Problemas psicológicos heredados, y que originan malas conductas en adultos, se previenen con una crianza adecuada
Miércoles, Abril 13, 2016 - 15:07
Reciente estudio hecho con más de 500 familias revela que comportamientos antisociales en niños de dos años predice profundos problemas futuros. Ante ello, urge potenciar una positiva crianza paterna.
Una mezcla de explosión de carácter y mucho descubrimiento del mundo forman parte de esa etapa de desarrollo que los psicólogos llaman “los terribles 2”. Se trata de una fase de crecimiento en el que los menores exploran su voluntad y su carácter, con una amplia variedad de comportamientos que incluyen rabietas, enojos y actitudes críticas.
Es una fase compleja para padres y profesores. Por eso, una reciente investigación de varias universidades estadounidenses, encabezadas por la Universidad de Michigan, estableció que aquellos comportamientos que denoten insensibilidad como falta de empatía, mentiras y escasas emociones en los niños, son elementos que deben ser observados con extrema precaución .
“Se trata de señales que los padres y médicos deberían tener en cuenta, ya que pueden indicar algo más que los ‘terribles 2’”, dijo Lucas Hyde, profesor asistente de psicología en la Universidad de Michigan y autor principal del estudio.
La premisa es que un comportamiento antisocial de un niño o niña de dos años predice una adolescencia y adultez muy problemática.
Aunque la mayoría de los niños superan estos comportamientos, la investigación demuestra que la no corrección del problema puede ser el origen de una crisis que se profundiza con el paso del tiempo. De hecho, la mayoría de las personas que delinquen, exhiben este tipo de conducta en los primeros años de vida.
Así queda establecido, por ejemplo, en una reciente publicación del American Journal of Psychiatry.
“Los comportamientos insensibles/sin emociones son muy distintos de otros problemas de comportamiento infantil”, explica Jenae Neiderhiser, profesora de psicología en la Universidad Estatal de Pensilvania, integrante del equipo de investigación y co-directora en la recolección de datos que conforman el estudio elaborado por las universidades estadounidenses.
“Si podemos identificar a estos niños temprano, es posible tener una mejor oportunidad de intervenir en su desarrollo”, enfatiza la especialista.
La investigación analiza la crianza de madres adoptivas que refuerzan este tipo de conductas en sus hijos, frente a actitudes menos intensas por parte de madres biológicas.
La investigación a más de 500 familias indica que el comportamiento antisocial no corregido por parte de madres biológicas predijo conductas insensibles y sin emociones en sus niños, los que fueron adoptados en su infancia a pesar de tener poco o ningún contacto con ellas. Es decir, se trata de comportamientos heredados.
Sin embargo, los investigadores encontraron que altos niveles de refuerzo positivo por parte de madres adoptivas contribuyeron a mitigar este tipo de comportamientos.
“Estos hallazgos son importantes porque significan que los programas de tratamiento que ayudan a los padres a aprender a ser más positivos en la relación con sus hijos pueden ayudar a frenar el desarrollo de malas conductas”, plantea la investigadora Rebecca Waller.
Se señala que el equipo que desarrolló el estudio estará siguiendo al grupo de menores hasta la adolescencia temprana, con el fin de determinar si estos comportamientos persisten desde la niñez.
“El mensaje final de este estudio es muy emotivo: las interacciones positivas cotidianas, aunque sean pequeñas, pueden hacer una gran diferencia en el desarrollo de los niños” destaca Leslie Leve, profesora de la Universidad de Oregon y quien co-dirigió la colección de los datos.
“Incluso cuando un niño ha heredado un conjunto muy difícil de comportamientos, oyendo constantemente un ‘buen trabajo’ o recibiendo una palmada en la espalda de apoyo es posible protegerlo de graves problemas derivados de sus dificultades heredadas”, dice la especialista.
El estudio, que cuenta –entre otras instancias y entidades- con el apoyo del Instituto de Investigación de Ciencias Sociales de la Universidad Estatal de Pensilvania, es el segundo de una serie de documentos dirigidos por los investigadores Lucas Hyde y Rebecca Waller.