El debate sobre los costos de la pandemia suele plantearse como una disyuntiva. De un lado, las políticas que buscan reducir el número de muertes (como las cuarentenas) producen un mayor costo económico. De otro, las políticas que intentan reducir el costo económico (al buscar la inmunidad colectiva con restricciones sociales mínimas) conllevan un mayor número de muertes.
Pero existen dos razones por las que esa sería una falsa disyuntiva. La primera es que, según la Organización Mundial de la Salud, no existe evidencia suficiente como para sostener que las personas que superan la infección adquieren inmunidad frente el virus. La segunda razón es que algunas investigaciones concluyen que el costo económico de una pandemia sería mayor bajo políticas que dan prioridad a reducir ese costo que bajo políticas que dan prioridad a reducir el número de muertes. Una investigación de Correia, Luck y Verner compara las políticas adoptadas frente a la Gripe Española en distintas ciudades de los Estados Unidos. Cuando se comparan países, siempre surge el problema de cómo separar el efecto de las políticas que adoptaron del efecto de otras diferencias que pudieran existir entre ellos (por ejemplo, de nivel de ingresos o de régimen político). Ese es un problema menor cuando estudiamos distintas ciudades de un mismo país que, además, por ser federal permite que parte de las políticas con que se afronta una pandemia sean adoptadas por los gobiernos sub-nacionales.
Según esa investigación, las ciudades estadounidenses que, entre 1918 y 1920, adoptaron medidas de distanciamiento social más tempranas y más estrictas (como prohibir reuniones públicas y cerrar escuelas) tuvieron una menor tasa de mortandad producto de la pandemia (560 muertes por cada 10.,000 habitantes, frente a 730 en el resto de ciudades). Ese hallazgo no sorprende en lo absoluto, pero sí lo hace un segundo hallazgo: las ciudades que adoptaron medidas estrictas de distanciamiento social no tuvieron peor desempeño económico durante la pandemia y crecieron a tasas más altas después de ella. Es decir, no existiría una disyuntiva: las políticas que reducen el número de muertes también disminuirían en mayor proporción el costo económico de la pandemia.
Podría objetarse que ni la pandemia ni la economía en 2020 se parecen a las de hace un siglo. De un lado, la Gripe Española fue particularmente letal entre adultos jóvenes: es decir, entre personas que formaban parte de la población económicamente activa (mientras el COVID-19 afecta en mayor proporción a personas en edad de retiro). De otro, a diferencia de 1920, hoy la economía en países desarrollados se basa más en los servicios que en la industria. Es decir, un tipo de actividad económica que (a diferencia del hacinamiento propio de las fábricas hace un siglo), es capaz de operar sin infringir las normas de distanciamiento social (por ejemplo, a través del teletrabajo).
Existen, sin embargo, investigaciones preliminares que sugieren que las mismas conclusiones serían válidas hoy en día. Un estudio de cinco profesores de la Universidad de Wyoming hace un cálculo costo-beneficio según el cual los beneficios económicos que brindan las políticas de distanciamiento social (en particular, los beneficios que derivan de las vidas que salva) serían, a mediano y largo plazo, superiores a los costos que esas políticas tendrán para la economía de los Estados Unidos.
Continuaré con este tema en la columna de la siguiente semana.