A continuación, Laura Carrascosa analiza qué tanto se les permite a los líderes equivocarse.
No es un tema que sólo afecte a quienes ocupan una posición de liderazgo. Creo que a todos, en alguna medida, nos resulta incómodo reconocer cuando nos equivocamos. ¿Por qué? Hay una explicación simple para ello. Desde chicos aprendimos que hacer las cosas bien nos trae recompensas y cuando hacemos las cosas mal nos corresponde un castigo.
Desde esta lógica resulta comprensible no hacernos cargo de nuestros errores y buscar afuera las causas que lo originaron. Los viejos cuentos de víctimas y protagonistas. Las víctimas buscan excusas mientras que los protagonistas se hacen cargo.
En nuestro trabajo diario con organizaciones vemos mucho de esto y queremos enfocarnos principalmente en el rol de los líderes y qué tanto se permiten y se reconocen ellos mismos los errores propios.
Sabemos que sobre ellos hay una lupa permanente y pareciera ser que para ellos no están permitidas las equivocaciones y las malas decisiones.
En primer lugar, deberíamos desterrar la idea de que los líderes no se equivocan. Meten la pata como cualquier persona común y corriente.
En segundo lugar, deberíamos considerar a los errores como oportunidades de aprendizaje. Para ello, la mirada y el análisis sobre el error, claramente debe hacerse desde un rol protagonista: ¿Qué pasó? ¿Qué hice mal? ¿Qué alternativas tenía? ¿Qué puedo cambiar?, etc.
Resulta difícil medir el fracaso ya que es un término muy subjetivo. No resulta fácil analizar si un fracaso fue positivo o negativo. Las condiciones cambian constantemente. Steve Jobs fue despedido de Apple y luego volvió como su máximo líder. Lo que en un momento pudo considerarse como una derrota personal, con el tiempo se consideró un gran éxito.
Una gran cantidad de empresas han desaparecido y lo seguirán haciendo por el empecinamiento de sus líderes, su soberbia y su falta de capacidad para reconocer una mala decisión.
Una de las principales virtudes de los líderes y una de las cosas más valoradas por los equipos de trabajo tiene que ver justamente con la capacidad para reconocer errores.
Cuando un líder reconoce un error no pone en riesgo su autoridad o su posición frente a su equipo. Todo lo contrario. Aumenta su credibilidad frente a su gente y demuestra madurez.
Además contribuye a crear un clima y una cultura de "responsabilidad", en contraposición a la cultura de buscar las causas afuera de los errores que cometemos, tan común en las organizaciones y en los ámbitos en donde comúnmente nos movemos.
El líder es un modelo a seguir y lo esperable es que sus conductas (buenas y malas) sean imitadas y seguidas por su equipo. Por lo tanto, es un rol que debe desempeñarse con absoluta responsabilidad.