Pasar al contenido principal

ES / EN

Omar Souleyman, del pop sirio a la electrónica global
Lunes, Marzo 2, 2015 - 09:34

Desde la ignorada y remota frontera entre Siria e Irak, el delirante artista ha conquistado el mundo occidental con una atípica fórmula de pop crudo y autóctono. Un curioso caso que habla sobre la música en tiempos de globalización.

El mito urbano dice que el músico sirio Omar Souleyman tiene cerca de 500 producciones en su carrera. La hipérbole sobre la prolífica trayectoria del representante más famoso del pop árabe (más conocido como dabke, hermano del choubi iraquí) en el mundo occidental se explica si se entienden los inicios de la carrera de Souleyman y de muchos otros músicos de la región.

El escenario natural y obligado de los cantantes de esta zona son y han sido los matrimonios en los que, por tradición, se entrega a la pareja una grabación de lo que se interpretó en la fiesta familiar. La voz, los vertiginosos teclados y la euforia de la música de Souleyman se esparcieron por su región de residencia, Jazeera (al norte de Siria, en la frontera con Irak), gracias a la piratería y reproducciones caseras de estos registros. El camino natural llevó a que en los últimos años la banda sonora popular, no sólo de Jazeera, sino de la capital, Damasco, retumbara con canciones de este afamado artista.

Sin embargo, este arquetipo del hombre árabe, que siempre luce la suriyah sobre el cuerpo, el kafiyyeh sobre la cabeza y unos lentes oscuros que esconden una lesión en el ojo, no habría trascendido más allá de ser un exitoso representante del folclor local si no hubiera sido por el trabajo del productor, DJ y artista Mark Gergis, cabeza del sello disquero Sublime Frequencies.

Gergis, estadounidense de ascendencia iraquí, viajó en 1997 a Siria con la intención de visitar lo que para él es el último bastión del antiguo mundo árabe en Oriente Medio y encontrar auténtica música que reivindicara el imaginario negativo que se tenía sobre esta región. Su búsqueda sonora en puestos de venta callejeros se estrellaba una y otra vez con el mismo nombre: Omar Souleyman.

Tres años más tarde Gergis volvió al país para consolidar el compilado I Remember Syria, publicado en 2004, y para viajar hasta el remoto pueblo de Al Hassakeh, hogar de Souleyman y complejo enclave donde conviven árabes, kurdos, asirios, iraquíes, suníes, chiíes, cristianos y armenios.

Con Sublime Frequencies, Gergis ha buscado promover el folk-pop del sureste asiático y del mundo árabe de Oriente Medio en su estado más puro; música que no haya atravesado procesos de occidentalización que suavicen expresiones autóctonas para el globalizado oído occidental. Por eso, para este planteamiento ideológico cultural, la música de Souleyman era ideal.

En 2006, época en la que el sirio ya era una estrella del mundo árabe gracias a su hit Khataba y era contratado en discotecas de Damasco y en fiestas y bodas en las ostentosas Dubái y Abu Dabi, Gergis logró firmar un acuerdo para presentar ante la sociedad occidental la música cruda, auténtica y dinámica del hombre de Jazeera a través de tres compilados de los cientos de grabaciones que circulaban hasta entonces. Así se publicaron los discos Highway to Hassake (2006), Dabke 2020 (2009) y Jazeera Nights (2010).

Por eso, a pesar de que lo de Souleyman es un caso que perfectamente pudo haber encajado en el circuito de la llamada música del mundo, su difusión en Occidente ha tomado un camino único y bastante particular. Gracias a los compilados de Sublime Frequencies, artistas de la electrónica alternativa y experimental lo han acogido e integrado a sus circuitos. Primero fue la cantante islandesa Björk, quien en 2011 le encargó tres remixes de canciones del álbum Biophilia, a lo que siguieron invitaciones a los festivales europeos de pop, rock y electrónica alternativa más importantes, como Glastonbury, All Tomorrow’s Parties o el concierto del Premio Nobel de Paz 2013.

Kieran Hebden, cabeza de la banda de triphop, electrónica y postrock Four Tet, buscó a Souleyman para producir lo que sería su primer disco formalmente hecho en estudio. El resultado, Wenu Wenu (2013), terminó de consagrar la imagen de Souleyman en el circuito alternativo occidental. La revista Rolling Stone lo incluyó en el listado de los 20 mejores discos de música dance de 2013, ubicándolo en el sexto lugar.

Autores

El Espectador/ LifeStyle