Sin embargo, para la mayoría de los centroamericanos y mexicanos pobres en albergues en la desértica ciudad fronteriza de Nogales, las amenazas de Donald Trump de construir un muro en la frontera y deportar a millones de ilegales no les han hecho abandonar una travesía de horror con la esperanza de una vida mejor.
Nogales, México. La victoria electoral de Donald Trump y sus planes para reprimir la inmigración ilegal son tan preocupantes para hombres al sur de la oxidada y custodiada barrera en la frontera entre Estados Unidos y México, que algunos incluso están considerando desistir de cruzarla.
Sin embargo, para la mayoría de los centroamericanos y mexicanos pobres en albergues en la desértica ciudad de Nogales, las amenazas de Trump de construir un muro en la frontera y deportar a millones de ilegales no les han hecho abandonar una travesía de horror con la esperanza de una vida mejor.
Para otros, como Alberto López, la perspectiva de vivir en un país que se volverá más hostil con gente como él ya no tiene el atractivo que hacía que el riesgo de cruzar la desolada tierra fronteriza en Arizona valiera la pena.
"Ya cambió todo", dijo un abatido López, de 25 años, mirando al suelo sentado frente a un centro de inmigrantes.
López salió del sureño estado de Chiapas, el más pobre de México, y vivió durante dos años en Arizona y Utah trabajando en la construcción antes de ser deportado en enero. Si Trump cumple una de sus propuestas, se enfrenta a dos años en una prisión federal por volver.
"Van a retener todos los migrantes. Siendo así, es mejor acá, con tu raza, feliz, se aguanta", dijo.
En su campaña a la presidencia, Trump prometió deportar a millones de inmigrantes ilegales así como construir un muro en la frontera para evitar que entren más de ellos a Estados Unidos, y quiere que México lo financie.
Su postura intransigente contribuyó a las prisas por cruzar la frontera de algunos inmigrantes, que calcularon que era mejor hacerlo antes de la elección, en el caso de que Trump ganara. La situación podría prolongarse en los próximos meses, pese a que algunos como López deciden que ya no quieren vivir en Estados Unidos.
Durante al año fiscal 2016, que terminó en septiembre, se detuvo a más 480.000 personas tratando de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos, un alza de un 23% frente al año anterior, pero menos que en 2014, según cifras oficiales publicadas el mes pasado.
Me da igual. "Me da igual eso, que sea Presidente Trump. Yo siempre voy a cruzar, que construya los muros que quiera", dijo Alexi Solano, de 20 años, un migrante de El Salvador, cuya esposa e hijo ya están en Los Ángeles.
"Sí, va a ser diferente, por todo lo que ha dicho, porque no quieren migrantes allá. Pero es igual, no nos importa eso, lo que queremos es estar junto a la familia", agregó.
El subsecretario de Migración y Asuntos Religiosos de México, Roque Villanueva, advirtió de que se viene una cierta radicalización de la política de inmigración en Estados Unidos.
Maria Engracia Robles, un monja católica que dirige El Comedor, un centro de deportados y migrantes desde el que se ve la cerca de la frontera, piensa que la victoria de Trump traerá más dificultades y preocupaciones por los desafíos que provocarán las deportaciones.
"Espero más deportados, más angustias, mas lágrimas, más lamentos; una serie de gente en México sin trabajo, sin qué hacer, sin dónde ubicarse", dijo Robles, cuyo centro entrega comidas gratis, ropa y cuidados médicos básicos.
La frontera de México es el límite terrestre del mundo donde hay más diferencias salariales en el planeta, pues en el lado estadounidense en promedio se gana cinco veces más que en México.