La configuración territorial de Estados Unidos fue producto de colonizaciones, invasiones, y compra de territorios: Lusiana, California, Florida, Alaska, Texas hacen parte de esa extensa historia de compra de dominios. Siguiendo ese libreto, en el siglo XX pretendieron comprar a los daneses a Groenlandia, un territorio codiciado desde 1867, cuya extensión es de 2.166.000 km². Se trata de una de las mayores islas del mundo, con el 75% de su territorio cubierto por una capa de hielo, pero con una gran importancia estratégica para Estados Unidos, en términos de riquezas, seguridad y defensa por su ubicación geográfica.
Por su importancia estratégica para dominar las rutas marítimas que unen a los océanos Pacífico, Ártico y Atlántico el año pasado, el presidente Donald Trump, propuso por tercera vez comprar el territorio groenlandés. Sin embargo, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, dijo que “Groenlandia no está a la venta, pero sí abierta al comercio y la cooperación con otros países, incluido Estados Unidos”.
Así pues, Groenlandia es un territorio estratégico codiciado por los estadounidenses desde hace 153 años, cuya preponderancia para ellos se incrementó desde la Segunda Guerra Mundial y se acentuó más durante de la guerra fría, debido a que fue un territorio estratégico para desarrollo de operaciones militares.
Por eso fue que el presidente Harry Truman propuso al gobierno danés su compra en 1946, pero este se negó. Cinco años después, firmaron un tratado que le permitió a Estados Unidos, construir la base militar de Thule, situada cerca a los dominios rusos.
Groenlandia está situada en la encrucijada más estratégica del océano Ártico, una de las regiones que los últimos años es escenario de encarnizadas disputas fronterizas entre cinco países de tres continentes que comparten límites en la región. El Polo Ártico durante la guerra fría fue centro de experimentos militares de Estados Unidos y la Unión Soviética, y ahora de nuevo es el teatro de operaciones militares de Estados Unidos, Rusia, Dinamarca, Canadá y Noruega. Todos como consecuencia de descubrimientos de grandes yacimientos de petróleo y gas.
Un estudio del United States Geological Survey reveló que la región posee entre el 25% y el 30% de las reservas mundiales inexploradas de petróleo y gas. Eso ha hecho que crezcan los conflictos limítrofes entre los países que comparten fronteras en la región.
Además, de los líos fronterizos que mantienen los países que comparte fronteras, potencias como Francia, Inglaterra y China tienen puestas sus miras en las riquezas de la región y buscan mecanismos para tener acceso al control de las rutas marítimas. Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, Noruega y Rusia desarrollan proyectos de construcciones de bases militares, al igual que despliegan fuerzas militares para defender sus dominios estratégicos.
Estados Unidos y Rusia tienen en la zona unidades militares para defender sus intereses geoestratégicos, y lo mismo están haciendo Canadá, Dinamarca y Noruega. Pese a que Rusia y Noruega firmaron un acuerdo de delimitación de espacios marítimos, que puso fin a la moratoria que tenían sobre las explotaciones de yacimientos de hidrocarburos en la plataforma continental. Dicho acuerdo no significó el fin de las querellas en la región, dado a que siguen las disputas de Estados Unidos con Canadá en el mar de Beaufort, de Canadá y Dinamarca por algunos islotes; y de Rusia y Estados Unidos en la franja que separa a Alaska de Siberia.
Fuera de aquellas rivalidades, también se disputan el control de las rutas marítimas que reducen las travesías entre Estados Unidos, Europa, China y Japón. La ruta del noreste se la disputan Rusia y Noruega, y la ruta noroeste se la pelean Estados Unidos, Canadá y miembros de la Unión Europea. La importancia de estas rutas radica a que en la medida que se acelera el deshielo y avanzan las exploraciones mineras serán vitales para el comercio mundial, en virtud de que, se reduce en un 23% la distancia entre Nueva York y Tokio.
Rutas que no sólo recortarán las distancias, sino los costos de los fletes, ya que resultarán más baratos que los de las rutas de los canales de Panamá y del Suez y que se convertirán en la nueva entrada de China a Europa, debido a que en época de verano el trayecto entre Shangai-Hamburgo se reduciría en 8.600 kilómetros. La propuesta de Trump de comprar a Groenlandia no es descabellada. Forma parte de una nueva movida de la política exterior de Estados Unidos para enfrentar la poderosa alianza de las potencias asiáticas de Rusia y China por el control del nuevo orden mundial.