El trabajo debe ser visto como algo importante, debe llevar una meta comprendida y compartida por todos.
Eleconomista.com.mx. “Usted observe a las ardillas mientras yo duermo, hay muchas por ahí. Cuando despierte, me cuenta que ha aprendido”, dijo Andy Longclaw a Peggy Sinclair, la nueva gerente general de Walton Works #2, que pronto cerraría. Sinclair quería salvar la planta y para ello necesitaba conocer el Gung Ho, la técnica que Longclaw aplicaba con éxito en su departamento de Acabado.
Luego de un rato de ronqueteos, Longclaw despertó y analizó con Sinclair lo que había observado. La laboriosidad de las ardillas estaba motivada por el instinto de supervivencia. El trabajo de las ardillas, más que importante era valioso.
La primera lección de Sinclair, plasmada en el libro ¡A la carga! Gung Ho, de Ken Blanchard y Sheldon Bowles, fue que el trabajo debe ser visto como algo importante, debe llevar una meta comprendida y compartida por todos y que los valores deben orientar todos los planes, las decisiones y situaciones. Todo eso hace que el trabajo valga la pena.
En este hay dos clases de metas, las de resultados, que son los planteamientos claros que se desean alcanzar; y las de valores, que es el impacto que deseamos tener sobre la vida de los miembros de nuestro equipo. Los valores sirven para guiar las conductas.
“Lograr que la gente cambie es necesario ganarse su confianza, y eso lleva tiempo. Se debe estar dispuesto a explicar por qué son importantes las metas y cómo se benefician las personas, y esto debe hacerse diciendo la Verdad. Con la verdad, la información es propiedad de todos”, explicó Longclaw.
No sin resistencias, que incluyó algunos despidos, Peggy Sinclair fue aplicando el espíritu de la ardilla en la planta. Tiempo después estaba lista para la siguiente lección: el espíritu del castor.
Pymes
Ambos observaron en un estanque cómo los castores cortaban con los dientes ramas y las colocaban en la madriguera, sin que alguna de ellas guiara las maniobras. Cada una ejercía el control sobre el cumplimiento de la meta, lo hacía porque quería sin esperar órdenes de otros. Era entregar la empresa a los empleados.
“Tu labor es hacer saber a la gente porqué su trabajo vale la pena, que comparta metas; establecer valores; asignar recursos; asegurarte de tener apoyo dentro y fuera de la organización; mantener la vista en el futuro y estar lista para cambiar de dirección”, explicó el gerente de Acabados.
Y agregó: “si deseas que la gente asuma el mando tendrás que darle la libertad para hacerlo y ésta viene de saber cuál es el territorio de cada cual; cuáles son sus límites para que no se cree el caos. Las personas que tienen el control trabajan para organizaciones que las valoran como seres humanos, que las respetan, escuchan y actúan sobre la base de los pensamientos, sentimientos, necesidades y sueños de esas personas”.
Sinclair fue aplicando estas lecciones, poco a poco se notaban los cambios en la empresa. Con Longclaw, ganó tiempo para evitar el cierre de la planta, el suficiente para conocer la tercera etapa del Gung Ho: el don de ganso.
Una mañana, ambos visitaron una ciénega cercana a la planta. Una parvada de gansos volaba en formación de “V”, los directivos se escondieron para ver bajar a los gansos, pero un ruido de Sinclair los espantó y todos volaron con estruendoso barullo. Las aves cambiaron de líder y con su graznido se daban aliento.
Es importante aupar con felicitaciones al equipo, y éstas deben ser auténticas, deben ser un alimento para el espíritu. Siempre es posible dar una voz de aliento, lo que significa que tienes fe en su habilidad, reconocer ésta es un cumplido, que a su vez es una felicitación, explicó Longclaw.
Con estas lecciones, Longclaw y Sinclair no sólo salvaron la planta, su elevada productividad fue reconocida incluso por la Casa Blanca. Tiempo después Longclaw perdió la batalla contra la diabetes. Sinclair escribió, junto con Ken Blanchard y Sheldon Bowles el libro para compartir el método Gung Ho.