No todos los que han pasado el filtro de la primera impresión y son aceptados para una entrevista laboral asisten a ésta. Sepa por qué.
En octubre de 2011 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha advertido que entre los jóvenes de América Latina y El Caribe el desempleo se eleva a un 14,4%. Por supuesto, la cifra es menor si se considera a los profesionales jóvenes.
En cambio, lo que se observa entre los jóvenes, especialmente los ejecutivos, es una tendencia a buscar un cambio de empleador luego de sólo unos pocos años. Por ejemplo, según resultados de un sondeo aplicado por Administradores, un 45% de los ejecutivos en las empresas brasileñas expresaron que en menos de tres años esperaban irse. En Chile, la firma SommerGroup halló que hasta un 51% de los ejecutivos y profesionales está dispuesto a cambiarse a otra empresa.
Ante tal panorama, en un mercado laboral que se vuelve más competitivo y fluctuante, sorprenden los datos hallados por Trabajadores.com, que luego de un estudio encontró que en Chile un 27% de los candidatos a entrevistas laborales no llegó a asistir a estas.
Las razones expresadas para explicar la deserción son variables, y van desde la preferencia por otra propuesta laboral hasta la banal justificación de “me olvidé”. Otros motivos declarados han sido inseguridades respecto a la vestimenta, sentir que no tienen conocimientos suficientes, miedo a los tests psicológicos y sobre todo, pensar que carecen de experiencia laboral.
Razones como estas últimas reflejan una falta de seguridad personal. Y la “falta de seguridad en uno mismo está de muchas maneras relacionada con el grado de autoconocimiento”, afirma Gustavo González de Otoya, gerente de la Red Alumni y Bolsa de Trabajo de la Escuela de Postgrado de la Universidad del Pacífico de Perú. El también docente del MBA en esa universidad explica que “mientras más se conoce a sí mismo el entrevistado, más claras tendrá sus expectativas laborales, y más consciente estará también de lo que puede ofrecer al empleador”.
Cuando el postulante sabe cuáles son sus competencias, talento, valores y limitaciones, elegirá mejor entre las propuestas de vacantes. “Sabrá si es más o menos capaz de desempeñarse como líder, o si encaja mejor en un equipo, o si por el contrario sus resultados se potencian más en solitario”, continúa González de Otoya.
Además del grado de autoconocimiento, Silvia Ascencio, psicóloga laboral chilena y consultora de empresas, indica que un factor que afecta el nivel de ansiedad de una persona antes y durante una entrevista, es el tiempo que ha estado cesante, “mientras más tiempo la persona ha estado sin trabajar, o ha pasado buscando un nuevo empleo, mayor es la presión que llega a sentir, porque piensa que se está decidiendo el resto de su vida laboral”.
Las principales inquietudes que llega a sentir un candidato se hallan motivadas por “el escepticismo de si le gustaré o no al evaluador”, refiere Daniela Barrio, directora del Centro Enlace, que en la Universidad Católica de Chile (UC) se orienta a establecer de la mejor forma posible las relaciones entre los egresados y las empresas empleadoras. Agrega Barrio que los temores se manifiestan en las dudas sobre “si diré o no lo correcto, si me estaré vendiendo bien, qué tipos de tests psicológicos me harán y qué me estarán evaluando realmente”.
Un aspecto interesante es que los tres expertos coinciden en que el género del entrevistado no influye en los nervios que una entrevista provoca. Tanto los hombres como las mujeres padecen gran ansiedad antes de encarar a un evaluador, y “según cómo se manejen emocionalmente podrán mitigar su miedo”, señala el profesor peruano . Al fin y al cabo, “una entrevista es un examen”, comenta Ascencio.
Consejos de autoconocimiento
Respecto a lo que pueden hacer los candidatos para “mitigar ese miedo”, existen varias maneras de prepararse psicológicamente para ese encuentro.
Barrio ofrece un grupo de consejos prácticos, “ir bien arreglado, responder con la mayor transparencia posible, tener claros los intereses personales, así como las fortalezas y las debilidades”, pero, sobre todo, la directora del centro insiste en que “debe darse importancia a la entrevista, pero no pensar que va a definir el futuro para evitar que invadan los nervios”.
González de Otoya dice que en los talleres de desarrollo de carrera precisamente se persigue que los estudiantes sepan cómo enfrentarse a las demandas del competitivo mercado laboral. “En las sesiones, se insiste en que los alumnos respondan a preguntas que quizás parecen básicas, pero son la base del autoconocimiento, tales como 'qué quieren y por qué están ahí', 'qué quieren ahora que no querían antes', o 'qué es lo que nunca han querido', así ellos se dan cuenta si van a funcionar mejor como trabajadores independientes, o en equipo, o en puestos de poder o de asesoría”.
Indica el profesor que en “estos talleres se proponen ejercicios, como juegos de roles que en ocasiones se filman para que los estudiantes distingan los tres niveles del autoconocimiento: el que tienen de sí mismos, el que creen que tienen y el que realmente exhiben. Con las filmaciones ellos pueden apreciar cuáles son los errores que cometen y sobre estos se proponen soluciones y sugerencias”.
Silvia Ascencio coincide con sus colegas, pero va más allá al poner énfasis en que hay un tipo de preguntas que por lo sumamente antiéticas, nunca deberían incluirse en una entrevista laboral. Estas son sobre cuestiones personales y privadas como la orientación sexual, enfermedades crónicas, la forma de administrar el propio presupuesto, o las opciones políticas y religiosas.
Sin embargo, observa la psicóloga chilena, cuando en ocasiones los entrevistadores de todos modos indagan sobre estos temas, “muchas personas temen no responder, pero es su derecho mantener la reserva si lo desean”. En estos casos, se puede replicar con una contra pregunta, reclamando saber “por qué es relevante esa información para el puesto de trabajo en cuestión, o sencillamente indicando que uno prefiere reservarse la respuesta”.
Otro punto curioso sobre el cual reflexiona Ascencio es que los evaluadores tratan de conocer cómo un candidato se ha desempeñado en el pasado durante situaciones de tensión o conflicto, “porque esto puede ser un elemento predictor de cómo puede comportarse en el futuro”. Claro, nunca se descarta el aprendizaje obtenido de esa experiencia negativa, y cuánto puede haber ganado el profesional.
Por eso, la psicóloga advierte que por lo general, conviene ser sincero sobre fracasos anteriores, pues “la persona que no es capaz de encontrar un revés en su trayectoria, quizás no dice la verdad”. Además, por otra parte, “disponer de un trabajador que ya cometió un error en el pasado y aprendió de este, puede ser un as de triunfo que busque el empleador”.