La cita se ha convertido en obligatoria para los hombres de negocios que representan a las principales multinacionales, en ella tienen oportunidad de cerrar multimillonarios acuerdos.
Por tren, bus (algunos, por limusina) o helicóptero, los más de 2.500 exclusivos invitados mundiales se dirigen en estos momentos hacia Davos, el tranquilo resort en los Alpes suizos que todos los años congrega la atención del mundo por la asistencia de jefes de estado, altos directivos de organismos multilaterales y renombrados hombres de negocios para participar en el Foro Económico Mundial. Y de ellos, uno de los más solicitados será Hassan Rouhani, el presidente iraní que representará a su país en un momento estratégico.
Su presencia constituye uno de los más altos logros de la diplomacia internacional que busca cerciorarse de que el programa nuclear de la nación islámica se centre en objetivos puramente pacíficos. Por esa razón, y después de que el régimen de Teherán accediera a detener la producción de uranio enriquecido al 20%, las seis superpotencias que supervisan el proceso elevaron hoy (y por los próximos seis meses) el levantamiento de sanciones equivalentes a US$7.000 millones, las cuales consistían, entre otras, en restricciones a las importaciones petroquímicas, el comercio de oro y el desbloqueo gradual de US$4.200 millones en activos oficiales en el exterior. Pero más allá del interés geopolítico, el político iraní es la puerta de acceso a multimillonarios negocios.
La agenda oficial dice que Rouhani, doctor en Leyes de la Universidad de Glasgow, en Escocia, y autor de diversos libros sobre historia, ley islámica y legislación, será el panelista principal del conversatorio Irán en el mundo. Pero desde el miércoles, día en que el foro inicia formalmente sus discusiones, hasta el sábado (su clausura), será el objetivo de los hombres de negocios ansiosos de presentarle sus planes para aprovechar la tregua temporal y dotar a su país de bienes tan preciados como bienes de consumo, carros y medicinas. De hecho, los rumores señalan que las automotoras francesas Peugeot y Renault tienen planes concretos para ampliar su oferta de nuevos modelos, mientras que Airbus y Boeing protagonizarán otra batalla por llevarse la mayor cantidad de contratos en la renovación de flota de la aerolínea oficial iraní.
Pero la principal disputa estará en el sector de hidrocarburos: Teherán busca el regreso de tanto de las petroleras europeas Shell, Total, ENI, OMV y Statoil, como de las estadounidenses Exxon Mobil y ConocoPhillips. Las ganadoras podrían, si la actitud de régimen islámico mantiene su tono pacífico, hacerse con una posición estratégica en la exploración de las que son consideradas las reservas de crudo y gas natural más grandes del planeta, cuyas regalías son vitales para dinamizar una economía de 76 millones de potenciales consumidores.
Claro que el de Rouhani es solo uno de los múltiples casos que por estos días llamarán la atención de los hombres de negocios en Davos. Después de todo, no es de extrañar que muchas multinacionales reserven cada año en sus presupuestos las partidas para asegurar su presencia en el Foro. Solo hay dos tipos de acreditación: la blanca, gratuita, reservada para jefes de Estado, directivos de organismos multilaterales, líderes religiosos, académicos, emprendedores sociales y reconocidos presentadores de noticias; para los empresarios, este primer paso tiene un costo aproximado de US$20.000.
El siguiente es asegurar el tiquete aéreo hasta Zurich, la ciudad más próxima al resort (a 150 kilómetros de distancia), con un precio estimado –en clase ejecutiva– de entre US$4.500 y US$8.000. Una vez allí es necesario contratar el transporte hasta Davos, con precios desde US$700 en limusina hasta US$9.500 en helicóptero. Y por si fuera poco, por esta época también se disparan las tarifas hoteleras hasta los US$600 por noche en un hotel tres estrellas; por supuesto, hay posibilidades de rentar un apartamento durante los cinco días de conferencia por cerca de US$60.000. ¿Y todo eso para qué? Sencillo: para tener un acceso preferencial con aquellas personas que puedan decidir un jugoso acuerdo empresarial en el mediano plazo.
“Davos es, principalmente, una enorme conferencia de alto nivel en la cual los más altos ejecutivos de las principales compañías del mundo toman ventaja de su proximidad física para reunirse en persona con socios, clientes y futuros clientes en reuniones que pueden ser mucho más valiosas que pagar el costo de entrada”, consignó Henry Blodget, corresponsal del Business Insider durante el foro de 2011.
Esas reuniones demostraron ser estratégicas para Fabrice Bregier, presidente de Airbus, quien el año pasado, en medio de una reunión privada amenizada con vino francés, le expuso a Shinzo Abe, primer ministro nipón, su proyecto para expandir la presencia de la fabricante europea de aviones en la isla. Esa conversación, a la que siguieron múltiples viajes a Oriente Medio, culminó con broche de oro el 7 de octubre de 2013 con el anuncio de Japan Airlines (la principal aerolínea japonesa) de una orden de compra de 31 aviones A350 con opción preferencial para adquirir otros 25 por un valor cercano a los US$8.900 millones. Por si fuera poco, la posición de Airbus en el mercado nipón podría expandirse del 13% actual a 20% en los próximos cinco años.
Esos acuerdos también suponen triunfos geopolíticos. Sino que lo diga Viktor Yanukovych, presidente de Ucrania, quien en 2011 firmó con Ilham Aliyev, su similar azerbaiyano, un acuerdo para construir el gasoducto Tubo Sur, la obra de ingeniería avaluada en US$25.000 millones y prevista a inaugurarse en 2015, que reduciría la independencia de Kiev del gas ruso (transporta cerca del 80% del combustible que vende a Europa a través del Tubo Norte, que cruza a Ucrania), una constante fuente de disputas y retaliaciones binacionales.
Incluso, pueden determinar el curso de una nación. Así lo destaca el escritor mexicano Felipe Reyes Heroles, uno de los más cercanos consejeros del presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), quien narró cómo, en un viaje de regreso desde Davos, se gestaron en 1990 las conversaciones a tres bandas que derivaron en la firma del NAFTA, el acuerdo de libre comercio de América del Norte (México, EE.UU. y Canadá): “El ex presidente subió al avión y llamó a un grupo para decirle: ‘Nos vamos con Estados Unidos’. Así era Salinas. Al aterrizar, le dio instrucciones al entonces secretario de Comercio y Fomento Industrial, Jaime Serra Puche, para que empezara las negociaciones con Carla Hills, representante comercial de la Casa Blanca en esa época”. El acuerdo le pemitió a la economía mexicana aumentar sus exportaciones de los US$10.000 millones diarios a US$30.000 millones.
Este año no sería la excepción, pues entre la galería de invitados se encuentran nombre de gran prestigio como Marissa Mayer, presidenta de Yahoo!; Joseph Jiménez, CEO de Novartis; Douglas Flint, del grupo financiero HSBC; Jiang Jianqing, presidente de junta del Banco Industrial y comercial de China; o Randall Stephenson, CEO de AT&T. Todos ellos han asumido enormes costos con la esperanza de que se multipliquen, como arte de magia, en enormes ganancias.