El Banco Central (BCU) anunció esta semana la primera medida desde la década de 1970 que busca, de forma explícita y directa, moderar los flujos de capitales que ingresan desde el exterior.
El Río de la Plata, más que nunca, es hoy una frontera de hierro para los capitales del mundo. Al oeste y al sur, los inversores ponen a volar su imaginación para dar fuga a su dinero y los ahorristas están dispuestos a pagar un precio muy por encima de la cotización oficial para hacerse de divisas constantes y sonantes. Del otro lado, el gobierno busca blindar el mercado de capitales, no para evitar que se vayan los dólares, sino para frenar su ingreso. Unos tanto, y otros tan poco.
El Banco Central (BCU) anunció esta semana la primera medida desde la década de 1970 que busca, de forma explícita y directa, moderar los flujos de capitales que ingresan desde el exterior. Eso introdujo a Uruguay en el club de países, liderado por Brasil, que dan batalla contra el ingreso de divisas que se refugian del mundo desarrollado, de su creciente inseguridad y sus bajísimas tasas de interés.
El reconocimiento de Uruguay como destino seguro de la inversión financiera, por parte de Standard & Poor’s primero y de Moody’s después, trajo consigo un impulso al mercado doméstico de deuda soberana; pero también, nuevos dolores de cabeza para las autoridades de gobierno.
Desde el 1º de julio y hasta el anuncio de la medida del Central, el dólar bajó 3,1% en Uruguay pero subió 0,83% en Brasil, lo que implica que los productos locales perdieron competitividad contra su principal comprador, en tiempos de menor crecimiento económico y perspectivas menos favorables tanto a nivel regional como global.
Es así que el BCU impuso un encaje de 40% a aquellas instituciones que intermedian instrumentos de regulación monetaria con clientes del extranjero para desincentivar su ingreso. Por cada $ 1.000 que compren los no residentes, deberán dejar anclados y sin remuneración $400.
Cuestión de confianza. Ante un giro en la política monetaria del vecino país, Uruguay heredó una parte de los problemas de Brasil. Con el freno en el crecimiento registrado desde la segunda mitad de 2011, el país vecino decidió reducir la tasa de referencia en ocho oportunidades desde agosto de 2011 hasta el mínimo histórico de 8%.
Eso llevó a que los inversores perdieran el atractivo por la plaza brasileña y buscaran otras alternativas. El marketing en favor de Uruguay lo hicieron el grado inversor, las expectativas de crecimiento sostenido –ni el más pesimista de los analistas privados espera una contracción de la actividad local en el horizonte relevante– y los requerimientos financieros más bajos de la región.
En materia de capitales, la confianza lo es todo. Y en ese aspecto, el caso argentino es por demás ilustrativo. Los controles de cambios, las trabas comerciales, la falta de transparencia en las estadísticas oficiales y las medidas del gobierno hostiles a los capitales extranjeros, debilitaron la confianza de los inversores en la plaza argentina. No solo de ellos, también la de los propios argentinos.
Según cálculos de la consultora Econométrica, del vecino país se fugaron en agosto US$3.800 millones, con lo que acumula una salida de US$ 22.000 millones en lo que va del año. De ese modo, todo hace prever que este año Argentina rompa el récord anual de US$23.000 millones fugados en 2008, en lo peor de la crisis del campo y el estallido de la crisis mundial.
Mientras Argentina celebró por todo lo alto hace una semana la cancelación de los últimos bonos del canje de 2001, Uruguay alcanzaba niveles mínimos de riesgo país del orden de los 95 puntos básicos. Argentina, en cambio, posee la medición más alta del continente, de 1.035 puntos, por encima de Venezuela.
En el mercado de cambio uruguayo, la demanda de pesos proveniente del exterior impulsa a la baja la cotización del dólar en la plaza local. En contraste, los argentinos están dispuestos a pagar 37% por encima del precio que muestra la pizarra oficial para adquirir dólares en el mercado clandestino. Cualquier cosa con tal de huir del peso y su inflación no reconocida de más de 24%.
Una primera batalla. La experiencia brasileña le muestra a las autoridades uruguayas que frenar los grandes capitales no es una tarea que tenga éxito de la noche a la mañana.
Desde 2010 el gobierno del vecino del norte impuso no solo encajes a las inversiones de no residentes sino también un impuesto de 6% sobre las operaciones. Además acompañó esas políticas con una reducción del gasto público y una importante participación en el mercado cambiario.
Aun así, hasta el primer trimestre de este año, el real brasileño era la moneda que más se había apreciado frente al dólar en toda la región. No fue hasta que recortó de manera abrupta su diferencial de tasas, que logró depreciar efectivamente su moneda. En los últimos seis meses el dólar en Brasil bajó 19%. La evolución de la cotización del dólar en Uruguay en los últimos días, habla por sí sola al respecto. El miércoles el BCU anunció las medidas de control de capitales y ese mismo día el billete verde subió 1,15% en el mercado interbancario. Pero al otro día, bajó 0,3% y ayer se mantuvo incambiado en $21,407. Subió 20 centésimos desde el miércoles lo cual, en un horizonte de tres días, no constituye una trayectoria atípica para la plaza local.
Las autoridades dieron una primera batalla contra los capitales golondrinas. La guerra recién comienza.