Con el tiempo, los metales como el oro y la plata, que resultaban difíciles de obtener, y que se podían moldear en forma de monedas estandarizadas, pasaron a convertirse en la principal forma de divisa.
Desde épocas remotas, las formas de intercambio y trueque han sido muy variadas, y han permitido a todas las sociedades poder generar y crear diversos tipos de negecios e intercambiar mercancias, en perídos en que no existían instituciones que normaran estos intercambios.
Sin embargo, el sistema de trueque fue generando inconvenientes, puesto que cada sociedad otorgaba valores pocos objetivos a los elementos de intercambio.
Las limitaciones inherentes de este sistema animaron al desarrollo de vales de intercambio ampliamente aceptados. Algunas sociedades utilizaban para ello objetos como dientes, piedras o plumas, pero el hecho de que carecieran de valor hacía que fuera demasiado sencillo abusar del sistema.
Con el tiempo, los metales como el oro y la plata, que resultaban difíciles de obtener, y que se podían moldear en forma de monedas estandarizadas, pasaron a convertirse en la principal forma de divisa.
Durante el medievo, los pagarés en papel empezaron a ganar aceptación en algunas de las sociedades más estables desde el punto de vista político y, así, nació el concepto moderno del dinero.
La necesidad de poder cambiar entre diferentes tipos de pagarés dio paso a los primeros sistemas de cambio de divisas. Hasta la Primera Guerra Mundial, la mayoría de los bancos centrales empleaban oro como base para sus monedas, más conocido como Patrón Oro.
Durante el siglo XIX, algunos países suspendieron la conversión en varios momentos, para adaptarse a las circunstancias, lo que provocó la tendencia a una inflación masiva y una gran inestabilidad política en muchos estados.
Si bien muchos volvieron a dicho sistema tras la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión de los años 30 fue la gota que colmó el vaso para el Patrón Oro y el Reino Unido y los Estados Unidos lo abandonaron definitivamente en 1931.
En la conferencia de Bretton Woods en 1944, se estableció un nuevo sistema en el que el dólar pasó tener un valor fijo respecto del oro, y se fijó el valor del resto de divisas respecto del billete verde. Este modelo se denominó Patrón de Cambios-Oro.
Al mismo tiempo, se crearon entidades financieras como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, y el Acuerdo General Sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT por sus siglas en inglés), en un esfuerzo por evitar la inestabilidad económica que llevó a la Segunda Guerra Mundial.
Durante los años 60, este modelo empezó a tener grandes dificultades, al divergir las economías nacionales. Si bien varios países se sumaron a este sistema durante dicha década en un esfuerzo por mantenerlo en vigor, finalmente se colapsó en 1971, cuando la administración Nixon suspendió la convertibilidad del dólar a oro.
Esto se debió a los problemas de los Estados Unidos que supusieron que el billete verde dejara de ser apropiado como única divisa internacional. Desde allí, su valor respecto del resto de las monedas se determinaría exclusivamente en base a la ley de la oferta y la demanda, lo que allanó el camino para la llegada del mercado de Forex como se lo conoce hoy en día.
En 1979, en un esfuerzo por llevar la estabilidad monetaria a los países de Europa del Este y preparar la llegada de la divisa única, la Comunidad Económica Europea lanzó un nuevo sistema de tipos de cambio entre las del Viejo Continente, conocido como el Mecanismo de Tipos de Cambio.
Esto dio lugar a cierto margen de movimiento entre los valores de las monedas, siempre que se mantuvieran dentro de unos límites concretos. Este sistema provocó que fueran vulnerables a los abusos por parte de los especuladores, razón por la que en 1993, el Reino Unido se vio obligado a prescindir de dicho modelo.
Algo parecido ocurrió en el Sudeste Asiático en 1997 y a principios de 2000, cuando todos se habían pasado ya al modelo de libre mercado implantado en los Estados Unidos en 1971.
Entre 1931 y 1971, no hubo grandes movimientos desde el punto de vista de la especulación con divisas, pero el colapso del sistema Bretton Woods volvió a abrir las puertas a la especulación con los valores de las monedas.
En las décadas siguientes, este mercado ha evolucionado hasta convertirse en el mayor del mundo, con operaciones diarias por valor de billones de dólares. Al contrario de lo que ocurre en los de acciones, no tiene su sede en un edificio; ni siquiera en un país. Más bien es ingente y descentralizado que se basa en intercambios de telecomunicaciones intercontinentales.
Hasta hace relativamente poco tiempo, si se quería especular con monedas, debía contarse con un capital de salida enorme, algo que limitaba de facto el acceso a los bancos de inversión y a particulares con grandes patrimonios.
Esto se debía a que las unidades más pequeñas con las que se podía negociar solían costar cerca de 50.000 libras esterlinas o más, una cifra demasiado elevada para el inversor medio. Además, los costos operativos eran muy elevados, con lo que podían llevarse por delante los beneficios que se obtuvieran a través de la transacción.
Sin embargo, en los últimos años, los operadores de divisas online han permitido entrar en acción a los minoristas. La mayoría de las compañías de divisas opera con márgenes, de manera que se puede ingresar con pequeños montos y obtener beneficios.
El inconveniente es que si la negociación sale mal, tendría que afrontar las mismas pérdidas que si hubiera jugado el importe total, con lo que podría acabar con un rojo mayor que el que apostó inicialmente.
Para esto, se usan las órdenes de "pérdidas limitadas" que cierran automáticamente las transacciones cuando la divisa experimenta un movimiento predeterminado.
A su vez, al poder operar por Internet sin necesidad de intermediarios, supone que los gastos indirectos pueden ser lo suficientemente reducidos como para lograr beneficios significativos.
Hoy en día, la negociación con divisas minorista es uno de los sectores que más rápido está creciendo del mercado financiero y supone una cuota cada vez mayor de la totalidad de las transacciones con monedas, algo que se espera que continúe en el futuro.