Pero los lápices y rotuladores del parisino no siempre dibujan cuentos y, así, una de sus obras más comprometidas es la que explora el gran amor de Leonardo da Vinci, el joven aprendiz Salai, quien influyó extraordinariamente en su obra.
La aportación para los lectores que ofrece la ilustración de los libros tiene que ser distinta de la propuesta literaria, defendió en una entrevista el artista francés Benjamín Lacombe, famoso por sus cómics y dibujos de libros juveniles.
"La ilustración no debe parafrasear el texto, sino ofrecer una nueva mirada", asegura Lacombe, convencido de que los dibujos conducen a los lectores a una dimensión paralela al texto.
"Cuando tú creas un libro que tiene un soporte audio, con un disco al lado, tienes que dejar espacio para que la música se exprese y eso se consigue dando sonoridad al dibujo", cuenta este joven ilustrador, nacido en París hace 32 años.
Esmeralda, Quasimodo y la Francia del siglo XV llegan ahora a Chile de la mano de Lacombe, un artista conocido por poner imágenes a los textos de grandes autores, como Víctor Hugo, de cuya obra "Nuestra Señora de París" acaba de ilustrar un segundo volumen.
Además de reinterpretar con lápices de colores el universo de Edgar Alan Poe o cuentos clásicos como "Caperucita Roja" y "Blancanieves", Lacombe transforma la música en dibujos, como en el cuento navideño con ritmo de jazz "Swinging Christmas".
El ingenio de Lacombe retrata la voz de Olivia Ruiz con composiciones que simulan partituras, letras que escapan del texto y se meten en el dibujo y una luz que recrea los años dorados del "swing".
Pero los lápices y rotuladores del parisino no siempre dibujan cuentos y, así, una de sus obras más comprometidas es la que explora el gran amor de Leonardo da Vinci, el joven aprendiz Salai, quien influyó extraordinariamente en su obra.
"Ésa es una historia que dialoga con la realidad de hoy día. En ella se habla mucho de la homosexualidad, de los matrimonios entre personas del mismo sexo", explica el autor de "Leonardo y Salai", quien publicó esta obra cuando en Francia arreciaban las protestas en contra de la aprobación del matrimonio homosexual. "Ese libro no lo hice como reacción a lo que estaba sucediendo, porque lo dibujé tres años antes, pero creo que la cultura debe poner en el tapete las discusiones sociales y políticas", resaltó el artista.
Inspirado en figuras tan dispares como los cineastas Pedro Almodóvar, Tim Burton y Lars von Trier, este dibujante francés intenta alejarse de lo que hacen otros ilustradores, porque considera que buscar en el medio inspiración para sus ideas estéticas puede "ensuciar" su originalidad gráfica.
Aún así recuerda con cariño los días en los que vivía con la cara pegada al televisor viendo películas de Walt Disney y la nariz metida entre las páginas del gótico y macabro ilustrador estadounidense Edward Gorey.
Los rostros que ve por la calle y que le emocionan son sus amigos; las películas que ve, mueven su mano por el papel, aunque al final "la elección de colores fríos o cálidos viene del texto, del ambiente que hay que crear, o de los sentimientos de los personajes", explica. Y lo que más cuidan sus trazos románticos es la luz porque, según el artista, "ilustrar viene de la palabra lustrar, que significa dar brillo a algo, iluminarlo".