.
Así, si en 2010 el país figuraba en la posición n° 49 a escala global con una puntuación de 3,09, hoy se ubica en el puesto n° 61 con 3,0 puntos. Es por ello que muchas voces en el sector manifiestan la necesidad de contar con un plan que fortalezca la inversión y el desarrollo de infraestructura, y que permita la modernización del sistema en todo el país.
Algo que considero necesario y urgente. Esto, debido a que es innegable que actualmente existe una falta capacidad portuaria, pero también debemos considerar que el tema no es tan simple como construir más puertos. Sino que también hay que mejorar la cadena de suministro a dichas instalaciones. Algo fundamental para que toda la cadena de suministro opere adecuadamente y pueda absorber de manera adecuada, el potencial exportador de nuestro país, el que naturalmente debiera ir creciendo con el tiempo.
A modo de ejemplo, el mal estado de la red ferroviaria del país y la lentitud de las licitaciones viales, impide que los puertos chilenos aumenten su capacidad de operación.
El tan anunciado proyecto de US$3.500 millones en el Puerto de San Antonio, es imposible de ejecutar sin mejorar la red de ferrocarriles que tiene el país. Algo que en el sector se conoce y se les ha dicho a las autoridades desde hace varios años e incluso a distintas administraciones.
Por otro lado, si falta hoy capacidad portuaria, pero se estuviera construyendo o bien existieran diversos procesos de licitación, veríamos luz al final túnel.
Pero no es el caso. El pipeline de proyectos versus las necesidades país, aún con crecimientos bajos, es totalmente insuficiente. Un problema que en otros países de la región lo han entendido de buena manera, lo que los ha llevado a poner en marcha ambiciosos proyectos para mejorar su infraestructura portuaria y así poder absorber todo su potencial exportador.
De hecho, si nos comparamos con nuestros vecinos, podemos observar que la capacidad de Brasil, las inversiones realizadas en Perú (que pese los temas políticos han comenzado hace varios años) y las ventajas geográficas de Colombia, nos hace imposible pasar por alto el escaso pipeline de Chile.
Peor aún, si consideramos que el Puerto Exterior de San Antonio lleva años de retraso y el Terminal 2 de Valparaíso parece hoy un sueño lejano.
Lo que en su minuto se pudo haber visto como una reducción de costos o como un “ahorro”, ya que no era “tan urgente” para dicho momento, nos está lamentablemente pasando la cuenta.
Y aún hoy se sigue viendo como algo menos urgente versus otros temas, algo que ocurre sin que se haga una reflexión seria de cómo afectara la productividad y el PIB de Chile en el futuro cercano.