Aunque Hugo Chávez Frías, el presidente de Venezuela, fue superado por la enfermedad que le aquejaba, deja otro paciente cuya salud comenzó a deteriorarse en las últimas semanas: la moneda del país, el bolívar fuerte, que probablemente necesite pronto reanimación cardiopulmonar.
El bolívar ha ingresado en lo que pudiera catalogarse de espiral de la muerte, lo que se ha acelerado con las noticias sobre la defunción de Chávez.
Poco antes de su deceso, el gobierno de Chávez reconoció que el bolívar presentaba problemas y devaluó la moneda en 32%, llevando la tasa de cambio oficial a 6,30 bolívares desde 4,30 bolívares. Aun así, el bolívar continúa "sobrevaluado" en 74% frente a la tasa de cambio libre.
Desde 2005, la tasa de cambio en el mercado paralelo difiere ostensiblemente del tipo de cambio oficial.
Al asumir el hecho de que Venezuela emplea un régimen múltiple de tipo de cambio, la devaluación más bien simbólica del mes pasado demuestra que el gobierno de Chávez lleva todas las de perder con la moneda venezolana.
Efectivamente, esta ha sido la séptima vez que se devalúa la moneda desde que Chávez asumió el poder. La devaluación anterior a esta tuvo lugar en 2007, cuando la moneda de curso legal fue rebautizada como "bolívar fuerte". Digamos que fue una denominación irónica.
¿Cómo puede Venezuela aplazar una crisis y colocar su economía de nuevo sobre una sólida base monetaria? La solución es sencilla: hay que reemplazar el bolívar por el dólar estadounidense. Esta opción, conocida como "dolarización", fue la que le presenté al presidente Rafael Caldera cuando era su asesor allá por el año 1995. El modelo ha tenido bastante éxito en Ecuador, donde fui asesor para el ministro de economía y finanzas y partidario, ya para aquel entonces, de la dolarización.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha mantenido sabiamente el dólar estadounidense como la moneda del país. El dólar ha anclado la economía ecuatoriana (y el régimen de Correa), a la vez que ha aislado a Ecuador de los males que plagan a las economías de muchos países vecinos.
Venezolanos, ¿están escuchando?
*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos El Cato.org.