De ser la estrella del partido a estar sentada en el banquillo esperando al nuevo seleccionador, esa parecería ser la actitud que ha tomado la minería en el Perú o al menos en su visibilidad y comunicación. En un contexto de precios bajos, los proyectos conflictivos pasan a encajonarse y si no hay un apoyo explícito de las autoridades para sacarlos adelante, los inversionistas mineros prefieren mirar a otros mercados de ambiente más bondadoso.
La tentación, por tanto, de esconder la cabeza y esperar tiempos mejores es grande y comprensible. Sin embargo, el riesgo que asumimos es alto y la oportunidad que perdemos es grande. Es, precisamente, en contextos adversos cuanto más podemos reforzar nuestra confianza y demostrar nuestro aporte poniendo en valor, por ejemplo, la permanencia de la inversión y el compromiso de las empresas. Además, el espacio que nosotros dejamos si, por ejemplo, por recortar costos de corto plazo limitamos nuestra comunicación, lo ocuparán otros.
Y son precisamente estas ideas y venidas las que han perjudicado más la reputación de la industria minera: salimos cuando “las papas queman” o cuando no nos queda otro remedio, porque seguimos convenidos del mito del perfil bajo y la teoría de los círculos concéntricos, creyendo que si las comunidades están contentas, todo lo demás fluye.
Nos olvidamos que el mundo cambió y que, precisamente en actividades que no generan experiencias directas con el consumidor, tenemos que comunicar con mayor intensidad para compensar esa carencia, porque aunque no conozca de cerca la minería, la gente va a opinar.
De esta opinión pública, hoy visible, medible y “sentible” en internet, dependerá la agenda gubernamental y, por tanto, el marco regulatorio y legal, así como el manejo de los conflictos por parte de quien realmente tiene la responsabilidad de hacerlo.
Ya hemos dedicado suficiente tiempo a analizar si la reputación de la minería es justa o injusta, si nos la merecemos o no. Es hora de que nos pongamos manos a la obra y aprovechemos todas las oportunidades para dar a conocer lo que hacemos y cómo lo hacemos, aunque no tengamos una amenaza inminente.
Si no lo hacemos, correremos también el peligro de perder relevancia y de que, incluso aquellos que nos defienden porque son conscientes de lo que aportamos y del impacto de la actividad minera en la economía nacional, prioricen otras actividades y nos saquen de la agenda pública. Si queremos seguir teniendo el mejor talento, tanto en las empresas como en las administraciones públicas del sector; espacio para exponer nuestras ideas y alcances en foros, gremios y medios de comunicación y que terceros no presten atención y, con suerte, nos defiendan, no podemos adoptar una postura reactiva.
La confianza se construye todos los días, no solo cuando a una de las partes le viene bien.