Este biogás se genera en una pequeña refinería en las afueras de Zitácuaro que es única en el mundo, porque convierte las verdes pencas del nopal en biogás para vehículos y electricidad, mediante un proceso y tecnología desarrollados por científicos mexicanos
México. Rogelio Sosa conduce su Chevy a diario por las estrechas calles de la ciudad de Zitácuaro, en el oeste de México, con la normalidad de quien sube a su coche para ir al trabajo o ver a la familia, salvo que el suyo se distingue del resto: funciona con biogás producido sólo con nopal, que no contamina.
"Voy a la oficina, el negocio, la casa o tomo la carretera. Me rinde 10 días el tanque de 15 litros", dijo el empresario de 66 años, conocido en la localidad como "el tortillero feliz" porque produce el tradicional alimento mexicano.
El combustible que Sosa utiliza en su auto desde 2016 se genera en una pequeña refinería afuera de Zitácuaro que es única en el mundo, porque convierte las verdes pencas del nopal en biogás para vehículos y electricidad, mediante un proceso y tecnología desarrollados por científicos mexicanos.
La planta es propiedad de la compañía Nopalimex que el propio Sosa fundó con el ingeniero mexicano Miguel Aké, quien años atrás detectó que el poder calorífico del nopal lo hace ideal para generar energía e impulsó la investigación para crear el proceso.
"Nadie creía en esto. Nos decían que estábamos locos", recordó Aké, un investigador de energías renovables y director del Instituto Tecnológico de Iztapalapa en la Ciudad de México.
Aké estudió desde 1982 energías alternativas a los fósiles probando generar combustible con la planta jatropha, el tubérculo yuca, el maíz y la caña de azúcar sin llegar a resultados que lo dejaran satisfecho porque no resultaban tan limpios o rentables por su baja producción en el campo.
Dijo que cuando analizó el nopal, una cactácea tan mexicana que aparece en el escudo nacional y es emblema de la gastronomía del país, dio "en el clavo" para combinar productividad con potencial de bioenergía.
La planta crece casi en cualquier sitio a bajo costo porque no necesita demasiada agua y desde que se cultiva ayuda al ambiente porque cada hectárea absorbe 70 toneladas de bióxido de carbono, el gas de efecto invernadero (GEI) que más contribuye al calentamiento global, explicó.
Aké tenía la idea en la mano hace casi una década cuando se cruzó en el camino con Sosa, que comenzaba a introducir nopal en sus tortillas para agregarles valor nutrimental e invirtió en el proyecto animado por reducir los costos de electricidad en su negocio.
El empresario cambió cultivos de guayaba por la cactácea en un predio de poco más de tres hectáreas y en medio de ellos se levantó la planta con sus biodigestores, tanques purificadores y demás equipo.
"Exportaba guayaba, como muchos de aquí de Zitácuaro, sacaba diario unas seis toneladas", comentó Sosa.
Científicos de la oficina de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) en México y del Instituto Nacional de Electricidad y Energías Limpias (INEEL) se involucraron para diseñar el proceso de generación del biogás.
La planta con la que se hacen populares guisos y ensaladas en los hogares mexicanos comienza su transformación a combustible en una fosa, donde las gruesas y carnosas pencas son trituradas para convertirlas en biomasa.
Esa aromática masa se mezcla con agua a una temperatura de 35 a 38 grados dentro de los enormes biodigestores sellados herméticamente para que no tengan oxígeno, en lo que se conoce como proceso anaerobio.
Adentro el calor produce bacterias que se comen la biomasa y se genera gas metano que después se pasa por filtros para limpiarlo de ácido sulfhídrico, dióxido de carbono y azufre, dejándolo purificado al 97 por ciento.
"Desde la siembra del nopal hasta el momento que sale del escape del vehículo podemos decir, con toda tranquilidad, que es absolutamente neutral. Cero emisiones de gases de efecto invernadero", afirmó Aké.
Cada tonelada de nopal produce 100 metros cúbicos de biogás que equivalen a 100.000 litros de gasolina y su uso es tan amigable con el bolsillo como con el medio ambiente.
El ingeniero subrayó que cada litro tiene un valor comercial de 12 pesos (66 centavos de dólar), frente a los 18 pesos (99 centavos de dólar) que cuesta, por lo menos, la gasolina de 87 octanos en la Ciudad de México.
Sólo en el molino donde Sosa produce la masa de sus tortillas, en el centro de la ciudad, se redujo a la mitad el gasto en electricidad utilizando el biogás que lleva en un tanque blanco desde la planta generadora.
La investigación en la refinería apunta a que 100 hectáreas de cultivo sirven para generar un megawatt de energía suficiente para abastecer a 5.000 autos que gasten 20 litros en promedio o iluminar 12.000 casas.
Patentado por los dos hombres bajo el título "Proceso y equipo para la obtención de biogás a partir de cactáceas por medio de digestión anaeróbica", el proyecto que combina protección al medio ambiente con un combustible barato ha atraído la atención de científicos e inversionistas de México y de otros países.
"¿Cuánto por los dibujos?", les propuso el ex ministro para empresas estatales de Indonesia, Dahlan Iskan, refiriéndose a la información de la patente cuando visitó la planta en 2015, según cuenta Aké.
El biogás, obtenido en su gran mayoría de bagazo de azúcar y leña, contribuye actualmente con un porcentaje mínimo de la energía en México, un país que trabaja para aumentar el uso de fuentes limpias y depender menos de los combustibles fósiles, según datos del gobierno mexicano.
Aké y Sosa realizan gestiones para que el siguiente paso sea abastecer de combustible al transporte público y de carga de Zitácuaro, una localidad donde, de acuerdo con la alcaldía, transitan alrededor de 108.000 vehículos.
Por lo pronto, el biogás producido por el nopal es utilizado en la propia refinería, las máquinas en las que Sosa hace tortillas, totopos y tostadas, y en su Chevy modelo 1998.
"No se necesita nada más que la voluntad política para que se haga", apuntó el empresario.