Fuertemente depredadas por piratas y navegantes durante siglos, gracias a sus condiciones ideales de mantención para largos viajes, la especie estuvo a punto de desaparecer.
De quince ejemplares de tortugas gigantes existentes en la Isla Española en el archipiélago de las Galápagos, Ecuador, hace cincuenta años -con el claro peligro de extinción que eso significaba- expertos de la Escuela de Ciencia Ambiental y Forestal de la Universidad del Estado de Nueva York (Suny) informan esta semana que lograron recuperar la población de la especie, alcanzando ahora una presencia suficiente como para permitir que los reptiles vivan por su cuenta.
El grupo dio a conocer en el estudio “Demographic outcomes and ecosystem implications of giant tortoise reintroduction to Española Island, Galapagos” –publicado en la revista científica Plos One- que actualmente existe una población cercana a mil ejemplares, lo que permite a la especie sostenerse por sí misma.
Capaces de vivir hasta dos siglos, las tortugas gigantes de la isla latinoamericana pueden medir hasta 1 metro de largo, con un caparazón que tiene una leve punta en la parte frontal. Su nombre científico es Chelonoidis hoodensis.
El archipiélago de las Galápagos se ubica en el Océano Pacífico a unos mil kilómetros al oeste de Ecuador y alberga a una serie de criaturas inusuales, situación que ayudó a inspirar la teoría de la evolución mediante selección natural de Charles Darwin, después de su visita al lugar en 1835.
La dieta principal de las Chelonoidis hoodensis es pasto y hojas durante la temporada húmeda y cactáceas durante la temporada seca, en medio de un hábitat árido y rocoso de sólo 60 kilómetros cuadrados.
El profesor de biología de conservación de vertebrados de la Escuela de Ciencia Ambiental y Forestal de la Universidad del Estado de Nueva York (Suny), James Gibbs estima que la población normal de las tortugas pudo ser entre 5.000 a 10.000 antes de la llegada del hombre.
Por su posibilidad de vivir hasta un año sin comida ni agua, estos reptiles resultaron un manjar para piratas, balleneros y otros navegantes durante los siglos XVIII y XIX, ya que era posible transportarlas vivas en largos viajes en bodegas y alimentarse de ellas en esas largas travesías.
La tarea de recuperación de la especie fue permanentemente compleja. Nadie sabía cómo reproducir tortugas en cautiverio y los mejores zoológicos del mundo habían fracasado en la tarea. “El Parque Nacional Galápagos y el Suny pudieron descifrar el enigma, volviéndose tremendamente efectivos en ello", dijo Gibbs.