Una renta básica universal (RBU) es un programa según el cual todo ciudadano adulto recibe una renta incondicional independiente de su situación laboral y patrimonio. Con toda seguridad, la provisión de una RBU transitoria hubiera permitido afrontar la crisis de la COVID-19 con mayor facilidad administrativa y menor estrés social. Pero la RBU es una vieja idea en el marco del debate de la automatización y la amenaza de un futuro sin trabajo.
La idea de RBU es tan atractiva como controvertida y contraintuitiva, y sus efectos deben calibrarse en su totalidad. ¿Qué ocurre cuando a una población se le ofrece una renta perpetua mínima, sin condiciones? Se han realizado numerosos proyectos piloto, aunque ninguno de ellos es concluyente. Algunas de las dudas son las siguientes:
¿Por qué no se ofrece condicionalmente, supeditada a estar desempleado? La RBU estaría vinculada a un derecho de ciudadanía. Un suministro de cash directo eliminaría las “trampas de pobreza” (recibir la renta por estar desempleado, generando incentivos para seguir estando desempleado) y sería más ágil al eliminar costosos mecanismos de control.
¿Desincentiva el trabajo? En los proyectos piloto se constata que una parte (pequeña) de la población opta por dejar de trabajar. Pero son generalmente personas con dificultades de adaptación ante el rápido cambio tecnológico, o personas que cuidan ancianos o niños. Otros también dejan sus trabajos para emprender proyectos personales, pues su nivel de riesgo personal se ve reducido. La RBU sería “venture capital for people”, y podría impulsar la innovación y el crecimiento económico.
¿Es moralmente justo dar una renta a personas que renuncien a trabajar? Es socialmente más injusto que alguien que desee y necesite trabajar no encuentre trabajo y caiga en la pobreza. La RBU se debe situar en un teórico contexto de abundancia ligado al cambio tecnológico. Supongamos una sociedad que sea capaz de generar calorías a coste marginal cero. ¿Qué es mejor: distribuir libremente esas calorías y permitir que acceda al calor alguien ocioso; o restringirlas y permitir que muera de frío quien no tiene empleo?
¿Constituye la RBU a la uniformización de la sociedad? La RBU ha sido propuesta por economistas como Stuart Mill, Keynes, Hayek, o Friedman (estos últimos, padres intelectuales del liberalismo). Roosevelt, Nixon u Obama, líderes sociales como Luther King o inversores como Warren Buffet han defendido modalidades de RBU. También Elon Musk, Bill Gates o Mark Zuckerberg se han mostrado partidarios, no como un neocomunismo, sino como culminación del sistema capitalista. Para pensadores liberales, no existe libertad real si estamos sometidos a la tiranía de la pobreza. Para conservadores norteamericanos, la RBU puede ser el mecanismo de salvaguarda del capitalismo ante el colapso de la demanda, la extensión de la desigualdad y el populismo, y un revulsivo para la simplificación de estados del bienestar (eliminando costes de control y burocracia).
¿Crearía inflación? No existe un consenso. Se equipara al helicopter money. Pero este tipo de políticas se asocian a la expansión cuantitativa en momentos de recesión, que sí que podrían crear inflación. La RBU no significaría la puesta en circulación de más moneda, sino la redistribución de la base preexistente.
¿Se puede implantar hoy? Difícilmente, por su coste, entre 10% y el 25% del PIB. Un esfuerzo fiscal excesivo hoy. Sin embargo, las economías crean riqueza creciente gracias al cambio tecnológico. Una RBU se debe contemplar a medio plazo.
Existen dos principios básicos para una RBU: disponer de un grado de desarrollo económico que lo permita, y de una sociedad culta y madura que sepa gestionarla. Es fundamental un modelo económico de alta productividad basados en la innovación. Sólo así será posible una RBU, como punto de destino de una economía democrática de libre de mercado. Hoy, una RBU estructural es imposible. En el futuro, posiblemente, será imprescindible.