Un nuevo capítulo político, militar y comercial se inicia entre China y Estados Unidos. Donald Trump, su asesor Steve Bannon y el recién nombrado Secretario de Estado, Rex Tillerson, han expresado en repetidas ocasiones su posición comercial y militar con Pekín.
Las relaciones entre Estados Unidos y China han estado expuestas a diferentes puntos álgidos, entre estos, el reconocimiento internacional de Taiwán, el Mar del Sur de China, el libre comercio y la sostenibilidad ambiental, entre otros, puntos que el gobierno Trump está poniendo a consideración de forma rápida y midiendo la copa de té de Xi Jinping.
La estrecha relación entre Trump y Taiwán, y la firme posición de Estados Unidos en el reconocimiento de aguas internacionales por parte de China, en el Mar del Sur, presentan los primeros temas que tendrá Washington en la agenda con Beijing.
China continúa en su evolución rápida y prudente a nivel internacional. El país es actualmente uno de los principales jugadores del Acuerdo de París y se ha comprometido a escalar el control de producción no sostenible. Igualmente, el país con el recién fundado Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) lidera la inversión y crédito en desarrollo para economías emergentes en Asia y que decidan adherirse al Banco; al cual actualmente es candidato Brasil, en Latinoamérica, y un gran número de economías europeas y de Asia Central.
Beijing cree firmemente en el libre comercio, en la integración con Latinoamérica y África, debido a su capacidad de abastecimiento de alimentos y recursos necesarios para el funcionamiento de la economía china, a cambio de incentivos al desarrollo y de contar con un socio estable en su política comercial e internacional.
Una política comercial estable sin duda alguna es en la actualidad un factor que precisan las economías y las compañías en su desarrollo. La administración Trump ha generado una incertidumbre comercial que actualmente los países desarrollados no necesitan, y que los en desarrollo ven con preocupación. El desarrollo nacional está ligado directamente a las exportaciones, su recepción de inversión extranjera y la estabilidad comercial con los socios más importantes. Para Latinoamérica, Estados Unidos continúa siendo su socio comercial más importante. Sin embargo, este contexto trae a la mesa una oportunidad bastante grande, tanto para China como para Latinoamérica. Es el momento perfecto para diversificar el destino de la canasta exportadora latinoamericana e igualmente abre la puerta para que Pekín se perfile como un socio estable, duradero y con una capacidad de consumo creciente, a niveles que Estados Unidos no ha visto en años.